Capítulo 3.

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"La guerra es la ciencia de la destrucción."

Todavía no había entrado la profesora de Música cuando entró en el aula a primera hora. Se sentó al fondo, como siempre, detrás de Ethan. Tras él llegaron Elizabeth y Edith, que se sentaron en los dos únicos sitios que quedaban libres: en la fila de al lado, unos pupitres más adelante. 

Se quedó mirando para Eli, y se fijó en cómo llevaba el uniforme. Había cambiado los zapatos negros por unos botines negros de hebillas, no llevaba la chaqueta (que era optativa) y llevaba solo la camisa con la corbata algo desaflojada. También vio que se había subido la falda, que normalmente era por encima de las rodillas. Hasta el uniforme le quedaba bien.

- Buenos días -la profesora entró en clase y se dirigió a su mesa.

- Eh, Saun, ¿has visto qué piernas tiene la nueva? -dijo Ethan con el volumen suficiente para que ella pudiera oírlo-, es una pena que sea una malhumorada.

- Lo que es una verdadera pena es tu cara, imbécil -replicó ella desde su pupitre.

Había que ver qué carácter tenía esa tipa.

- ¿Hay algún problema señorita...? -la profesora todavía no sabía su apellido.

- Martins -respondió Ethan, malévolo-, señorita Martins.

- No soy yo la que tiene el problema -respondió ella.

- No quiero volver a oír una voz por ahí atrás... Murphy, también va por usted.

Cuando sonó el timbre del recreo cogió sus libros y se dirigió a su taquilla. Todavía seguía furiosa. Aquel tipo se las estaba ganando. Salió al patio trasero en busca de Edith o de Daniel. Nada. Fue a los jardines y en la entrada se encontró con Ethan, Saun, el resto de chicos, Vannessa y sus secuaces rubias sentados en el césped. "Pasa de ellos, tú solo ignóralos y sigue tu camino" pensó. Pero cuando pasó por delante de ellos Vannessa se levantó y la abordó.

- ¿Y tú ahora que quieres? -preguntó.

- Solo venía a decirte que he cerrado el casting para entrar en las animadoras esta temporada, así que ni lo intentes.

Eli levantó una ceja y se empezó a reír a carcajadas. 

- ¿Animadoras? Por el amor de Dios... -no podía parar de reír-  No me apuntaría a eso ni aunque me pagaran por ello.

Vannessa la miró, sorprendida.

- De todas formas jamás te aceptaríamos.

- Oh, vaya, es un pena... -dijo fingiendo falsa decepción- pero no tienes de qué preocuparte. No tengo intención de unirme a tu grupo de bailarinas de puticlub. ¡Adiós! 

 Y antes de que Vannessa pudiera contestar, ya se había marchado. Los chicos, que lo habían visto y oído todo, se quedaron en silencio y Vannessa se marchó de los jardines ofendida.

El primer pensamiento que se le pasó a Saun por la cabeza fue que aquella chica no se callaba nada. Lo siguiente, que tenía agallas.

Fin del recreo. Todos los alumnos se dirigieron a las taquillas para coger los libros de la clase correspondiente. De camino a su taquilla, Saun podía observar cómo algunas chicas se le quedaban mirando, y cómo otros chicos giraban la cara, intimidados. 

Ella todavía no sabía cuál era su taquilla de memoria, así que llevaba el número apuntado en la mano. Número 324. Mientras la abría, pudo observar cómo Ethan, Saun y sus amigos se acercaban. Ethan se paró frente a ella.

- ¡Qué casualidad! Nuestras taquillas están enfrente.

- Que te den, Ethan.

- Vamos, no seas grosera, solo intentaba ser amable.

Él se acercó a ella, que estaba de cara a la taquilla, y con un movimiento rápido metió la mano por la falda.

- ¡Serás gilipollas! -lo empujó.

Oh, eso sí que no. "A la mierda el ser buena". Se acercó a él y le dio un fuerte rodillazo en la entrepierna, que lo hizo encogerse. Luego lo empujó, una y otra vez, haciéndolo retroceder hasta que se chocó con las taquillas. Saun se metió entre ellos e hizo a Elizabeth retroceder con una mano.

- Y tú no me toques -replicó ella.

- ¡¿Qué está ocurriendo aquí?! - ms. Jones había aparecido por el pasillo.

-  Es la nueva -respondió Ethan-, que se comporta como un perro de pelea.

- Yo si que te voy a dar a ti perro de pelea...

- ¡Esto es intolerable! Quiero verlos en mi despacho ahora mismo. Señor Crowell, usted incluído.

********

Y allí estaban los tres, sentados en las sillas de secretaría, a la espera de entrar al despacho de la directora. 

- ¿Es que no estás nerviosa, bonita? -preguntó Ethan.

- Tengo estado en más despachos de directores que tú, y más veces. Así que cierra el buzón.

- ¿Sabes? Empiezo a dudar entre si eres un tío o una tía.

- Yo dudo lo mismo de ti desde la primera vez que te vi con esa melena rubia, idiota.

- Señorita Martins, adelante.

Se levantó de la silla y se colocó la camisa y la corbata.

- Que empiece el espectáculo -susurró.

Se sentó en una butaca del interior del despacho, con las manos entrelazadas sobre las piernas, y empezó a sollozar.

- Yo no quería... -dijo con inocencia- pero él me empujó... y luego me metió la mano en la falda... y... y... yo solo quería defenderme, se lo juro...

Salió del despacho secándose las falsas lágrimas con un pañuelo que le había dado la directora.

- Ustedes, a mi despacho, ¡ahora! -chilló asomando la cabeza por la puerta-. Y en cuanto a usted, señorita, si vuelven a molestarla no dude en avisarme - y cerró la puerta. 

- Ala, ahí os quedáis, novatos -se rió-. Ya me contaréis qué tal, ¿eh?

Y les guiñó un ojo antes de salir de secretaría.

Naughty girlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora