CAP 6. TRAICIÓN A LA MORAL

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El amor es eso que te hace sentir libertad total al expresarte tal cual eres y desde el fondo de tu ser a través de las acciones, de las palabras e incluso con la mirada, pero también es esa parte que, si no se sabe controlar, puede liberar a tus demonios y desatar el mismo infierno en ti y en el mundo de los demás, incitándote a cometer las más dementes atrocidades guiadas por los bajos instintos.

Todo era extraño, no sabía qué pensar, no pude contestarle, así que me levanté de la cama para ir hacia la ventana, dejándome llevar por la fuerte sensación que tenía. Algo me decía muy en el fondo que no era cierto, pero, a la vez, la inexplicable e intensa atracción que sentía hacia él me hacía dudar. ¿Cómo diablos recordarlo o saber si era cierto? Ni siquiera sabía nada de mi pasado o de mi vida, pero tampoco entendía eso tan grande que él me hacía experimentar. Simplemente dejé que la confusión actuara impulsivamente.

—Sé que para ti esto es muy confuso, para mí está siendo muy difícil, no tienes idea de cómo me está consumiendo. Verte aquí inmóvil durante varios meses sin saber si despertarías o no... y finalmente, cuando lo haces, no sabes quién soy... —expresó con gran angustia—. ¡Lo mejor será que me vaya! —Se levantó para dirigirse hacia la puerta.

—No, espera, no te vayas. Disculpa si no he sido agradable contigo, pero entiéndeme, no sé quién eres, ayúdame a recordar, tengo miedo, mucho miedo. Me siento en blanco, vacío, perdido.

Se acercó y me abrazó, y su aroma se impregnó en mi cuerpo, despertando en mí un deseo incontrolable. Sus manos recorrieron mi espalda hacia mi cintura, mientras que las mías se aferraban a su espalda para después tomar su cabello entre mis dedos.

No pude hacer caso omiso a lo que sentía, me había dado cuenta de que a pesar de que no recordaba nada, él movía intensamente mis emociones, él hacía que de alguna forma naciera esa necesidad de protección y me revivía algo muy en el fondo. Y yo, simplemente, me estaba dejando llevar sin saber absolutamente nada.

—Tengo que irme.

—¿Por qué?, apenas llegaste.

—Lo sé, pero no tarda en llegar tu familia y ellos no saben de lo nuestro, así que por favor no les menciones que estuve aquí.

—¿Por qué no saben?

—Ahora no puedo decirte más, solo confía en mí, por favor.

—¿Y cuándo te voy a volver a ver?

—Te darán de alta mañana, viernes diecinueve por la mañana. Te veo a las cuatro p. m. cerca del lago que está en tu casa; busca la lancha en ruinas, ahí te estaré esperando.

Abandonó el cuarto de hospital dejándome muy inquieto, deseaba irme con él en ese momento, pero no podía, al menos no todavía. No entendía por qué, pero me sentí contento, emocionado. Mi corazón palpitaba fuertemente, mis pensamientos vacíos se enfocaban en su mirada, en su persona... simplemente en él.

DOS DÍAS ANTES

Una vez que el doctor en turno me diagnosticó en su primera impresión con pérdida de memoria, Gabriel salió del hospital presuroso, dejando que una enfermera estuviera al tanto de mí, mientras que el doctor daba aviso a mi familia que milagrosamente había salido del coma. Sin embargo, Gabriel pudo localizar a mi madre antes que el doctor para llevar a cabo el que sería un plan casi perfecto.

—¡Aló!

—Tía July, soy Gabriel.

—Hola, mi niño, ¿qué pasa?, ¿está todo bien?

—Sí, tía, todo en orden, las cosas siguen igual, pero tengo un pequeño inconveniente.

—¿Qué pasa, hijo?

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