3.-

168 12 0
                                    

Ahí estaba, el mismo chico del que me tropecé y yo tuve que levantar.
Pasaba en al parecer su auto y se detuvo a lado nuestra, apago las luces del auto y bajo la ventana del copiloto.

— ¿Necesitan que las lleven, chicas? -Decía el sin nombre agachándose un poco para poder vernos por la ventana del auto.
— No, descuida, no está lejos nuestra casa -Tan solo la idea de subirme al auto de un desconocido era horrible, y no era tanto por el desconocido, era el auto.
— ¡Si, por favor! Odio con toda mi alma caminar -Decía Keyla borracha y tambaleándose.

Yo inmediatamente me quise negar, no me subiera a aquel auto. Nunca. Jamás.

— Te conozco, ¿no? -Dijo él con una sonrisa hermosa. Al parecer tenía eso característico de el.

No es que lo alabara ni nada por el estilo pero hoy en día conseguir chicos con sonrisas tan lindas como las tenía el era algo imposible.
— ¿Ah, si? -Le dije y sonreí- Creo que eres el chico que se tropezó conmigo y unos patines, de nada, por cierto -El solo soltó una carcajada y me volvió a mirar.
— Si, lo siento, pero no me refería a eso.
— ¿Entonces me conoces por algo más?
— Claro que si, nunca olvidaría a una chica tan linda como tú, mucho menos cuando sabía que me observabas tocar el piano.

Y en ese momento caí. Supe que delante mía estaba la única persona con la que había charlado en la fiesta y tal ves la única que conocía. ¿Cuál era su nombre? ¿Suan? ¿Shian? ¿Shawn? Shawn... Si, efectivamente ese era su nombre.

— Momento... ¿Shawn? -El bajo del auto y se posó a lado mía, me sacaba una o dos cabezas por su altura.
— Sam -Afirmó metiendo sus manos a sus bolsas de la chamarra que tenía.
— ¿Un dragón?

Se me había olvidado completamente que tenía una borracha entre manos, literal.
Volví a mirar a Shawn.

— ¿Cómo sabías que era yo? -Trataba de que Keyla no se desplomara en el piso mientras hablábamos.
— Si quieres... -Cargo a Keyla y jaló la puerta de atrás de su auto- Lo hablamos en el camino.

Y fue ahí cuando volví a la realidad. No, no me subiría por nada en el mundo, aún sigo teniendo pesadillas con lo ocurrido por más loco que suene.
Tampoco quería ser egoísta, Keyla estaba borracha y ya era demasiado tarde, alguien podía asaltarnos, secuestrarnos, violarnos o matarnos.

— Tierra llamando a Sam -Agito su mano frente a mi cara mientras sonreía- ¿Subirás o las dejo caminar?
— ¡No, espera! -Me quede en silencio unos diez segundos más. ¿Qué estaba haciendo?- Llévanos... Por favor.
— Como usted diga -Sonrío y metió a Keyla en los asientos traseros- ¿Quieres ir al frente o te quedaras con tu amiga?
— Es mi hermana y me iré al frente, la dejare dormir un rato.

Y sin más, me subí al auto de aquel casi-desconocido.
La presión en carcomía por dentro, ¿Y si nos estrellamos? ¿Y si morimos? ¿Y si vuelvo a tener más pesadillas? No, no, no. No volvería eso jamás, e estado intentando olvidar pero no puedo de un día a otro subirme a un auto. Pero, ¿qué podía hacer? Ya estaba aquí y trataría de no gritar.

En el momento que arrancó el auto me dio un escalofrío y mi cabeza empezó a recordar... De un momento a otro en mi cabeza se proyectó la imagen de mi madre sonriéndonos y abrochando nuestros cinturones. Su voz angelical se escuchaba en mi cabeza como si de verdad estuviera aquí.

"— Será un viaje divertido, Sam..."

Y en cuanto era consciente otra ves de mi realidad sentí el auto avanzar. Observe a cuanto íbamos y me petrifique; ¡90 Kilómetros por hora!
Me sentí mareada y aterrada, sentía que me desmayaría en cualquier momento. Este chico quería matarme.
En un momento no aguante la presión y grite.

El chico del piano S.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora