¿Estoy sufriendo cambios?

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Me llamo Alice, Alice Gregory Bettel. Tengo dieciséis años y este verano cumpliré los diecisiete. Soy inglesa, vivo en Londres. Pelo negro, largo y lacio, bastante liso, me resulta más cómodo llevarlo con coleta, así en clase o cuando estudio no me molesta. Ojos marrones avellana y tez de piel blanca. Soy alta y, bueno, no soy muy tranquila que se diga, no soporto estarme quieta en un lugar por mucho tiempo, así que mejor dejémoslo en que soy un tanto impaciente. Adoro el atletismo, es más, estoy en el club y todo, y, si todo sale bien, el año que viene puedo ser la capitana. Aparte de eso soy una aficionada nata a la lectura, se podría decir que soy como una rata de biblioteca, me encanta la fantasía y el romance, simplemente es algo que no puedo evitar. Tengo un novio, al que aprecio mucho y una mejor amiga a la que quiero con locura. Así que, pensareis: ''Tu vida es perfecta, no tienes que quejarte de nada''. Pues no, no es así, yo siempre me he considerado, o al menos he creído que soy, heterosexual cien por cien, pero un día como otro... empecé a sentir cosas extrañas hacia mi amiga, claramente me asusté, nunca había experimentado estas sensaciones, pero, sin saber por qué, me agradaban. Al principio pensé que era cosa de la edad, que estaba sufriendo cambios de gustos y todo eso, blah blah blah. Pero en realidad... estaba totalmente equivocada. A partir de ahora, os contaré de principio a fin, lo que me ocurrió cuando empecé a sentir esto y las consecuencias de mis actos...

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Salí corriendo de mi casa, cerrando de un portazo la puerta. Me dirigí impaciente a la casa de al lado, para concretar, la casa de Miki, mi mejor amiga. Me paré en seco, intentando comerme la tostada recién echa que aún llevaba en la boca. Llamé al timbre mientras con un último mordisco finalizaba ya mi tostada. Esperé, estaba tardando un poco, y ahora mismo no era para tardar, llegábamos tarde. Eché unos cuantos pasos para atrás y miré hacia la ventana de su habitación.

-¡Mifi!.- dije con la boca aún llena.

Tragué mi comida y proseguí a gritarle otra vez a la ventana.

-¡Mikiiiiii, estoy aquííííí! ¡Llegamos tardeeee!.- grité con voz cantarina.

Tras esperar varios minutos me imaginé que quizás ya había salido, así que, salí del portal de su casa y empecé a correr rumbo al instituto, no estaba como para perder tiempo andando. Seguí hasta perder de vista nuestras casas y divisar de lejos nuestro instituto. Miré mi reloj. Por los pelos, había recuperado el tiempo perdido. Dejé de correr exhausta y empecé a andar, pero, algo me paró. A lo lejos escuché unos pasos corriendo.

-¡Aliceeeeeeeee!.- me gritaba la voz de Miki.

Me di la vuelta y puse cara de molesta.

-Tardona, ¿es que no me oías?.- la piqué un poco.

Miki llegó hasta mí y cogió aire. Se recuperó y se irguió para mirarme.

-Lo siento, lo siento, es que ya había salido de casa, pero me olvidé el almuerzo y tuve que volver, aunque ya te habías ido.- se excusó enseñándome el almuerzo para la hora de comer.

-Mmm, por eso yo siempre traigo dinero para gastarlo en el comedor.- le saqué la lengua.

Ella me pegó una colleja.

-Ya ya, pero como nos quedemos más aquí sí que llegaremos tarde de verdad.- se rio.

La miré con cara de ''me hiciste pupa'' pero momentáneamente me reí. Después, seguimos caminando hacia la escuela. Observé a Miki, hoy también estaba realmente guapa. Su pelo largo marrón oscuro se lo había dejado suelto, siempre me ha parecido en que así le quedaba mejor el pelo, pero no muchas veces me hacía caso. Sus ojos eran de un tono azul oscuro, eso hacía que el pelo resaltase más sus ojos. Además, su piel era de tono blanco, y eso la favorecía más. Al mirarla sentí una extraña punzada en mi estómago que me hizo apartar la mirada.

 ''¿Qué ha sido eso? ... Tal vez esté incubando algo. Será mejor que después de clases vaya a la enfermería, por si acaso.''

- ¡Eh! ¿Qué te parece si después de clases vamos a mi casa? Es que tengo nuevos esmaltes que quisiera probar. ¿Puedes?.- me preguntó Miki.

-Ah, sí claro, vale.- respondí saliendo de mis pensamientos.

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Observaba el patio de la entrada con mirada perdida. De verdad, no me podía concentrar hoy en clases, tenía extraños nervios atosigándome. Me levanté de mi asiento y fui hasta la mesa de mi profesor.

-Profesor, ¿podría ir a la enfermería? No me encuentro bien.- dije de mala gana.

El profesor me miró de arriba a abajo y después volvió su vista al libro de matemáticas.

-No veo nada raro en ti, pero ve, no vaya ser que me equivoque.- me respondió.

Asentí con la cabeza y salí de la clase, sentí la mirada preocupada de Miki clavada en mi nuca, me provocó un ligero escalofrío, pero tras cerrar la puerta, el escalofrío se disipó. Calmadamente, empecé a andar a paso lento hacia la enfermería.

Abrí la puerta y me encontré a la enfermera sentada en su silla, al oír el ruido de la puerta, se volteó a verme. Una pequeña sonrisa se asomó por su rostro.

-¡Oh!, Alice. ¿Qué te trae por aquí?.- me dijo muy confiada.

Siempre me había caído bien Amelia, no sólo por ser nuestra enfermera, sino también porque era mi tía y siempre había sido para mí como la madre que nunca pude conocer. Al oír lo que dijo los nervios procedentes de mi estómago empezaron a molestarme de nuevo.

-Verás, tía. Tengo unos extraños nervios en mi estómago y hace rato también he tenido como una punzada, ¿estoy incubando algo?.- le dije.

Me examinó y después me tocó la frente.

-Mmm, pues querida, no hay nada raro que pase en ti.- me dijo, pero luego abrió la boca de nuevo mientras sonreía pícaramente.- Dime, ¿has visto a algo o alguien que te lo haya provocado?

-Pues... todo empezó esta mañana cuando vi a Miki.- la miré confusa.

-¡Jojojo! Alice, cariño, no te pasa nada, estás sufriendo cambios, es normal a tu edad, pero... estos cambios nuevos tuyos, son especiales.- dijo divertida.

-¿Especiales?.- pregunté más confusa aún.

-Nada nada, ya te darás cuenta solita, sólo es cuestión de tiempo, ahora, vuelve a clases, anda.- se despidió.

Le eché otra mirada extrañada y salí de la enfermería.

''¿Cambios? ¿Qué cambios? Yo me noto igual...''

Al pensar en eso la frase de mi tía se paseó por mi cabeza: ''... sólo es cuestión de tiempo''. Se me escapó un suspiro. Buah, ¿qué pasaba? Quería saberlo. La campana que finalizaba las clases sonó. Me quedé en el pasillo bloqueada unos momentos y después corrí a coger mis cosas en clase. Allí, Miki me esperaba.

-¿Te encuentras bien? Si no, no hace falta que veng-

-Sí, sí, estoy bien, no pasa nada.- la corté cogiendo mis cosas.

Ella sonrió. La miré, otra vez ese escalofrío al mirar su dulce sonrisa, esta me hizo sonreír también. Volví en mí y terminé de recoger mis cosas, no entendía que es lo que me estaba pasando...

Salimos las últimas de clases, observé a Miki de nuevo y los nervios me rondaron otra vez. ¿Estaba... sufriendo cambios?

¿Amigas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora