CAP 12. EL FÉNIX

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Todos venimos al mundo en blanco, sin saber cómo hacer las cosas, sin tener conocimiento absolutamente de nada, excepto y, por instinto natural, de la supervivencia. No hay un manual correcto sobre la vida, solo códigos de conducta y moral impuestos por la sociedad. No existe un instructivo o una receta perfecta sobre cómo saber o cómo aprender a manejar los sentimientos; las emociones, el sufrimiento y el dolor que el amor puede traer consigo. Solo está la capacidad de aprender y enfrentar, de aceptar o resignarse, de luchar y lidiar con los buenos o malos resultados de cada experiencia. A veces te irá mal en el amor, otras no sabrás con exactitud en dónde estás parado; pero cuando te vaya bien, asegúrate de disfrutar cada momento, cada instante, cada fragmento de tiempo con esa persona, en vez de lamentarte por cosas sin sentido o miedos que te impidan ver lo maravillosa que puede ser la vida estando acompañado y dentro de una relación. Porque esta definitivamente en algún momento va a terminar, y nadie sabe cuánto tiempo nos queda antes de que eso suceda.

Ese día, durante la breve, pero profunda plática con Marco en la ceremonia luctuosa de la universidad, con mis palabras toqué fibras específicas que sacudieron sus emociones, removiendo de sus pensamientos todo sentimiento negativo y de odio. En ese momento no había nada ni nadie que pudiera cambiar lo que sentía excepto Daniel, y hasta que no hablara con él, todo sería igual, y obviamente él debía saber la verdad. Era necesario y, además, lógico: tenía que haber una gran explicación y muchas respuestas a todas esas preguntas que invadían su mente. Por supuesto, Marco sabía que aunque Daniel le aclarara cada una de sus dudas, eso no cambiaría el hecho de que habían terminado su relación, pero si yo tenía razón, jamás podría negarse a sí mismo el deseo de ayudar al que consideraba el amor de su vida. Después de todo, nadie es perfecto, y si bien Daniel se merecía el beneficio de la duda, también debía entender que había perdido a un ser increíble, capaz de ayudarlo, aunque las cosas no pudieras ser como antes.

Para el momento exacto en que Germán y yo íbamos abordando el helicóptero que nos llevaría al hospital en San Antonio cerca de la una de la tarde, y luego de haber dejado a Marco en el sitio en donde tenían detenido a Daniel, un oficial daba aviso a este último sobre una visita que estaba recibiendo. Eso lo sorprendió sobremanera, ya que Daniel no tenía a nadie: sus padres habían muerto en un trágico accidente dos años atrás, era hijo único y sus familiares más cercanos —con quienes no llevaba una relación tan productiva— vivían a miles de kilómetros de distancia. En ese momento, solo pudo pensar en un nuevo interrogatorio o en algún abogado que posiblemente le habían designado. Debido a la situación entre él y Marco, jamás imaginó que sería justamente este quien estaría acudiendo a visitarlo.

—¿Marco?... ¿qué haces aquí? —preguntó muy sorprendido al verlo.

—Hola, Daniel, ¿cómo estás?

Ambos se miraron fijamente a los ojos durante un momento. Para Daniel, era una gran sorpresa que, después de todo, su ahora expareja estuviera ahí. Sintió cómo su corazón casi se detuvo y de inmediato sus ojos brillaron de alegría y emoción, pero también de nostalgia y arrepentimiento, tornándose rápidamente llorosos. Marco lo miró con un gran amor inocultable que se desbordaba a través de una leve sonrisa. En ese preciso momento en que lo vio tan frágil y desprotegido, comprendió cuánto lo amaba de verdad, así que ambos, en un impulso guiado por tantos sentimientos, se acercaron para abrazarse mutuamente, haciendo que Daniel rompiera completamente en llanto...

—No entiendo por qué estás aquí, ¿a qué has venido?

—Necesitaba saber que estás bien... sentémonos un momento. —Lo llevó hacia un sofá para que se sentaran—. Hablé con el oficial que te interrogó... ¿sabes por qué sigues aquí, verdad? —cuestionó sin obtener una respuesta—. Escúchame, Daniel, no sé exactamente qué es lo que ha estado pasando en tu vida, pero necesito que me cuentes todo sin ocultarme nada... Germán me dijo que te habían trasladado a este sitio en calidad de testigo, pero no te han dejado en libertad porque además de que no has querido hablar, continúan interrogando a toda la gente involucrada y sospechosa como prioridad. De cualquier manera, te he conseguido un buen abogado recomendado por el señor Trent, y no ha de tardar en llegar, así que por favor tienes que ser muy honesto cuando esté aquí.

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