30. La guerra blanca (Parte 2)

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En cuestión de segundos, decenas y decenas de calavericos y monstruosos rostros comenzaron a brotar de la superficie de los muros.
Sin chistar todos los allí presentes comenzaron a disparar, pero mientras una cabeza estallaba en pedazos, dos más le remplazaban.

—¡Los troncos! —alertó Peter al ver como los muertos comenzaban a brotar de un agujero en el muro.

—¡Que no entren! —gritó Sam, corriendo junto a Marcell, quien le arrojó un hacha de mano, la atrapó y le partió en dos la cabeza a un muerto. Después comenzó a lanzar golpe tras golpe hacia las extremidades y las cabezas de los infectados que traspasaban la muralla.
Un Oscuro cayó encima de un habitante de la comunidad, y con ferocidad lo destripó mientras se lo comía, la criatura rugió y con rapidez corrió hasta Ann, pero una figura saltó encima del muerto mordiendo su cuello. Orión apretaba con sus fauces la putrefacta carne del zombie, hasta que lo decapitó.

Los troncos del muro finalmente sucumbieron, una enorme cantidad de infectados emergieron de aquella abertura, como si fueran un rebaño de animales salvajes.

Todos, sin excepción, volvieron a disparar, la horda de muertos era enorme, si alguno se escapaba, sería imposible encontrarlo. Sam se concentraba especialmente en los Oscuros, ellos eran mucho más rápidos y fuertes, así que las balas eran la mejor opción contra ellos.

—¡Ya casi no tengo balas! —alertó Nathan, y justo en ese instante un zombie le apareció de sorpresa, soltó su ametralladora y le asestó una patada y una vez en el suelo le partió la cabeza de un pisotón.
Sam miró que ya en su mayoría había solamente podridos, así que también dejó su arma de lado y empuñó su hacha. Comenzó a rebanar y cortar a todos los que se aproximaban, los demás vieron lo que sucedía, soltaron sus armas de fuego y comenzaron a pelar mano a mano, hasta que sin darse cuenta, acabaron con toda la horda.
Terminaron completamente exhaustos, mirando la alfombra de cadáveres a su alrededor.

—Eso solo fue la primera oleada — Marcell le pasó unos binoculares. Observó más allá del muro y alcanzó a divisar una horda de al menos cien.

—Recarguen, y prepárense —miró a su gente, solamente habían quince personas ahí—. ¿Y los demás?

—Muertos, heridos, o protegiendo la entrada principal —dijo Peter recargando su rifle.

—Mierda —escuchar eso lo alarmó, nuevamente miró a los únicos que se encontraban ahí—. No podemos perder. Debemos pelear como nunca antes, no descansaré hasta que el último de ellos esté muerto.

Caminó y se posicionó mirando de frente a la horda de caminantes que se acercaba cada vez más a ellos.
Todos se colocaron en hilera esperando el ataque, Sam miró a todos, y después solamente a Lizz, estaba junto a ella, parecía estar muy asustada.

—Lizzie...

—Sam, estoy embarazada —soltó, mirándolo de una manera imposible de describir. Sam abrió los ojos y después bajó la mirada mientras sonreía.

—¿Niño o niña? —pronunció mientras una delgada y cristalina lágrima caía por su mejilla.

—No lo sé —respondió llorando.

—¿Qué es lo que quieres tú?

—Siempre quise una niña, siempre — le sonrió. Sam la tomó de la cara y la besó, ambos se abrazaron con tanta fuerza y cariño que ninguno de los dos quería separase.

—¡Aquí vienen! —alertó Nathan, desenfundó un largo y afilado machete. Sam la soltó y besó su frente, volvió a mirar al muro, Noah lo miraba seriamente de brazos cruzados, bajó la cabeza y se esfumó entre los muertos que lentamente comenzaban a entrar por el muro.

LA CEPA: DEGENERACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora