Capítulo 8

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-Charlotte, ven aquí por favor. –me llamó mi madre, pero no lo dijo en ese tono autoritario que usaba siempre sino suplicando, como un cachorrito hambriento. Estaba en el sofá y ella en la cocina, me levanté perezosamente y me senté frente a ella.

-¿Qué quieres ahora?

-Esto no puede seguir así, te hecho de menos hija. –dijo triste.

-¿Ah sí? ¿Me hechas de menos? ¿Qué exactamente? ¿Echarme la bronca si se me olvidaba poner un cubierto en el lavavajillas? Espera ¿O no dejarme salir nunca con mis amigas? ¿Hechas de menos pelearte con papá? –dije sintiendo la ira hirviendo dentro de mi. Me iba a separar de todos mis seres queridos, de mi ciudad, de todo y quería que todo volviera a ser como antes. Y aunque la perdonara por eso no podía perdonarla por lo dura que siempre había sido. Había hecho demasiadas cosas por las que perdonar.

-He sido dura, lo sé.

-¿Sabes? Qué lo sepas es aún más cruel. Hagamos un trato. Ya me vas a alejar de todo así que déjame disfrutar de mis últimos meses aquí como yo quiera ¿sí?-le dije y ella no tuvo más remedio que aceptar si no quería perderme del todo. Así que aceptó. Me levanté de la mesa y me fui, dejándola sola con sus pensamientos. Me tumbé en la cama y por primera vez en días vi luz al final del túnel de oscuridad. Tenía un objetivo: completar una lista llena de retos casi imposibles.

***

Pasaron las semanas y llegó el 22 de diciembre. La lista seguía sin avanzar. Sólo había hecho intentos fallidos de hablar con Jason. Intentos porque aunque había conseguido hablar con él unos minutos era solo de los deberes y cuando el tema cambiaba de rumbo hacia lo personal él terminaba con la conversación. Con todos los exámenes de final de trimestre no tuvimos tiempo de pensar en nada más y con la llegada de las vacaciones llegó el día de la Tradición, aunque casi se me olvidó.

Salí de clase diez minutos más tarde, ese día, porqué la profesora de física quiso hablar conmigo. Aunque no escuché nada de lo que dijo. Lo intenté, lo prometo, pero mi mente solo se concentraba en la llegada inminente de vacaciones y en irme a casa y comer montones de pizza y helado con mi hermana, que llegaba esa tarde después de 3 meses sin vernos. Bueno, a quien quiero engañar, ni lo intenté. Era obvio que física se me daba mal, no le encontraba el sentido en todas esas formulas y problemas. No aguantaba la física, de ningún tipo. Era cierto que me fascinaba el cielo con todas sus estrellas y constelaciones pero no las entendía, ni quería hacerlo. En cierto modo es bonito observar algo que no entiendes, lo hace especial y misterioso. Puede que ese fuera mi problema, que no tenía la necesidad ni las ganas de entenderlo.

-Señorita Cooper, ¿me está escuchando?-dijo la profesora percatándose de mi falta de atención.

-¿Eh?-dije confusa.

-Charlotte, te estoy hablando. Decía que como no te espabiles en el segundo trimestre vas a suspender la asignatura y eso significa que vas a tener que pasarte el verano estudiando.

-Sí, sí. Lo que usted diga, ya estudiaré, o algo, no sé. –Pensé en que igualmente yo no iba a estar allí para las recuperaciones así que qué más daba. Pero luego recordé la lista y uno de los objetivos que me había puesto: sacar un nueve en física.

Que tonta, no debí haberlo puesto-pensé-pero una vez está escrito ya no se puede cambiar.

Miré a la señora Bailey, sus gafas reposaban en el puente de su nariz y la frente se le plegaba en cinco arrugas mostrando su gesto de desaprobación.

-Lo siento, es que es el último día antes de vacaciones, última clase y... esta semana ha sido muy estresante y... solo tengo ganas de irme a casa y descansar. No quiero pensar en física ahora mismo. No me malinterprete, ah.. yo quiero aprobar pero no ahora. Ahora. A-ahora. No sé si me entiende. Quiero decir qué no estoy por problemas chungos ahora.

10 COSAS QUE HACER ANTES DE MUDARSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora