La Tentacion

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Todo esto te daré si postrado me adorares.

Aquella noche Lúculo permaneció en la celda con su amigo. Buscó todos los argumentos posibles para disuadirlo de su resolución. Apeló a todos los motivos que comúnmente influyen en los hombres. No hubo un solo medio de persuasión que él no empleara. Todos fueron en vano. La fe de Marcelo se hallaba firmemente apoyada, pues estaba fundada sobre la Roca de los Siglos, y ni la tormenta de las violentas amenazas, ni los más tiernos influjos de la amistad, pudieron debilitar en lo mínimo su consciente determinación.

-No -dijo él-, mi ruta está trazada y yo la he elegido. Sea dolor o alegría que me venga en esta tierra, yo seguiré hasta el fin. Yo sé bien lo que me espera. He pesado todas las consecuencias de mis acciones, y a despecho de todo yo seguiré tal como lo resolví.

-Lo que te pido es la cosa más sencilla -dijo Lúculo-. No quiero que dejes tu religión para siempre, sino sencillamente por el momento. Se ha desencadenado una enfurecida persecución, y ante tan terrible furia todos deben caer, sean jóvenes o viejos, nobles o esclavos. Tú bien has visto que no se respeta clase ni edad. Polio podría haber sido salvado si hubiera sido posible, pues había una gran simpatía en su favor. Era solamente un niño, apenas responsable de sus propios actos erróneos; él también era noble, el último de antigua familia. Pero la ley es inexorable, y él hubo de sufrir la pena. Cina también podría habérsele pasado por alto. No era ni más ni menos que un loco. Empero, tan vehemente es el celo contra los cristianos que ni aun su evidente locura le pudo poner a salvo.

-Yo conozco bien que el príncipe de las tinieblas lucha contra el pueblo de Dios, el cual se halla fundado sobre la Roca, y las puertas del infierno no pueden prevalecer contra él. ¿Acaso no he visto yo sufrir igualmente a los buenos, los puros, los nobles, los santos y los inocentes? ¿Acaso no sé que hay guerra sin misericordia contra los cristianos? Lo sabía muy bien mucho antes de convertirme. Y siempre he estado preparado para hacer frente a las consecuencias respectivas desde que he conocido personalmente a Jesús el Cristo como mi Señor y mi Salvador.

-Escucha, querido Marcelo. Te he dicho que sólo te pedía una cosa sencillísima, pues esta religión que tú tanto aprecias, no es necesario que la abandones. Consérvala, si así debe ser. Pero amóldate a las circunstancias. Puesto que la tormenta está arreciando, es inteligente inclinarse y dejarla pasar. Toma una actitud de hombre inteligente, y no de fanático.

-¿Qué es lo que quisieras que yo haga?

-Es esto. Dentro de unos pocos años sucederá un gran cambio. Bien la persecución se desvanece, o bien se genera una reacción, o el emperador puede morir, y otros gobernantes de diferentes sentimientos le seguirán. Entonces será legal el hacerse cristiano. Entonces toda esta gente que hoy es afligida puede volver de sus escondites y ocupar sus antiguos puestos, y surgir a la dignidad y a la riqueza. Ten presente, pues, todo esto. Y por lo tanto, no arrojes así infructuosamente tu vida que todavía puede ser de servicio al estado y de felicidad para ti. Pues por ti mismo cuídala y resérvala. Mira alrededor de ti ahora. Considera todas estas cosas. Deja a un lado tu religión por un breve lapso, y vuelve a la religión del estado. Y eso sólo es cuestión de breve tiempo. Así puedes escapar del inminente peligro presente, y cuando vuelvan tiempos más felices, puedes volver a ser cristiano en paz.

-Lúculo, esto es imposible. Es abominable a mi alma. ¿Podría acaso ser yo un doble hipócrita? Si tú comprendieras lo que en mí se ha realizado, no me pedirías ni por un momento que perjure mi alma inmortal ante el mundo y ante mi Dios. Es mucho mejor morir inmediatamente por las más severas torturas que al cuerpo le pueden inferir.

-Tú tomas posiciones tan extremas que me haces desesperar de tu vida, y de la esperanza de salvarte. ¿No quieres detenerte a contemplar este asunto racionalmente? No es cuestión de hacerse perjuro, sino táctica. No es hipocresía, sino sabiduría.

El mártir de las CatacumbasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora