Sí, sí que habían empapelado nuestra casa blanca y cuidadosamente cuidada. Todo al contrario del empapelador, en paradero desconocido, que lo había hecho sin nada de cuidado. En el tejado, cientos de tiras de papel de water se encontraban apoyadas en él cayendo abajo, hacia la terraza. Mi madre se había quedado corta. Empapelar no era precisamente la palabra más adecuada para lo que le habían hecho a mi casa, más bien momificaron mi vivienda.
Mi madre, estupefacta delante de la puerta, tenía su largo moreno cabello medio rizado recogido en un moño con media melena. Llevaba una blusa blanca y unos pantalones negros de vestir, un atuendo normal para ir a trabajar. Me la miré, ella me miró a mi, miré a la casa y luego otra vez a mi madre, ella miró la casa y otra vez a mí, así hasta que de su boca salió una sonrisa y luego una carcajada.
¿Qué?
¿Quién era esa mujer y que había hecho con mi madre?
Me acerqué, despacio, con sigilo y con miedo de enfadarla, como una persona se acercaría a un león dormido, en el momento pacífico pero que de un momento a otro se puede volver letal. La miré curiosa:
-¿Mamá?- le dije, ella me miró, aún con la sonrisa en la cara y de golpe, como una adolescente hormonada, rompió a llorar. Y yo, estúpida de mi, la consolé. La abracé como nunca había hecho y me puse a llorar con ella, me desahogué, dejé escapar todas las penas que había contenido. Y así estábamos: madre e hija, hija y madre, delante una casa empapelada llorando, como idiotas, porque el hombre de nuestras vidas nos había dejado, o puede, puede que esa no fuera la razón. Tal vez, mi padre fue el detonante que nos hizo ver todo lo que habíamos hecho mal y que aún hacíamos.
-Hija, tu padre nos ha dejado, se ha ido, para siempre.
-Vaya, que noticia. ¿Sabes mamá? no me había dado cuenta, yo pensaba que papá había ido a por pan.-le espeté, sarcástica, secándome las lágrimas.
-Charlotte, por favor. Esto es nuevo para mi, ya sabes, siempre nos peleábamos, pero nunca se había ido.
-Oh, no me digas. Eso sí que no me lo esperaba, mamá por dios, hoy me das muchas sorpresas.- continué, aún sarcástica.
-Hija, para, déjalo. Estar enfadadas no hará nada, na-da- dijo pronunciando cada sílaba. Pasa, ven, vayamos a casa.
Indicando hacia la puerta esperó a que me moviera, estaba muy enfadada pero le hice caso. Me senté en la mesa de la cocina, en una punta y ella en la otra. Aun estando a esa distancia podía verle los ojos, cristalinos, furiosos y tristes a la vez. Cansados y destrozados. Y en ese instante la entendí, entendí que para ella esto era duro, durísimo. Su marido, el hombre al que aun pelearse siempre había querido, se había ido. Y ella tenía razón, yo tenía razón: él no iba a volver nunca más.
-Quiero que sepas que lo siento, hija, lo siento mucho. Todas las peleas que tuviste que soportar, todos los gritos, ya están, se acabaron. Pero entiéndeme, Charlotte, yo lo quería y aún lo sigo queriendo aunque ya no sea el hombre del que me enamoré. Puedes llamarlo si quieres, puedes estar en contacto con él. Pero tu y yo vamos a rehacer nuestras vidas , tu y yo solas, sin él. En un lugar lejos de aquí, Canadá. Ya has ido, es en casa de tu tío, ya sabes, el tío J...
-Perdona mamá pero creo que estoy escuchando una voz que dice que nos mudaremos y no me deja escuchar lo que me estás diciendo. ¿Lo puedes repetir?
-Charlotte- dijo triste, compadeciéndose.- va en serio.
-Joder mamá, no, me cago en la, no puede ser. ¿me estás vacilando no?
-Hija, no, nos iremos a Canadá, de verdad.
-Que no mamá, que no puede ser, esto es un show para la televisión y ahora me están grabando. ¿Verdad?- la miré y ella negó con la mirada- Hola gente, sé que hay cámaras, a mi no me engañáis, joder.- dije mirando al techo, al borde de las lágrimas- no, mamá, no me digas eso.
-Charlotte, tienes 7 meses para aceptarlo, nos vamos en junio. Empezarás la universidad allá.
-Oh, entonces ya tendré 18, por lo tanto me puedo quedar.-dije casi suplicando.
-Hija yo te mantengo, yo decido. Además, cumples en octubre. ¿Tratas de engañarme? Da igual, nos iremos en junio, las dos, a Canadá con tu tío Joseph.
-Te odio. ¿Has oído? TE ODIO- le dije gritando, llorando, enfadada. La odio, odio como me trata, odio como en cada frase dice hija o mi nombre, odio que me diga Charlotte, odio que prefiera a mi hermana antes que a mi, odio todo lo relacionado con ella, la odio. La odio. -Ojalá la que se hubiera ido fueras tú.
Me arrepentí de decirle aquello, me arrepentí al instante en que me giré y le vi la cara. Sus ojos hundidos, tristes, sus labios encorvados hacia abajo. Le había golpeado los trocitos de su ya corazón roto, le había abierto la herida, que desangraba en lágrimas silenciosas. Mamá, no te odio. Odio lo que estás haciendo. Pero eso no se lo iba a decir, no ahora. Tengo un orgullo al que alimentar.
Llorando subí a mi cuarto, cerré la puerta con llave, me lancé a la cama, golpeé el colchón, lancé los cojines al suelo con fuerza, lloré otra vez y pensé. Pensé en que dentro de 7 meses tendría que irme, muy lejos y que, tal vez nunca más, no iba a volver a ver a mis amigos.
Lloré, lloré y lloré, hasta que no me quedaron más lágrimas por derramar.
Hey, hey, hey. Después de tanto tiempo he vuelto a publicar.
Espero que os guste.
Besos, nos leemos.
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10 COSAS QUE HACER ANTES DE MUDARSE
Fiksi RemajaCharlie Cooper tiene 17 años. Una vida normal, amigos y está perdidamente enamorada de un chico inaccesible para ella. Pero cuando sus padres deciden separarse y mudarse todo pierde el sentido, hasta que decide vivir sus últimos siete meses en su ci...