Pecas Anaranjadas

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— ¿Cómo han estado las cosas? —apartó un poco la silla de la mesa, reclinándose ligeramente en está.

—Como siempre, aunque luego de tu adopción, yo pasé a ser el mayor.

Manuel intentó sonreír, pero fue tan leve que la sonrisa quedó para sus adentros. Comió un poco del helado que el contrario había comprado para ambos.

—Vamos... No es tan malo. Para los cumpleaños compran pastel para todos.

—No trates de animarme, Miguel. Ambos sabemos que desde que te fuiste, posiblemente no has dejado de comer.

Una risa nerviosa brotó del chico de ojos dorados, mientras sus manos se acercaban a su estómago por inercia.

Sabía a lo que realmente se refería Manuel.

Su vientre estaba al hinchado, podría tomarse como que comió mucho. Pero la actitud protectora que tuvo el moreno, mientras su mirada se tornaba más dulce, terminó de convencer a Manuel de que su teoría estaba en lo correcto.

—Solo han pasado cinco meses desde que cumpliste dieciocho, no puedo creer que ese Primario trabajara tan rápido.

Aunque evitaba el contacto visual al hablarle, sabía que Miguel lo observaba con pena.

—Pero viendo todas las libertades que te da... se nota que te ama.

En respuesta, el chico se ruborizó. Asintió mientras sonreía con torpeza y luego se dedicaba a comer un poco más de helado.

Manuel aún recordaba como Miguel y su pareja se conocieron.

El Primario tenía unas hermosas y redondeadas manchas pequeñas -similares a pecas-cubriendo las zonas de sus pómulos. Era de un color amarillo un poco oscuro.

Fue el jefe de Manuel, cuando este trabajó como reemplazo de un mesero en un restaurante.

Tuvo unos problemas con un cliente, quien comenzó a acosarlo. Manuel sabía bien que en sus trabajos no podía usar ningún tipo de respuesta hostil.

Además, debido a su naturaleza, no tenía derecho a quejarse.

A la salida las cosas empeoraron, un golpe en el estómago del castaño lo dejó sin aliento.

Mientras perdía el equilibrio, escuchó la voz de su jefe, alejando al Secundario.

Fue tan amable, que Manuel no podía fiarse del todo en sus intenciones.

Solo cuando ya estaba en el orfanato, sano y salvo, pudo terminar de creer la gran premisa.

Un Primario estaba siendo amable con él.

Miguel salió a recibirlo y entonces se encontró con el mayor.

Su nombre era Francisco.

Sus marcas doradas eran idénticas a las anaranjadas oscuras que también descansaban sobre las mejillas de Miguel.

Miguel era un caso particular. Si bien era Secundario, era el único de cuatro hijos primarios. Para sus padres, abandonar a su hijo era una mejor opción que bajar en la escala social.

También, el Secundario era muy supersticioso, tenía varios tréboles de cuatro hojas secándose entre las páginas de los libros que Manuel le prestaba.

El castaño comenzó a creer en la suerte, ya que no había otra explicación para semejante golpe de esta.

Miguel encontró a su pareja predeterminada.

— Ven a visitarnos cuando cumplas la mayoría de edad, Manuel... eres como mi hermano. Estoy seguro de que hay algo que podamos hacer por ti.

Finalmente, el joven Manchado alzó la mirada. Su rostro huraño podía parecer molesto, pero luego de vivir con él toda una vida, Miguel sabía que debía tomárselo como un "tal vez".

Solo cuando se despedían, el Secundario se atrevió a acariciar la amoratada mejilla de Manuel. Había tratado de evitar el tema durante la comida, para no tensar el ambiente.

—¿Otra vez te metiste en problemas? Uno de estos días te vas a matar...—le recriminó el chico de cabello azabache, con un tono de voz maternal entremezclado con preocupación.

El embarazo lo estaba cambiando.

—Tenía que. Un Secundario estaba molestando a Tiare...

Como respuesta, solo recibió un suspiro resignado de su mejor amigo.

—Manuel, escucha. Si alguna vez necesitas ayuda, sabes que puedes contar conmigo.

Manuel no respondió. Solo hizo un pequeño gesto apretando los labios y estrechó la mano de Miguel en señal de despedida.

Una vez más aliviado por la muda afirmación del Manchado, Miguel llamó por celular a su pareja para que lo fuera a recoger.

Manuel había dudado. Por un lado no quería molestar a su amigo, en especial ahora que estaba esperando un bebé. Por otro, ahora que estaba tan cercano a cumplir la mayoría de edad, sabía que cualquiera ayuda sería útil.

Quizás acudiera a Miguel, cuando todo se viera demasiado complicado.

Aunque teniendo en cuenta la casta a la cual pertenecía, todo siempre era demasiado complicado.

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Esto de no ponerse fechas para actualizar en el único fanfic que actualizo relativamente rápido.(?) 

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