CAP 11. EL INICIO DEL FIN

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Y bastaron algunos sueños para entender que la vida puede cambiar en un instante, que nuestra felicidad está sujeta a cada decisión y que, muchas veces, es necesario controlar la tormenta interna para evitar un caos en nuestra vida.

Esa noche me perdí por completo entre el cansancio y una pila de fuertes sentimientos que me agotaron emocionalmente hasta no saber de mí. Germán no pudo conciliar el sueño hasta muy tarde; de hecho, permaneció mirándome gran parte del tiempo, mientras intentaba sobrellevar todo ese mar de emociones que había acumulado en lo más profundo de su ser. Pensaba una y otra vez en todo lo que había acontecido en los últimos meses, y en lo afortunado y feliz que se sentía de haber aceptado esa misión en aquella dura época de su vida, una época en la que jamás imaginó que el amor le llegaría de esa forma completamente inesperada.

Por supuesto, no todo era tan malo; es decir, al observarme, no solo pensaba en el pasado, sino que también nos imaginaba en el futuro. Germán quería realmente que fuera parte de su vida, así que estaba analizando seriamente pedir su cambio y establecerse ahí, comprar una casa y que viviera con él en vez de permanecer en el campus. Eso ya lo había estado considerando desde mucho antes, porque su trabajo como agente encubierto dentro de la universidad en algún momento terminaría, y ese momento había llegado... Estaba preocupado por muchas cosas, pero principalmente porque no sabía si aceptarían su petición y porque no imaginaba cuál sería mi reacción si era rechazada. Pensó en todo, en las posibilidades, los pros y los contras, y aunque al final tenía muy claro lo que quería hacer, tan solo faltaba escuchar mi opinión y saber mi respuesta.

A la mañana siguiente, un fuerte sonido nos despertó. Era la voz de un soldado que pedía a todo el personal que se integrara en la sala principal de la base, donde se recibirían nuevas órdenes en torno al caso para esclarecer ante los medios y en un comunicado de prensa los detalles sobre la exitosa misión que había logrado poner a disposición de las autoridades a uno de los criminales más peligrosos de los últimos años y a todo su séquito. Con el paso del tiempo, se había ido sustrayendo información sustancial para lograr capturar a cada uno de los cómplices aliados a esa red de delincuencia organizada, que operaba principalmente en universidades de prestigio a través de sus fraternidades.

Despertar fue confuso, mi mente divagaba. A pesar de que todo estaba bien, de que toda esa pesadilla había terminado, no lograba sentirme en paz. Quería ver a mi primo, pero en ese momento era imposible. Aunque Germán trató de ejercer su influencia a través de sus superiores, no nos fue permitido verlo, al menos en ese momento. Y es que Gabriel, además de encontrarse en recuperación por su estado crítico, era custodiado y vigilado día y noche por ser considerado testigo potencial y víctima clave de suma importancia: con su testimonio, sellaría una fuerte victoria ante los tribunales, que no dudarían en condenar con cadena perpetua a cada integrante de esa aterradora secta satánica; algunos incluso podrían encontrar en su camino la pena de muerte.

Por supuesto, uno pensaría que los únicos que podían verlo para ese entonces serían sus propios padres, pero mis tíos —que vivían en San Francisco, California— no tenían la menor idea de lo que estaba sucediendo con su hijo. En cuanto a nosotros, específicamente a mí se me había prohibido estrictamente que diera aviso a mi familia sobre lo acontecido, hasta que Gabriel estuviera recuperado y listo para dar su declaración.

Como era de esperarse, la noticia se regó como pólvora no solo por el condado, sino por todo el país. El acontecimiento había sido bautizado como «la matanza del paraje rosado», titular que acaparó cada medio impreso y noticiero televisivo, logrando cruzar fronteras y océanos, y causar gran impacto y conmoción a nivel mundial.

En realidad, no pude hacer mucho ese día, tan solo permanecer resguardado y esperar a que todo esto terminara. Los siguientes días fueron un total caos: padres de familia comenzaron a cuestionar la seguridad de la universidad, así como a poner en duda el trabajo y la reputación del señor Trent. Pero gracias a un comunicado emitido por las autoridades estatales, el FBI y la Interpol, los focos de atención volvieron a centrarse en los detenidos y en el testigo clave que aún no daban a conocer. Una ola de protestas se desató en contra de los asesinos de Bruno Giesler y de todos los desaparecidos bajo las mismas circunstancias en años anteriores, a quienes ya comenzaban a vincular con dichos acontecimientos.

LA PRIMERA VEZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora