Camine por el pasillo para llegar al baño que estaba a unos metros de la puerta de mi habitación, sólo que al frente. Me estiré y bostece antes de abrir la puerta y encontrarme con el desnudo, mojado y bien formado cuerpo de Alexander. Habría gritado si él no hubiera tenido una toalla alrededor de su cadera cubriendo la parte de abajo de su majestuoso cuerpo.
— ¿No te enseñaron a tocar? — preguntó sin mirarme, inmutado mientras cepillaba su ligeramente largo cabello.
—No tenía ni idea de que estabas aquí…— estúpidamente seguía mirando como los músculos de su espalda y su estomago se contraían y estiraban cuando Alexander cepillaba su cabello.
Dejo el cepillo y me miro, yo me sonroje y le di la espalda. Mi corazón latía con fuerza y había un nudo en mi garganta. Él se acerco por atrás, me atrapo entre sus brazos y me metió al baño para luego cerrar la puerta; en ese lapso de tiempo intentar deshacerme del agarre de sus musculosos brazos fue imposible. Una vez dentro me tomo por los hombros y me giro hacía él, pego mi espalda contra la puerta acorralándome y luego se acerco un poco más, mojando la camiseta gris de mi piyama con agua.
— ¿Qué, qué… qué vas a hacer? — tartamudee.
—Emparejar las cosas…— poso sus manos en mi cintura y marcando la línea de mis costados bajo hasta mis caderas. Sentí como tomaba el dobladillo de mi blusa y lo levantaba.
— ¿Cómo? — puse mis manos sobre las suyas interrumpiendo su asenso.
—Tú has visto más de mí de lo que yo he visto de ti. Si vamos a ser parientes tienes que aprender a ser justa conmigo.
—No tengo ninguna intención de ser TÚ pariente. Ahora, aléjate de mí…
Cuando hice que soltara mi blusa me pregunte por un segundo, ¿qué habría hecho si él no hubiera mencionado la palabra “parientes” para hacerme despertar del trance y la sensación de cosquillas?, ¿lo habría detenido? Es imposible saberlo.
Empezó a acercarse peligrosamente de nuevo.
—Yo tampoco…— susurró—Pero en vista de que nuestros padres sí, y de que tú haces todo lo que tu madre te diga, supongo que son tres contra uno.
—Acabo de decir que no quiero ser pariente TUYA— dije entre dientes, estaba sofocándome, todo el baño olía como Alexander, a su loción.
—CORRECIÓN: tú sí quieres ser mía, pero… no quieres ser mi pariente, ¿o me equivoco? — estaba teniendo una discusión mental, era verdad; deseaba con todas mis fuerzas no ser su pariente, para poder ser suya de este otro modo tan insando y prohibido.
Cuando termine de discutir conmigo misma, él ya estaba cerca de nuevo. Tomo el dobladillo de mi blusa y lo subió dejando al descubierto mi abdomen. Escuché su risa, cerré los ojos con fuerza esperando una de sus típicas bromas de mal gusto sobre mi cuerpo, mi forma de pararme, mi cabello, mi nariz, mi cara, los libros que leía, mi forma de comer, mi forma de hablar, mi obsesión con el orden… sus burlas sobre todo lo que yo hiciera.
—Lindo lunar— sentí su aliento golpear mi rostro. Sus labios rozaron los míos, pero tuve suficiente fuerza de voluntad como para interponer mi mano entre nosotros antes de que profundizara el beso. Abrimos los ojos al mismo tiempo y pude ver sus labios fruncidos.
—No me beses.
— ¿Por qué? — preguntó irritado, bajando mi blusa.
—No me he lavado los dientes— me aleje de él y de la puerta, para acercarme al lavamanos.
—Pues no es como si eso me importara — abrió la puerta y salió del baño. Sentí que podía respirar normalmente de nuevo, inhale y exhale aire una y otra vez, pero mi corazón aún saltaba como loco en mi pecho.
Después de unos minutos, salí. Entre a mi habitación, me cambie de ropa y cuando pasaba junto a la habitación de Alexander escuche los acordes de una guitarra sonando. Me quede durante unos segundos, él era bueno. De pronto, se detuvo.
No escuche nada, así que, pegué mi oreja contra la puerta y él la abrió, me tambalee hacía adelante y él me atrapo en sus brazos.
—Hola…— sonreí.
Me puse en dos pies y luego mire alrededor apenada.
— Adiós…— pasó junto a mí, y yo lo seguí.
— ¿A dónde vas? — comencé a seguirlo por todo el pasillo.
—Voy a salir— bajo las escaleras dando saltitos.
—Me doy cuenta de eso, pero… ¿a dónde? — se giro hacía mi tres escalones antes de llegar al primer piso.
—No es de tu incumbencia— susurró muy cerca de mi rostro, tan cerca que cerré mis ojos por la sensación de su aliento tibio contra mis labios.
—Si vamos a ser parientes, lo es…
—Tu y yo, no vamos a ser NADA, querida— bajo los últimos tres escalones con una sonrisa arrogante.
Fui tras él.
—No me llames querida— imité su tono.
—De acuerdo, cariño— abrió la puerta de la entrada.
—Tampoco eso…
—Como sea— salió por la puerta y yo seguía persiguiéndolo, de algún modo terminamos adentro de su auto.
Lo encendió y lo puso en marcha, una vez que estuvimos lo suficientemente lejos de la casa comenzó a reír, lo mire y su risa fue en aumento.
—Puedo saber, ¿de qué demonios te estás riendo?
—De ti…— mire al frente, con mi cara de molestia. Se detuvo a la orilla del camino, y volteo hacía mí — Elie…— dijo mi nombre en un suave susurro.
Voltee hacía él, aún molesta, con mis brazos cursados sobre mi pecho, tomo mi rostro y me acerco para besarme.
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Prohibido
Teen FictionElie es arrastrada por su madre hacía una casa de verano para que conozca a su nuevo novio Robert, sin decirle que Robert tiene un hijo llamado Alexander con el que Elie debe llevarse bien. Y ellos terminan llevándose demasiado bien... tal vez, más...