Epílogo

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Las calles de Santiago, para esta temporada, siempre era un caos. Era invierno, la temperatura era baja y días eran lluviosos. Las clases estaban por terminar, para darle bienvenida a las vacaciones de invierno. Los extranjeros tomaban sus vuelos un mes antes, para poder ahorrar sus pasajes.

Era dos de julio, cuando Kate se había levantado esa mañana, con un estómago rugiendo por comida. El reloj que se encontraba en su mesita de madera, que estaba a un lado de la cama, marcaba las 08:15 am. Era sábado, por lo que no tenía clases, hasta el lunes.

Habían pasado dos años, desde que se había graduado de la Academia Allende en Iquique y también dos años, desde que se había mudado a Santiago, a estudiar en la Universidad Bernardo O'Higgins. En el último examen de aceptación universitario, le había faltado puntaje para estudiar medicina, así que opto por estudiar Tecnología Médica que se acercaba a lo que ella le gustaba, pero de todos modos, era muy feliz.

Kate recordaba que su madre había estado llorando por casi media hora cuando le dijo que se iba a Santiago y los otros treinta minutos, metiendo preservativos en su maleta.—No quiero ser abuela, no quiero bebes, no quiero guata— Decía su madre una y otra vez. Extrañaba a su madre, pero a fin de mes la vería y sobre todo a sus amigos. Y recordó a Chandi—su compañero y también su amiga.

La última vez que hablaron, fue hace una semana, Chandi rendía los últimos exámenes en su universidad. Se encontraba en tercer año de psicología, al igual que ella, exceptuando la carrera de psicología. Chandi siempre quiso estudiar esa carrera. Ella se había quedado en Iquique, con su pololo Nicolás. Es increíble que hayan durado tanto. —Pensaba Kate­—aunque, una chica como Chandi, cualquiera dudaría—es una chica adorable—Kate sentía como sus ojos se cristalizaban—oh por dios— no quería llorar ahora.

Hoy será un nuevo día—se decía Kate. Así que se ducho, se arregló, se puso sus botas de agua favoritas, últimamente ha estado lloviendo mucho. Tomó su paraguas y salió del departamento.

Santiago era un caos, en cualquier estación del año, cualquier chileno sabía eso y también Kate. Como vivía cerca de varias cafeterías bastante buenas, había decidido almorzar afuera, en lugar de prepararse ella la merienda. Había una doblando la esquina llamada "Cafetería La Rosa" Su café era delicioso y era la cafetería favorita de Kate. Desde que llego siempre iba a ese lugar y se tomaba una taza de café de canela con unas donas de vainilla. Hoy quizás elegiría un sándwich.

Kate había adivinado con el clima, estaba lloviendo y la gente ya se estaba mojando. Kate abrió su paraguas y se lo puso encima, cubriéndose de la lluvia. Debía tener cuidado, pues la gente no veía mucho con ellos y siempre terminaban empujándote. Kate intentó no chocar con alguien. Pero sus deseos se vinieron abajo cuando choco con una persona, botando su paraguas al piso.

Kate estaba por tomar su paraguas, cuando el sujeto que había chocado con ella se la adelantó.

—Disculpe... no veo mucho con....

No puede ser...

Era Jaasiel.

Traía un paraguas. Tenía una bufanda larga de color negra, una chaqueta larga de color mostaza, debajo de ella un suéter de color burdeo, unos blue-jeans ajustados y unas botas negras de agua.

Kate lo miro por unos segundos, el tampoco dijo nada.

Y se dio cuenta, que en todo este tiempo, lo había estado olvidando, hasta ahora.

—Hola Kate—Jaasiel sonrió y le entregó su paraguas.

—Jaasiel... que haces aquí—dijo confundida.

—Estudio aquí— dijo subiendo los hombros.

—ohh me alegro, que bien por ti—todavía no podía comprenderlo. De tantos lugares del planeta...

—¿Y tú? Todo bien? —dijo mirándola

—si... todo excelente.

Ambos se quedaron en silencio.

—Pues ya debo irme, tengo que ir a desayunar. — dijo rompiendo el silencio.

—¿De verdad? —Dijo sorprendida—yo también

—¿A cuál vas? —preguntó Jaasiel

—A la cafetería la rosa

—Ohhh de verdad!!, yo también, su café es lo mejor—dijo emocionado.

Kate se sorprendió

—Siii es el mejor.

El silenció volvió.

—Kate—la llamo.

Kate lo miró a los ojos.

Jaasiel se detuvo para mirar esos ojos café claros y pensó—¿Cuánto tiempo debía pasar para volver a verla?

No lo pensó dos veces y contesto.

—Quieres continuar esta conversación en la cafetería.

Kate miró esos ojos.

Hace un tiempo, se habría dicho, que esa mirada y esa sonrisa le traerían problemas, pero ahora, sus ojos la miraban diferente y su pequeña sonrisa, anunciaba de todo.

Menos problemas.


Esclava de tus mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora