Capítulo 3

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Coruscant, pocos días después

Abriendo sus ojos despacio, Erisvel salió de su trance de meditación. Se sentía algo fastidiada, pues producto del ajetreo del exterior, había tardado bastante en alcanzar aquel estado. 

Pestañeó varias veces y observó el oscurecido paisaje que la pequeña ventana polarizada de su refugio privado le ofrecía. Era pleno mediodía, por lo que el movimiento vehicular era impresionante.

Pero siempre había sido así en Coruscant. Todo ruidoso, acelerado.

Tomando una bocanada de aire se puso de pie, hizo unos ligeros estiramientos, recogió la suerte de edredón grueso en la que había estado sentada, y comenzó a doblarlo con cuidado, mientras reflexionaba sobre todo lo ocurrido días atrás.

Era más que obvio que algo no estaba del todo bien con esa operación, pero por muchas vueltas que le diera al asunto, no lograba dilucidar qué exactamente.

¿Quién era ese Sith que había hablado con ella luego del ataque? ¿Qué había querido decir con sus últimas palabras? ¿Acaso la incursión a Korriban tenía algún otro propósito oculto? ¿Por qué Darok había actuado de esa manera tan extraña?

Esas eran sólo algunas de las muchas preguntas que rondaban por su cabeza.

Terminó de doblar la prenda aterciopelada, la situó sobre un solitario mueble, y salió de la estancia, no sin antes activar las cortinas de hierro con un botón que se hallaba a un lado del marco. La habitación se sumió a oscuras despacio, mientras el mecanismo iba tapando la luz del sol.

Un calzado cómodo la aguardaba en el pequeño pasillo. Se lo colocó y avanzó por el pasaje hasta llegar a su propia habitación, donde la esperaba el traje de Guardián colgado sobre una especie de maniquí de metal.

No pudo evitar quedarse parada en el umbral y observarlo fijo, sin mover un solo músculo.

Los minutos pasaron. Mientras más lo miraba, la sensación de que el atavío era una persona totalmente diferente se asentaba en su pecho casi a golpes.

Pero así era, ¿No? Sin ese traje era Erisvel Zilah, Sombra Jedi, que había "muerto" en el enfrentamiento final con Darth Malgus, en la Batalla de Illum.

Con esas vestiduras era la Barsen'thor, Guardián de la Orden Jedi, una "persona sin rostro", como muchos solían decir entre susurros.

No puedes cambiar el pasado Erisvel, ni tu presente... Pero al menos hemos podido darte la chance de elegir tu futuro...

Las palabras de la Maestra Satele hicieron mella en su memoria.

Esa había sido su elección... Ser una persona sin rostro.

Cerró sus ojos un momento y suspiró con pesadez. Se acercó al traje y se agachó, tomando las botas marrones con la intención de comenzar a vestirse. Un poco raro, si... Pero como usaba una falda larga encima de algún pantalón fino como el que llevaba en aquel momento, no había necesidad de empezar por ella u otra pieza.

Mientras calzaba las botas, sus pensamientos viajaron de forma inesperada al hombre que había estado con el Coronel Darok cuando ella fue en busca de respuestas. 

Con sorpresa, descubrió que tenía un recuerdo bastante claro de él.

Alto, más que ella. Cabello castaño y corto, piel trigueña algo clara. Estaba vestido de forma casual, con una linda chaqueta roja; remera, pantalones y botas de un color oscuro. Sus ojos claros denotaban la misma seriedad que su rostro de facciones bastante... Apuestas, si era sincera.

Los discretos implantes cibernéticos que podían verse sobre su ceja izquierda, sólo aumentaban su atractivo...

Sacudió la cabeza de pronto, preguntándose por qué estaba pensando en él de esa forma. Sólo era un simple espía más de la República, uno de muchos que la SIS tenía bajo su comando.

Por más estructurado y experimentado que hubiera parecido en ese momento, Erisvel sabía que no debía fiarse de las apariencias. Podía resultar ser en realidad un completo idiota, o... Alguien que si sabía cómo hacer su trabajo.

Podría ser cualquiera de esas dos opciones...

Un repentino ruido tintineante, proveniente de la suerte de salón principal, puso un abrupto fin a su línea de pensamientos.

Sin darse cuenta, su sable de luz ya había volado desde la cama hasta su mano. Con rapidez abismal se colocó la máscara, y arregló los detalles lo mejor que pudo. Aún debía ponerse casi todas las piezas de su armadura, pero no podía perder tiempo.

El casco tendría que bastar para ocultar su identidad.

Otro ruido más audible. Erisvel no pudo evitar que su corazón retumbara en su pecho con más rapidez de la normal, pues su inesperado huésped era el primero en irrumpir en su refugio privado.

Y nadie, absolutamente nadie sabía de ese lugar. Ni siquiera el Alto Consejo Jedi.

Lo que sólo significaba que quién había entrado allí, sólo tenía malas intensiones.

Apretó el agarre en el mango, sabiendo que el espacio para pelear con un sable de luz de dos hojas era demasiado limitado. Decidió que cuando tuviera que pelear, encendería sólo una de ellas, para evitar lastimarse a sí misma de forma innecesaria.

Dando pasos lentos y silenciosos, salió de la habitación. Con cada pisada prestaba atención a cada minúsculo sonido. 

Rogó porque estuviera siendo tan sigilosa como creía.

Tras unos momentos, llegó al umbral que conducía a la sala principal. En ese momento podía escuchar con toda claridad como el intruso caminaba con pasos despreocupados, curioseando probablemente.

Apretando los labios, Erisvel cerró sus ojos un momento, contó hasta tres...

Uno.

Dos...

Y lo siguiente que pasó fue a una tremenda velocidad.

Erisvel rodó por el suelo, localizó al invasor, que ya estaba efectuando un movimiento y extendió ambos brazos, concentrando la Fuerza en él. Funcionó, y en un abrir y cerrar de ojos, el inesperado visitante se encontraba estampado contra la pared tras él.

Viendo que el atacante, un ser masculino a juzgar por la forma de su cuerpo, no era sensible a la Fuerza, descartó la idea de encender el sable... Al menos por el momento.

Aprovechó la confusión del sujeto, que farfulló una maldición al tiempo que intentaba liberarse, y lo analizó en detalle, para localizar cualquier tipo de arma que pudiera estar escondiendo entre sus ropas.

Extrañada, observó que no llevaba armas visibles a la vista: no cuchillos, ni espadas, ni granadas... Era un hombre vestido de forma bastante casual, con ropas oscuras y una especie de "pasamontañas" cubriéndole. Sólo dejaba ver sus ojos. 

Unos ojos claros que ella ya había visto (y pensado) antes. Y que en ese momento la estaban mirando con suma atención.

Lindo lugar el que tienes aquí, Barsen'thordijo él con estudiada jovialidad, confirmando así las sospechas que Erisvel tuvo al ver esa mirada azul.

El "simple espía de la República" se hallaba en su refugio, frente a ella.

Un cosquilleo recorrió sus brazos, sorprendiéndola.

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¡Habemus internet! Después de casi dos días sin poder conectarme, al fin lo he logrado. En verdad lamento la tardanza :(
Espero que lo hayan disfrutado, mil gracias por leer esta historia ^^


La Jedi y el EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora