Libres

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  • Dedicado a A todos los lectores de esta historia. Gracias
                                    

~Miki~

Había llegado el momento, necesitaba decírselo de una vez por todas. Dejar de pretender lo que no era y sacar a la luz lo que verdaderamente sentía. Conny me había abierto los ojos, consiguiendo que me diera cuenta de lo estúpida que había sido durante todos estos años. 

''Alice tiene que saber la verdad, se merece que por fin le diga que la amo.''

Con este pensamiento corría por las calles. La gente me veía, perpleja, pero poco me importaba que me tacharan de loca en aquellos instantes, pues solo tenía un objetivo en mente, solo eso. Mi melena ondulaba al viento junto con mi bufanda, la cual estaba hecha de lana y sobretodo ahora, me picaba y molestaba. Apreté todavía más el paso hacia la casa de Alice cuando recordé a la misma el día en que se confesó cómo se cobijaba la cara en su bufanda. Sonreí, enternecida. 

''Tonta, tonta, tonta. Centrate en tu camino y deja de recordar estas cosas ahora, que con la cara de abobada que estás poniendo la gente te mirará todavía más extraño.''

Cierto.

~Alice~

¿Qué estaba haciendo? Reí. Faltar al instituto sin excusa, eso estaba haciendo. Ni siquiera mi padre se entera de que falto y aquí estoy, viniendo cada día a este sitio, casi mecánicamente. Por favor, soy una irresponsable, pero... realmente no me siento bien, aunque sé que mi padre me mandará al instituto enseguida porque esta excusa no le va a valer... obviamente. Todo el día angustiada, como cuando Miki se posicionaba extremadamente cerca de mí, mas esta angustia era muy diferente, en vez de querer verla quería estar mucho más lejos de ella, ni verla, porque sé que si la veía me moriría de vergüenza y echaría automáticamente a correr, si es que reaccionaba. Tan solo con visualizar su imagen me hacía sentir pesada y sonrojada, como si la más mínima gota de agua fuera capaz de hundirme en la tierra, sin poder resistirme. 

Escuchaba el estruendo de los coches de la carretera a unas cuantas calles de mí, sus constantes pitidos, señal de atasco. Solo el sonido de la lata cayendo por la máquina de bebidas captó mi atención. Cogí mi bebida, el calor que emanaba conseguía traspasar la fina lana de mis guantes. Fui hasta el banco de al lado y me senté, después me llevé la lata cerca de la cara, la cual tenía roja del frío. Suspiré aliviada, observando como tras ese pequeño suspiro emanaba una nubecilla de vaho que desaparecía en el cielo. Después fijé mi vista al suelo, había dejado unas pequeñas huellas sobre la nieve, sonreí tímidamente.

''Realmente.... sigue encantándome la nieve. ''

Cierto.

~Miki~

-Lo siento Miki, Alice todavía no ha venido del instituto.

Me lo temía, me temía que Alice no estuviera en su casa y así era, su padre me lo acababa de confirmar. 

-Ah, bueno... ¿Sería molestia que me avisara cuando vuelva? Tengo algo importante que decirle. 

-Las mujeres siempre tenéis cosas importantes que deciros.- reímos y entonces prosiguió hablando.- Se lo diré encantado. 

-Bien, adiós y muchas gracias.- me despedí sonriendo inicié la caminata hasta mi casa, que estaba al lado.

Estaba deprimida, ¿dónde estaría entonces? 

Una idea fugaz vino a mi mente enseguida, pero... no puede encontrarse ahí... no querrá regresar a ese lugar... está bien, nada pierdo por averiguarlo. 

Y entonces, eché a correr de nuevo.

~Alice~

Abrí los ojos totalmente perpleja, ¿qué hace allí totalmente parada? Mis piernas comenzaron a temblar. No, no puedo mirarla a la cara, no puedo enfrentarme a ella. No puedo oír como dice que me odia, porque seguramente me dirá eso... ¿verdad? 

Aun así, no puedo arriesgarme. Me levanté del banco y comencé a andar lejos. 

-¡Alice! ¡¿Pero qué demonios haces?! ¡¿Sabes lo que he tardado en encontrarte?! ¡Deja de correr y ven aquí, por favor! 

Me paré en seco al oír su voz, ni siquiera hacía falta que fuera hacia ella pues ya oía sus pasos acercarse. 

''Alice, viviste una buena vida, pero, tu hora de morir acaba de llegar.''

Como si todo fuera a cámara lenta, sentí que alguien me cogía del hombro y me daba la vuelta, entonces, fue cuando me vino esa sensación dulce tan embriagadora. Me estaba besando, Miki me estaba besando. Mi cara era un cuadro, ¿de verdad estaba pasando esto? Debo estar soñando... pero este cálido beso se siente tan real... Brotaron ligeras lágrimas de mis ojos, completamente feliz y acto seguido los cerré para disfrutar el resto de aquel beso. Ah, la angustia, la pesadez y los nervios han desaparecido por arte de magia,  simplemente me siento liviana, tan liviana que podría flotar y hundirme en el cielo azul sin importarme absolutamente nada. Nunca me había sentido más llena y feliz.  

Cuando nos separamos, Miki me miraba muy sonriente. 

-Siempre te quise, idiota. La verdad es que tengo muchísimas cosas que contarte acerca de esto.

-Tengo todo el tiempo del mundo para escucharte, Miki.

Nos retiramos de allí, riendo. 

~Alice y Miki~

Por fin, por fin soy libre para quererte tal y como soy.

                                                                          ~~~~~~~~~~~~~~

Más allá de aquel lugar, una pequeña sombra se escondía en un callejón, sin ser notada y espiando cada detalle que pasaba en la situación anterior de esas chicas. Tras darse la vuelta y dejar de mirar, formó una sonrisa triunfante en su rostro.

-¿Qué? ¿Espiando a la gente? 

La chica del cabello de destellos morados volvió la cabeza mosqueada, sabía quién le acaba de hablar. 

-No estoy espiando a nadie rubia estúpida. Ahora, si me disculpas, me voy.- y se iba a ir, altiva y orgullosa. 

Su descubridora le cogió del brazo antes de que tuviera tiempo a irse de allí.

-Prefiero que me llames por mi nombre, Aya, A-Y-A, no es tan difícil.- deletreó con cuidado. 

-Yo te llamo como quiero, rubia es-tú-pi-da.- puso énfasis en estúpida, diciendo la palabra lentamente. 

-Bah, haz lo que te plazca, porque sé que próximamente me llamarás ''amada mía'', lo presiento.- se burló Aya. 

Conny rio sarcásticamente.

-Inténtalo. Llevo toda mi vida resistiéndome a tus ''encantos'' femeninos, ¿quién te dice a ti que no seguiré haciéndolo?

Esta vez fue Aya quien rio.

-Oh, y lo intentaré, pero ahora de verdad.- dicho esto dejó a Conny con la palabra en la boca y se piró. 

-Eso lo juzgaré yo, rubia estúpida.- bufó por lo bajo Conny cuando Aya ya se encontraba lejos. 

¿Amigas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora