Abrí la pesada puerta de vidrio con fuerza y una campanilla sonó. Stephen's había sido nuestra cafetería preferida desde que nos conocimos. Era pequeñita y cuca. Tenía el suelo de madera y las paredes llenas de cuadros minimalistas. Mesas redondas se distribuían alrededor de la estancia y sillones acolchados sin relación alguna entre si estaban al lado de cada mesa. Había flores en cada una de ellas. Y al fondo, una barra con cinco taburetes de colores. Pero lo mejor era el olor a chocolate que se respiraba en cada esquina y la familiaridad con la que te servían cada plato.
-Hola Charlie ¿Cómo va hija?-me preguntó Virgina, la dueña de la cafetería. La conocía de toda la vida y siempre me había cautivado la extraña aura que desprendía y que se impregnaba en las historias que siempre contaba. Su preferida era la de Stephen, un hombre joven pero sabio. Siempre dice que ese hombre sabio tocaba el acordeón en la esquina en frente de la cafetería, en los inicios de esta, hacía unos 50 años. Su música era tan bonita y melodiosa que muchos turistas y gente de negocios giraban en esa esquina para escucharlo tocar sus canciones. Y al girar en la calle, veían el cartel grande y luminoso de la cafetería. Virginia, al encontrarse con muchos clientes de golpe salió a la calle. Quedó enamorada de la melodía de Stephen en el primer segundo y para agradecerle su música, ella cada día le llevaba comida de la cafetería. Después de que las hojas de otoño encontraran el suelo, después de que la nieve tintara las calles de blanco, cuando las flores empezaron a florecer, un músico y una camarera se enamoraron. Y la cafetería pasó a decirse Stephen's, en honor al músico sabio. Tuve la suerte de conocerlo en persona. Su aura era tan cautivadora como la de su mujer, pero tristemente murió. Esa también era mi historia preferida y Virginia era la abuela que nunca tuve.
-Muy bien, Virginia. Buenos días.-busqué con la mirada a Lis y Cristine, y cuando las vi sentadas en la mesa del rincón con sus bebidas calientes entre manos me dirigí hacia ellas. Me senté a su lado y rápidamente llegó Bianca, la nieta de Virginia, que hacía de camarera.
-¿Lo de siempre Charlie?-asentí con una sonrisa. Siempre que iba allí solía pedir "la bebida Charlie", como lo llamaba Bianca, porqué me la había inventado yo. Medio café, medió chocolate caliente con un toque de canela y pequeñas nubecitas encima. En seguida llegó y cuando Bianca nos dejó solas otra vez abordé el tema por el que estábamos allí.
-He tenido una idea. Ayer pensando en una frase que me dijo Jason me di cuenta de todas las cosas que me gustaría hacer antes de irme de esta ciudad y que no he hecho hasta ahora por miedo o, simplemente, pensando que una cosa iba a estar allí siempre no me había dado cuenta de lo importante que es.
-¿Qué has pensado?-Dijo Lis curiosa. La conocía bien y le veía los ojos rojos y tristes, de haberse pasado rato llorando. Pero también sabía que ya lo había asimilado y como yo, quería aprovechar al máximo el tiempo que nos quedaba. Cristine, en cambio, desató su furia contra mi madre cuando la noche anterior les había contado todo. Pero, a pesar de eso, también lo aceptaba y quería lo mismo que nosotras aunque no lo demostrara.
-Siete palabras:10 cosas que hacer antes de mudarse.
-¿Como aquellas listas que hace la gente de 10 cosas que hacer antes de morir pero cambias morir por mudarse?-dijo Cristine pensando.
-Exacto.
-Me gusta- dijeron Cristine y Lis al unísono. Solía pensar que se comunicaban telepáticamente porque muy a menudo me respondían a la vez con la misma frase, pero cada vez que se lo comentaba se reían a carcajadas y se limitaban a decir lo mucho que les gustaría que eso fuera verdad.
Decididamente saqué de mi mochila una libreta y le arranqué una hoja con fuerza, cogí un bolígrafo negro del estuche y bebí un sorbo de mi café.
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10 COSAS QUE HACER ANTES DE MUDARSE
Teen FictionCharlie Cooper tiene 17 años. Una vida normal, amigos y está perdidamente enamorada de un chico inaccesible para ella. Pero cuando sus padres deciden separarse y mudarse todo pierde el sentido, hasta que decide vivir sus últimos siete meses en su ci...