La Confesion de Fe

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Y también todos los que quieren vivir píamente en Cristo Jesús, padecerán persecución.

Cuatro días habían transcurrido desde que el joven oficial salió de su gabinete. Días estos grávidos de acontecimientos para el, días de infinita importancia. De ellos había de depender su felicidad suprema o sus angustias. Empero la búsqueda de la verdad de esta alma anhelante no había sido vana, "habiendo sido renacida del Espíritu Santo."

Había llegado a tomar su resolución. Por un lado se le ofrecía la fama, el honor y la riqueza; por el otro la pobreza, la necesidad, y la angustia. Con todo en plena conciencia, el había hecho su elección; se había vuelto hacia la ultima sin un solo instante de vacilación. El había elegido "el sufrir aflicción con el pueblo de Dios, antes que gozar de los placeres del pecado por un tiempo."

A su regreso visitó al general y se acusó ante el. Le informó que había estado entre los cristianos, que no podía cumplir la comisión que se le había encomendado, y que se sometía voluntariamente a sufrir las consecuencias. El general, con la severidad a que se había expuesto, le ordenó que pasara a su cuartel.

Allí en medio de la mas profunda meditación, y haciéndose conjeturas de lo que resultaría de todo esto, fue interrumpido por el ingreso de Lúculo. Su amigo lo saludó de lo mas afectuosamente, pero en su rostro se evidenciaba una profunda ansiedad.

-Acabo de verme con el general-dijo el-, quien me hizo llamar para darme un mensaje para ti. Pero primeramente dime, ¿Qué es esto que has hecho?

Marcelo le relató todo detalladamente, desde el momento de su partida hasta su regreso, sin ocultarle absolutamente nada. Su cristalina buena fe evidenciaba lo poderosa, sincera y verdadera que había sido la obra eterna del Espíritu Santo en el. Luego le relató la entrevista que había tenido con el general.

-Yo entré en su habitación con claro sentir de la importancia del paso que tomaba. Iba yo a cometer un acto reputado como virtual traición y crimen, cuya sanción no es menos que la muerte. Empero, yo no podía hacer otra cosa.

-El me recibió con toda afabilidad, animado de la idea de que yo habría logrado un éxito de importancia en la búsqueda que se me encomendó. Yo le dije que desde que salí había estado entre los cristianos, y que por lo que había visto en ellos, me había visto obligado a cambiar mis sentimientos hacia ellos. Anteriormente yo había pensado que ellos eran enemigos del estado y dignos de muerte; pero había descubierto que se trataba de personas que son leales súbditos del emperador y mas bien virtuosos. Contra tales personas yo no podía extender mi espada jamas, y antes que hacerlo, la entregaba.

-A lo cual el me dijo, "Los sentimientos de un soldado no tienen nada que ver con sus deberes."

-Pero mis deberes para con el Dios que me creó son mas fuertes que cualquier deber que yo tenga con el hombre."

-A esto me replicó, "Acaso tu simpatía con los cristianos ha llegado hasta volverte loco? ¿No te das cuenta que lo que haces es traición?"

-Yo me incliné, y le dije que estaba resuelto a afrontar las consecuencias.

-"Muchacho precipitado," exclamo severamente, retírate a tu cuartel y yo te comunicare mi decisión."

-Y fue así que me trasladé inmediatamente aquí, y he permanecido desde ese momento, esperando ansiosamente mi sentencia.

Lúculo había escuchado toda la narración que le había hecho Marcelo sin una sola palabra, ni siquiera un gesto. Una expresión de triste sorpresa en su rostro evidenciaba lo que eran sus sentimientos. Y conforme Marcelo concluyó, el habló en tono de quien deplora y lamenta.

El mártir de las CatacumbasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora