Capitulo 26.

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STEPHEN.

Me removí en mi lugar. Perdí la noción de donde me encontraba cuando me acomodé en su pecho escuchando los látidos de su corazón.

Lentente me incoporé estirando mi cuerpo. Lo poco que conseguí dormir descansé, definitivamente ayer saturé no podía aguantar más.

Y ella tuvo que presenciarlo todo.

— ¿No has dormido? — la atrajé a mí.

Negó observando como salía el sol. Imité su acción acariciando su cabello, algunos mechoes se enredaban en mis dedos.

Al tirar de ellos se quejaba golpeando mi mano. Sé que probablemente se pasó pensando en si hizo bien en contarme, a pesar de estar dormido la escuchaba.

« no debí hacerlo. » Se estuvo repitiendo a ella misma, a lo que yo no estana de acuerdo.

Debió contarme la misma noche que sentí sus labios por primera vez. Ahora encajaba poco a poco, entendía por qué salió corriendo.

Su cuerpo se levantó, agarré su mano impidiendo su paso.

— Déjame. Quiero ir al baño. —  chasqueé la lengua tirando más de ella para pegarla a mí nuevamente.

— ¿Así es como me das los buenos días? — susurré tocando con mi nariz parte de su labio.

Su semblante cambió, se acomodó en mi regazo suspirando pesadamente.

— Ni se te ocurra. —  advirtió.

Corrió hacía el baño cerrando la puerta. Escuché como se cepillaba los dientes, sonreí.

Lo que más deseaba era besarla, da igual si estaba recién levantada. Tenía una ligera obsesión con ese tema, la otra vez hizo lo mismo.

A la vez que ella salió del baño apresurada y esquivándome entre yo. Necesitaba una buena ducha.

» Abusaron de mi con 6 años. «

Sus palabras se recordaron en mi cabeza, se repetían constantemente junto a la imagen de su rostro lleno de lágrimas.

Aumentando mis ganas de volarle la cabeza a ese hijo de perra.

Cerré bruscamente el grifo, coloqué unos pantalones míos que encontré hurgando en el armario. Bajé hasta llegar a la cocina donde salía un agradable olor.

— Quiero mi beso. — me posicioné tras ella susurrando suavemente en su oído.

Ladeo su cabeza hacia ambos lados, se acabó.

La gire elevándola en mis brazos y estampe mis labios a los suyos, sus besos me volvían adicto. Siempre quería un poco más de ella.

Sus manos se sujetaban en mis brazos acariciándolos suavemente mientras mis manos apretaban su trasero, es irresistible.

— S.. se.. —  la callé acortando la distancia que interpuso entre nosotros.

— ¡Se quema idiota! — dijo muy rápido sobre mis labios.

Apagué el fuego lo más rápido posible, no me había fijado en la cantidad de humo que nos comenzaba a rodear.

Después de vario rato arreglando el desastre que se formó allá dentro me senté junto a Madison en el sofá.

Desbloqueé mi móvil para ver el mensaje de mi amigo. Entré en galería para ver la imagen que había mandado; el culo de una  sobre su cama.

Madison tambien miraba la foto. Enseguida la borré, apretó sus labios pasándome el mando de la televisión.

— El tuyo es indiscutiblemente mucho mejor. —  rodee con mis brazos su cuerpo apoyando mi barbilla en su hombro.

Dejé mi teléfono s su lado. De un momento a otro pasaba fotos de mi galería, me miró por encima del hombro negando.

— ¿Tú también le mandas fotos de ese estilo? —  negué con una sonrisa.

Estaba buscando alguna imagen echada por mí. Mi sonrisa se esfumó al ver la siguiente, ella y Laia dormidas.

Fué la primera noche que paso en mi casa. Se veían tan tranquilas que no dudé en hacerla, guardando el momento.

Unos minutos estuvo en silencio observando la foto, no sabía cuál sería su reacción aunque tampoco era nada malo.

Veo como da a las opciones de la foto en la cual salía eliminar, rápidamente le iba a quitar el móvil cuando vi que la puso de fondo de pantalla.

— Mejor. No seas tan egocéntrico. —  echo su cabeza hacia atrás apoyándola en mi pecho

Suspiré mientras algo dentro de mí se removía, eso que solo ella me hacía sentir cuando estaba cerca.

Su hermano apareció por la sala con una cara de frustración y azotando cada cosa que había a su alrededor.

Nada más acercarme a él me lleve el primer golpe, por esto mismo no dejaría que se acercara ella.

Si la golpeaba tendría que matarlo.

Sus puños fueron estrellados hacia la pared, dos y tres veces.

Cansado de la situación detuve su puño antes de que repitiera la misma acción, le di un leve empujón y su vista quedó clavada en mi.

De un momento a otro todo permanecía en silencio sólo nuestra miradas se encontraban, estaba drogado.

— ¿La pared o tú? Elige. — levanto su brazo en modo de advertencia para que me apartase, pero no lo iba a hacer.

Su puño viajó hacia mi cara y por instinto cerré mis ojos esperando el golpe, nunca llegó.

— Tócale y tendremos problemas Nicholás. — Enfrentó a su hermano sujetado su mano.

— Papá viene de camino, y no está contento con nosotros. — gritó desesperado.

— Aquí lo esperaremos. Empieza a afrontar las cosas como un jodido hombre. — sentenció empujandolo lejos de mí y de ella.

Su hermano desapareció dejándonos en un profundo silencio, siempre había alguien que tenía que venir a joder en el momento menos adecuado.

Inspeccionó mi rostro mirando donde los nudillos de este visitaron mis pómulos, le dedique una sonrisa para que no le diera importancia.

— Lo mato si te vuelve a tocar. — dijo entre dientes.

Me fijé del collar que colgaba en su cuello, lo había visto antes en algún lugar. Pero mi mente no me dejaba recordar exactamente donde.

– ¿Porque siempre lo llevas? Es el mas sencillo que tienes. —  pregunté agarrandl la fina cadena intentado hacer memoria.

— No sabes el valor que tiene para mi. —  suspiró encaminándose de nuevo al sofá, la seguí y volví a la postura que tenía antes de ser interrumpido.

Ella se quedó mirando fotos y algún que otro vídeo mientras mi mente estaba en otro mundo.

Ese colgante. Lo llevaba aquella pequeña el primer día que sujete una pistola.

Y Judith también tiene uno, lo pude ver aquella noche.

Nada tenía sentido. El apellido Levror apareció por mi mente, demasiadas preguntas sin responder.

Oí mi móvil sonó avisando de un mensaje pero todo parecía tan lejano ante mis pensamientos que no lo mire.

Se levantó mirando la pantalla del móvil con preocupación mordiendo su labio.

— ¿Y ahora q..? —  antes de poder acabar ni siquiera la palabra fui interrumpido.

— Desde cuando recibes estos mensajes. —  hablo sería.

No sé a qué se refería hasta que me enseñó la pantalla donde estaba aquel mensaje:

Tic tac, tic tac... Tu tiempo se acaba.
¿Cuánto estás dispuesto a soportar?

« ... »

JAMES.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora