Encerrada en mi habitación escuchaba retumbar los gritos por las paredes. Tenía los cascos puestos, escuchando música para
relajarme y alejarme de la pelea que provenía del comedor. No sabía cuál era el tema preciso de la pelea pero, como cada día, los minutos pasaban y los gritos no cesaban. Mis padres no se quieren mucho, precisamente, pero yo sé que el motivo de que aún no se hayan separado soy yo. Cuidar a una hija de diecisiete años en pareja no es fácil y menos sólo.Me levanté de la cama y me puse las zapatillas, lista para bajar a la cocina para calmar un poco los humos. Desde que mi hermana se había ido a la universidad yo era la que me encargaba de que esas discusiones no acabaran en más. Bajé las escaleras, peldaño por peldaño, y no fue hasta media distancia que me di cuenta que las palabras a voces de mis padres habían callado para dar paso a un silencio sumamente inquietante. Al llegar me encontré a mi padre, lagrimoso, con una mochila medio vacía encaminándose a la puerta.
-Espera, papá. ¿Qué ha pasado?- le dije preocupada. Pero él no contestó, solo me abrazó y cuando sentí sus brazos envolverme fue como si volviéramos al pasado. Como cuando yo tenía cinco años y nos paseábamos cada sábado, toda la familia por el parque. Cogidos de la mano y cantando canciones juntos. Sólo me dejé resguardar por los brazos de mi padre aunque, seguramente fuera él quien necesitaba más consuelo después de una pelea con su mujer. Pero yo también estaba destrozada, porqué no llevaba ni un minuto en el comedor que ya me había dado cuenta que este día la pelea había sido distinta. Y que no había acabado como siempre sino aún peor. Y las palabras que dijo mi padre al separarse solo sirvieron para confirmar mis sospechas:
-Volveré, ¿sí? - me dijo con voz tranquilizante, como si supiera al 100% que volvería. Aunque por un mínimo momento se le quebró la voz firme y decidida y dio paso a una muy asustada. Pero solo duró segundos hasta que volvió a esfumarse. Sin decir nada más se marcho arrastrando los pies.
Al momento que sentí el fuerte golpe de una puerta cerrándose me derrumbé. Húmedas lágrimas salieron de mis ojos, corriéndome el poco maquillaje que llevaba en mi rostro. Subí las escaleras de dos en dos sin dirigir ni un solo miramiento a mi madre, que reposaba en el mármol de la cocina como si todo lo que hubiera pasado fuera solo una pesadilla. ¿Sería para ella un sueño hecho realidad? Descarté esos pensamientos de mi cabeza, concentrándome en llegar a mi cama. Mi hermosa cama que me chillaba que me dejara caer, otra vez, en sus dulces y acolchados brazos; donde podría por fin descansar. Pero al llegar no fue todo como esperé, no fue cerrar los ojos y hundirme en un sueño profundo, no. Los malos pensamientos me invadieron sin dejarme descansar. Ya tenía una cierta edad, una cierta capacidad de ver las cosas más allá de lo que parecen, más allá de promesas estúpidas que no se cumplirán. Como la de mi padre, otra promesa estúpida, que no se cumpliría. Porqué no hacia falta tener cuatro ojos para entender que él no volvería, que ya no era bienvenido en esta casa. Yo lo sabía y él lo sabía. Pero aún había un poquito de esperanza. Esperanza que retumbaba dentro de mi pecho y que hacía que me mantuviera. Y fue así, con esa esperanza, qué por fin concilié el sueño. Fue entonces cuando por fin cerré los ojos y me dormí.
¡Hola, hola!
Queridos lectores invisibles, podríais, si leéis esta historia comentar que os parece? Seguramente no lo leerá nadie, pero si alguien lo hace que me lo haga saber. Sé que tampoco hay mucho que comentar puesto que solo hay un capítulo, corto y sin ningún hecho interesante. Es el primer capítulo y es para introducir la historia.
Gracias a quien la lea y ya subiré más capítulos. No hace falta que votéis para que continue escribiendo pero, ei, si queréis... vuestro voto es bien recibido.
Ahora me voy a quedar aquí, sentada. Haciendo deberes. Que divertido, no? un viernes por la tarde haciendo deberes. ¡Cada semana lo hago, es mi pasatiempo favorito!
Ok,no.
En fin, nos vemos. Bueno, nos leemos. Lo que sea.
Besos, Clara.
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10 COSAS QUE HACER ANTES DE MUDARSE
Teen FictionCharlie Cooper tiene 17 años. Una vida normal, amigos y está perdidamente enamorada de un chico inaccesible para ella. Pero cuando sus padres deciden separarse y mudarse todo pierde el sentido, hasta que decide vivir sus últimos siete meses en su ci...