¿Alguna vez preguntaste como me sentía respecto a todas las decisiones que tomabas? ¿Alguna vez te importo mi opinión? Quien tomaría en cuenta las opiniones de una chica inmadura, cierto.
Escuche tantas veces tu nombre, pero eran pocas las que mis ojos podían verte, mis oídos repetían tu nombre, hora tras hora, cada vez que abrían la puerta delantera mi corazón se aceleraba esperando que fueras tú, corría hasta las escaleras escondida para no desepcionarme de golpe, nunca eras tú, mi corazón se quebraba al ver que no eras tú quien llegaba a casa, sino personas desconocidas de tu parte, pero dime ¿Cuándo te importo eso a ti?
¿Alguna vez viste mi rostro con lágrimas? No lloraba frente a ti por qué eso siempre fue debilidad para ti, siempre firme en las despedidas, como si irte fuera lo más placentero del mundo, ¿eso creías?
Parecías tan feliz ante mí, como si todo fuera perfecto, llego un tiempo que estuviste en casa por temporadas, pero ya no era lo mismo. Ya no corría para ver si eras tú quién tocaba la puerta, mi corazón era más fuerte pues se había acostumbrado a que no resiviera cariño de ti, nunca me trataste como una hija, aunque fuera lo que más yo deseara, me trataste como una adulta que vivía feliz por tener miles de cosas materiales, miles de cosas inservibles, sin valor, mis ojos ya no te buscaban y deje de pensarte.
Sin embargo sigues siendo mi herida más profunda.