Capítulo 2

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Me desperté por los rayos de sol que se filtraban a través del cristal de mi ventana. Abrí los ojos lentamente, despertándome y activando cada parte de mi cuerpo. Mi mente decía levantarse pero parecía que a mis piernas no les había llegado la orden. Hice amago de todas mis fuerzas para levantarme un lunes por la mañana, alias, el peor día de la semana. Pero el colmo era que en el instituto, cursando primero de bachillerato, a los profesores solo se les ocurría poner las peores asignaturas en los lunes. Con todas las asignaturas más difíciles juntas estos días eran, sin duda, los que más pereza me daba levantarme. Pero al fin lo conseguí. Ese día en concreto me apetecía vestirme bien así que opté por ponerme unos tejanos con rotos y una blusa a rallas. Mis ojos resaltaban ese día, de color miel, a veces un poco verdes. Me miré al espejo, yo sabía que horrenda no era pero también sabía que guapa tampoco. Me peiné el cabello ondulado y rubio y bajé a la cocina. Entonces fue cuando mi cerebro recobró la memoria, por fin. La pelea que ayer se había disputado volvió a mi mente en un flash i toda la pequeña muestra de alegría que pudiera quedar en mi cuerpo se esfumó dejándolo con un vacío enorme en el interior.

Había decidido que no le dirigiría la palabra a mi madre. Ella era la culpable de todo, lo sabía muy bien. La relación con mi madre había endurecido al momento en que mi hermana se fue a la universidad. Ella era su hija preferida y la mimaba mucho, pero mi hermana Sophie me tenía afecto y me cuidaba, por eso mi madre no se metía conmigo. Pero cuando ella se marchó esa barrera infranqueable desapareció y todo el rastro de amor que pudiera tener una madre quedó reducido a cero. Cada día me exigía mucho, las notas, las tareas de la casa. Todo dependía de mi. Mi madre no me dejaba salir aunque mi padre la convenció en un par de ocasiones para que me diera permiso para pasarlo bien alguna vez al menos. Pero esos severos castigos de mi madre dirigidos a mi fueron la gota que colmó el vaso. Mi padre se enfadó con ella y desde ese día discutían muy a menudo hasta que llegaron al punto de hacerlo cada día. Mi madre era la culpable. 

Cogí un bol y lo llené de cereales y lo complementé con una pieza de fruta. Todo iba perfecto hasta que noté la presencia de mi madre detrás mío.

-Charlotte. ¡¿Se puede saber porqué no te has hecho la cama?!- bien, ella iba a actuar como si no hubiera pasado nada, como si el hecho de que mi padre no estuviera en casa fuera irrelevante. Pues yo no iba a ser menos, así que cumplí la promesa que me hice a mi misma, me giré hacia su cara y le dirigí una mirada asesina seguida de la mejor sonrisa falsa que me salió. Me levanté de la mesa sin recoger los platos, cosa que era una tarea obligatoria como hacer la cama, y cogí la mochila. Con paso firme me dirigí a la puerta, cogiendo antes las llaves, y salí cerrándola con un fuerte golpe. Me sentía bien, aunque no lo quisiera admitir había desafiado a mi madre por primera vez en la vida y eso me daba una adrenalina impactante. Con esa repentina euforia me subí a mi moto, regalo de mi padre para mis dieciséis años y regalo que mi madre nunca acabó de aceptar, y me fui al instituto. Estaba un poco lejos de mi casa, a unos veinte minutos andando. Antes de tener moto nos llevaban en coche hasta que mi hermana se fue, cuando yo tenía quince años, que desde ahí me obligaron a ir a pie. Por mi buena suerte mi padre decidió regalarme una moto, bastante simple pero que sirvió y que aún sirve. En esta época del año, finales de noviembre, ya refrescaba y las calles estaban medio oscuras a les siete y media de la mañana. 

Al llegar al instituto y aparcar mi moto disipé a la entrada a una de mis dos mejores amigas, Lis, con un chico. Se estaban besando. Desconocía al individuo que estaba con Lis así que me acerqué y me paré en frente de ellos sin que estos se dieran cuenta. Me aclaré la garganta y ahí fue cuando se percataron de mi presencia, dejando un tono rojizo en sus mejillas al separarse.

-¿No me vas a presentar a tu novio Lis?

-Luego, ¡adiós Aaron! -el chico, un poco lento, no se dio cuenta de la indirecta que Lis le echó porque se quedó parado. Entonces fue cuando ella le dio un codazo en el costado y allí si que se dio cuenta. Se marchó dejándonos solas y una risa apareció en el silencio. Cristine, mi otra mejor amiga, apareció detrás nuestro destornillándose de la risa. Ella era la más loca de las tres y la que más fácilmente se reía. Pasó los brazos por encima de nuestros hombros y dijo:

-¿Así que Aaron no? Me parece que hay alguien que tiene muchas cosas que contarnos... ¡Hey!¿qué os parece si quedamos esta noche en mi casa para estudiar y charlar? Os podéis quedar a dormir. 

-Por mi bien-dijo Lis, pero mi madre nunca me dejaría. Como si me hubiera leído el pensamiento dijo. -¿Te va a dejar tu madre, Charlie?

-No creo, mirad no le quiero hablar nunca más. Ayer mi padre se fue de casa y aún no ha vuelto. Pero lo que si podemos hacer es llamar a mi padre sin pedir permiso a mi madre, él seguro que me dice que sí.- Lo dije sin pensar, dándome cuenta de que eso rompía todos los esquemas de la niña buena que aparentaba ser, ese comentario dejaba entrever la chica no tan buena de mi interior.  A Cristine se le dibujó una gran sonrisa, una sonrisa como la de un niño pequeño antes de hacer alguna travesura. Lis, en cambió, frunció el ceño con desaprobación.

-¡No puedes hacer eso, es tu madre!-replicó ella.

-Ohh sí, sí que lo va a hacer...-dijo Cristine y me miró esperando la contestación- Venga Charlie, no hagas caso a Lis, es demasiado responsable. Va porfa...-puso aquellos ojos de cachorro tan irresistibles.

-Lo haré, ya es hora de desobedecer a mi madre un poquito. Llega la venganza de todas las veces que me he portado bien y aún así me castigaba, ya estoy harta.-dije enfadada- Venga Lis, relájate un poco, ni siquiera es tu madre- continué suavizando el tono.

-Vale va, acepto. -chocamos las manos y nos pusimos a chillar como idiotas, sin darnos cuenta de que estábamos en un pasillo. Cuando nos callamos, con las mejillas sonrosadas, ya era demasiado tarde. Vi a Merland con sus curvas bien definidas, su pelo moreno oscuro ondulado cayéndole por la espalda y puesta en unos tacones de cinco centímetros y con mallas muy ajustadas. A todos los chicos se le caía la baba por ella, tanto que parecían babosas corriendo detrás de ella. Yo, típica chica tímida y introvertida, siempre me callaba. Pero hoy decidí contestarle, fuerte y decididamente mal. 

-Oii, ya están las pequeñitas mariposillas revoloteando por donde no les toca... apartad ¿no veis que tapáis mi luz?- dijo sarcástica al principio y acabó subiendo el tono, creyéndose superior. Mis amigas se callaron y se apartaron, como cada día. Pero hoy no era un día singular, ya había desafiado a mi madre y ahora tocaba a la perrilla de la popular.

-¿Querrás decir que tapamos tu olor a caquita recién hecha con nuestro exquisito perfume no? Venga vete a Mierdalandia un rato. -eso le dolió pero lo disimuló achinando los ojos- Ay, perdona, es que con ese nombre y esa  olor corporal que transmites pensaba que venías de allí. En serio, no quería ofender a una persona como tú... tan especial y deslumbrante...- acabé irónica.  No vi su cara de pasmada ni como meneaba el culo, acercándose a sus secuaces, pero si que oí las últimas palabras que dijo:

-Te arrepentirás de hablarme así.- lo dijo pausadamente y allí fue cuando me di cuenta del estúpido y tremendo error que había cometido. Bajé la cabeza y nos marchamos arrastrando los pies.

Aquí está el segundo capítulo, espero que es guste! Ya ha sido más largo. Si alguien tiene alguna idea para un gift que me diga también y  me gustaría que votarais por favor. Me haría mucha iluuuu!...

 Por favor, el chocolate ya me está afectando. Decidme si queréis que siga y si tenéis alguna sugerencia por 'direct' (claracarlas) 

Adiós chocolatitos... vale ya, hoy he tomado demasiado.

Chocolate, chocolate...solo chocolate. no estoy tan loca...o sí?

Vale, no.

10 COSAS QUE HACER ANTES DE MUDARSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora