Capítulo 14

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Era el gran día. Para mi suerte, o por el contrario, para mi desgracia hoy debía volver al instituto. La noche anterior apenas pude pegar ojo, no dejaba de pensar en todo lo que había ocurrido ultimamente.

-¡Date prisa, hoy debes demostrarle al director que has aprendido la lección! -Mi madre, como siempre, urgando en las heridas.

Respiré hondo y saqué mi pesado culo de la cama. Caminé arrastrando los pies hasta el armario, saqué lo primero que ví, -Que resultó ser una sudadera bastante amplia y unos vaqueros.- y allí mismo me vestí. Fuí al baño y ahogué un grito de terror al ver como había quedado tras la escena de ayer. Mi pelo estaba completamente revuelto, tenía todo el rimel corrido, -Parecía un puto mapache.- y mi mano derecha... mis nudillos... bueno, estaban hechos mierda. La sangre seca los había cubierto completamente y había unas enormes y terribles postillas que los adornaban. Lavé rapidamente mi cara, quitando todo resto de maquillaje que había esparcido alrededor de mis ojos y recogí mi cabello en un moño, intentando disimularlo. Después metí la mano bajo el grifo y me apliqué agua oxigenada. Apreté con fuerza una de las toallas del baño al sentir como la herida comenzaba a arder, fue la experiencia mas dolorosa que recuerdo haber vivido nunca. No había nada que pudiese tapar aquella herida tan semejantemente grande, así que básciamente opté por esconder las manos bajo las mangas de mi sudadera.

Bajé las escaleras con cuidado y me adentré en la cocina. Allí estaba mi hermana pequeña, engullendo el bol de cereales que mi madre le había preparado junto con una taza de café, la cual probablemente sería para mí. Tenía el estómago cerrado, estaba segura de que si comía o bebía algo lo vomitaría, así que simplemente me dí la vuelta, agarré la mochila y salí de casa.

El camino hacia mi pequeño gran infierno era la mayor tortura que podría haber imaginado nunca, tan solo podía oir los fuertes latidos de mi corazón, golpeando mi cabeza. Las piernas me temblaban, era como si ni si quiera pudiesen sujetar mi propio peso, sentía que si me despistaba un solo segundo iba a caerme al suelo.

-¡April! -Mi cuerpo tembló al escuchar mi propio nombre. El pánico se había apoderado de mí, sentía que iba a desmayarme en cualquier momento.

Me giré lentamente hacia la persona que acababa de llamarme, y sentí un tremendo alivio al ver que se trataba de Sam.

-Sam... -Solté todo el aire que se había acomulado en mis pulmones y corrí hacia sus brazos. Ella me rodeó completamente.

-¿Cómo estás? -Su cálida y tranquilizadora voz hizo que por un instante olvidase todas mis preocupaciones. Amaba la capacidad de Sam para tranquilizarme.

-Lo siento. No quería asustarte. -Me separé de ella y le dediqué una sonrisa tranquilizadora.

-Oye... si quieres que hable con Adam o... -Agarré una de sus manos y la preté con fuerza.

-De verdad que estoy bien. -No podía mirarla a los ojos, no podía mentirle mientras su mirada estaba fija en la mía. Sam no tenía por qué preocuparse por mí. Yo estaba bien.- Esto... nos vemos luego, ¿vale?

Me fui corriendo, dejándo a Sam con la palabra en la boca. ¿A quién quería engañar? Yo no estaba bien, no estaba nada bien, ¡estaba a punto de sufrir un paro cardíaco! ¡Moriré de miedo en el momento que ponga un pie en el instituto!

Pero ¿por qué no le he dicho nada?

La respuesta era simple. No quería preocupar a nadie. Además, llevo toda la noche pensando en ello y creo que no sería bueno para ninguno de ellos relacionarse conmigo en estos momentos. Estoy en el punto de mira, no puedo hacer nada ridículo o extraño que les de más razones para atacarme. Debo ser muy cuidadosa. Por supuesto, a las personas que se juntaran conmigo les ocurriría lo mismo, así que prefiero mantener la distancia.

Before you leaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora