CAP 5. RENACIMIENTO

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Hay momentos en la vida que jamás se olvidan, momentos que marcan y dejan huella, están aquellos que solo son instantes, pero que duelen y dañan, y también aquellos que intentamos repetir u olvidar. Todos son momentos, simples y buenos o malos momentos.

Caminaba sobre un pastizal muy verde que no podía tocar, estaba como flotando o volando. Había un extenso lago lleno de agua cristalina que, a lo lejos, se hacía notar con un brillo deslumbrante reflejado por la luz del sol radiante. Las nubes eran blancas, y las aves se mecían con la suave brisa que rozaba delicadamente las hojas verdes de los grandes árboles que rodeaban el camino hacia el agua. Corría desesperado y brincaba fuertemente para así poner los pies sobre la tierra, pero no podía, lo intentaba y no lograba conseguirlo. En mi sueño percibía la soledad, nadie estaba a mi lado, solo yo, ese lago y las aves. Comenzaba a sentir mucha tristeza, y las nubes se agitaban tornándose color gris casi negro, una fuerte tormenta caía con intensa furia, y de repente ya no había aves, ya no había nada y el agua no me tocaba; llovía fuerte sobre mí, pero no me mojaba, era como si fuera invisible, pero yo me podía ver a mí mismo.

 Comenzaba a sentir mucha tristeza, y las nubes se agitaban tornándose color gris casi negro, una fuerte tormenta caía con intensa furia, y de repente ya no había aves, ya no había nada y el agua no me tocaba; llovía fuerte sobre mí, pero no me mo...

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Pasaron un par de horas para que finalmente mi madre y hermana pudieran verme. Tanto Braulio como ellas se encontraban a mi alrededor y me observaban con gran dolor. Mi amada familia, sin poder expresar palabra alguna, era cobijada por todas esas emociones que causaban impotencia, tristeza y desconsuelo al saberme vivo, pero perdido en ese lugar del que solo Dios sabría si me permitiría volver.

—¿Crees que tu hermano algún día salga del coma, hijo? —preguntó mamá con gran pesar.

—Eso espero, madre, el golpe que recibió en la cabeza fue muy severo, pero tengo fe en que él es fuerte y que luchará por regresar con nosotros en algún momento —contestó Braulio mientras me observaba nostálgico.

—Es que todavía no puedo creer cómo sucedió todo esto, por más que trato de entender qué fue lo que pasó, no logro concebir una respuesta a esta desgracia. ¿Qué fue lo que motivó a mi angelito a salir presuroso de casa?, ¿por qué tomó mi carro sin avisar siquiera a dónde iría?

—Tranquila, mamá, no te angusties más por esas cosas, lo importante es que mi hermanito está luchando por su vida, y sé que pronto esta pesadilla acabará —dijo Jenny.

—Tienes razón, hija, eso es lo de menos, tu hermano es fuerte y le queda mucha vida por delante, estoy segura de que no se dará por vencido, ¿verdad, mi cielo? Sé que me estás escuchando, mamá te ama, y aquí estamos tus hermanos y yo cuidando de ti y esperándote para cuando decidas regresar. ¡Te amo, mi cielo! Eres mi pequeño y tienes que ser fuerte, luchar para venir con nosotros, aún no es tiempo de que te vayas, hijo mío —me susurró con gran dolor suavemente al oído.

—Madre, hay algo que tengo que decirles.

—¿Qué sucede, hijo?

—Es que... —Dudó por un momento—. Es que yo soy el culpable de este infortunio. —Un gran y acumulado llanto inconsolable desarmó a mi hermano, que se había estado aguantando desde el momento en que me había atendido en el quirófano.

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