CAP 3. EL GRAN VIAJE

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¿Alguna vez te has sentido tan feliz que quisieras detener el tiempo y quedarte toda la eternidad así, sintiendo absoluta alegría con tanta intensidad y dicha, y una exorbitante paz que hace que estés seguro de que esa es la verdadera gloria dentro de todo este infierno de mundo?

Felicidad plena y más sentía yo, que por primera vez en la vida me encontraba viviendo lo que era estar enamorado, lo que era sentirme enteramente amado por la persona por quien estaba apostándolo todo: mi cuerpo, mi corazón, mis pensamientos y hasta mi vida.

—¡Buenos días, dormilón! Es hora de levantarse —expresó Germán con una voz suave y tierna mientras me observaba durmiendo.

—¿Qué haces fuera de la cama? —Bostecé.

—Necesitaba terminar unos pendientes para dejar todo listo antes de irnos, y aproveché y te he traído algo de comida para que desayunemos juntos. —Sustrajo de una bolsa de papel unos croissantsrellenos de jamón y queso, acompañados de un vaso con café.

—Qué gran forma de comenzar el día... ¡Muchas gracias!, pero no te hubieras molestado.

—Para nada es molestia, además debes reponer energías.

—¿Lo dices por el viaje que nos espera o porque hicimos el amor desenfrenadamente casi toda la noche? —Mordí mis labios al mismo tiempo en que se acercó hacia mí para darme un beso sobre la frente.

—Por ambas cosas, tío... —Sonrío tiernamente mientras sus ojos me miraron con una fuerte expresión de felicidad—. ¿Cómo estás?

—¡De maravilla!, estoy muy feliz.

—Me alegra mucho escucharte decir eso, porque siento que mi corazón va a estallar en algún momento de tanta felicidad que yo también tengo —me dijo dándome un beso más—. ¡Anda, come tu desayuno!

—¿Y si mejor te como otra vez a ti? —expresé juguetón y coqueto, mientras lo jalaba de su camisa para acercarlo hacia mis labios.

—¿Eso quieres?

—¡Por supuesto!

En ese momento tocaron a la puerta.

—Carlos, Germán ¿están ahí, están despiertos? —se escuchó la voz de Pablo del otro lado.

Suspiramos decepcionados y sonreímos.

—¡Sí, Pablo!, en un momento te abro... —gritó, y luego me miró y me dijo susurrando—: Esto se queda pendiente, tío, ni creas que vas a librarte de esta. —Me guiñó un ojo para después alejarse y abrir la puerta—. Adelante, Pablo, pasa.

—¿Pero en dónde demonios se metieron anoche? Los estuvimos buscando y no supimos más de ustedes. ¡Diablos! La pasé increíble, estoy que no me la creo —dijo Pablo una vez adentro.

—¿Por qué, amigo? Cuéntanos —comenté mientras Germán se sentaba a mi lado sobre la cama y empezábamos a comer.

—Ha sido la mejor noche de mi vida. Conocí a una chica, su nombre es Colleen Rowland. Pero qué mujerón, viejo, ¡espectacular!

—¿Gustas? —interrumpió Germán, invitándolo a unirse a nuestro pícnic improvisado.

—No, gracias, desayuné algo en la fratantes de venir hacia acá —respondió.

—¿Qué dices?, ¿pasaste la noche ahí?, ¿te quedaste a dormir en la casa de la frat? —cuestioné interesado y con emoción.

—Yo no diría que a dormir.

—Pero qué locura, Pablo, si traes una cara de felicidad que no puedes con ella.

Todos reímos.

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