Capítulo 13.

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"Por amor siempre se hacen grandes locuras."

Salió del comedor en dirección a los jardines. Se dejó caer sobre el césped, cruzó las piernas y apoyó los codos en sus rodillas. 

Se colocó los auriculares en las orejas y se deslizó por la biblioteca de su iPod en busca de alguna canción que expresase su estado de ánimo. Antes de decantarse por una, levantó la mirada y observó como al fondo de los jardines, en una mesa de picnic, Vannessa, Christine y compañía charlaban amenamente y se reían. 

De pronto, se le subió toda la sangre a la cabeza. Volvió a centrarse en su iPod y pulsó "Die, Die, My Darling" de Metallica. Sí, era perfecta. 

Cerró los ojos y se tumbó en la hierba mientras la música le martilleaba los oídos a todo volumen. Se imaginó con sus amigos, en vacaciones, asistiendo a un festival de música. Qué bien sonaba...

...y qué putada abrir los ojos y verse allí encerrada.

Necesitaba ser libre, independiente. Necesitaba volver a ser ella misma. Volver a casa. 

Necesitaba olvidarse de él. Y entre aquellas cuatro paredes le resultaría imposible.


Miró el reloj; demasiado temprano para acostarse, y demasiado tarde para ponerse a hacer algo útil.

Se sentó en la cama con las piernas cruzadas y la mirada perdida. Hacía un buen rato del toque de queda. Todo el mundo estaba (o debería estar) en sus cuartos. Cuando una idea gloriosa le vino a la cabeza, se puso rápidamente una sudadera y buscó sus Vans.

Caminaba silenciosa con la capucha de la sudadera puesta y alumbrando el suelo con la luz de la pantalla del móvil. Miraba a su alrededor para asegurarse que ni el vigilante ni nadie podía verla. Los aspersores de los jardines estaban conectados, toda la hierba mojada y tenía las zapatillas empapadas. Pero no le importaba.

Llegó a su destino: el muro trasero del recinto del internado. 

Era un muro alto, tal vez de unos tres o cuatro metros, todo hecho de piedra y mayoritariamente tapado por frondosa hiedra.

Alumbró con el móvil la pared, mientras palpaba las piedras y examinaba el terreno. Buscaba un punto débil.

Recorrió todo el muro cuidadosamente para finalmente encontrar lo que estaba buscando.

Había una piedra rota que dejaba un huequecito perfecto para apoyar un pie. Un metro más arriba, una grieta entre dos piedras sería un perfecto punto de apoyo; para culminar, una gruesa rama de hiedra que tal vez aguantaría el peso de una persona. Y una sonrisa triunfal se asomó en su rostro.

****

Después de cenar, el gimnasio estaba vacío, y únicamente se escuchaba el sonido de los puños de Elizabeth golpeando el saco de boxeo con fuerza. Una y otra vez. Sin cesar. Golpe tras golpe, haciendo balancear el saco. "Es una buena terapia", pensó.

Escuchó los pasos de alguien y, durante un segundo, se le paró el corazón cuando vio que se trataba de Saun. 

- Vaya -dijo al verla-, recuérdame que no me meta nunca contigo. Lo siento por el pobre saco.

Sus golpes se incrementaron, estaba furiosa. Sin ni siquiera mirarle, contestó con frialdad:

- Ya que no puede ser contra la cara de alguien, un saco siempre es una buena opción, ¿no crees?

Él se acercó y sujetó el saco, mientras los golpes iban y venían.

- ¿Te preparas para el guardia de seguridad o qué?

Eli se paró en seco y lo miró a los ojos.

- ¿De qué hablas? -preguntó extrañada.

- Dime, ¿Qué hacías anoche examinando el muro del recinto?

- ¿Qué? Quiero decir... No estaba examinando... ¡¿Pero y a ti qué coño te importa?! -gritó.

Se dio la vuelta para marcharse, dejándolo incrédulo.

Sentada sobre el banco del vestuario, hizo un esfuerzo por no llorar. ¿Cómo es posible que la hubiera visto anoche? Se había asegurado de que nadie la seguía. Tal vez la había visto desde la azotea... ¡imposible! ¿o no...? De una cosa estaba segura: Saun no tenía un pelo de tonto. Y por como la había mirado, sabía perfectamente que estaba al tanto de todo. Solo esperaba que no fuese a darle problemas... 


Se quitó la camiseta y se tumbó sobre la cama pensando en Elizabeth. No entendía por qué estaba enfadada ahora. Estaba harto de sus idas y venidas de ánimo. Ahora él también estaba enfadado. Ella no tenía derecho a hablarle así, y si creía que  iba a conseguir ocultarle algo, estaba muy equivocada. 

******

Cogió una brocha y se puso color en las mejillas. Delineó sus ojos con destreza y perfección, y luego con el rímel alargó y oscureció sus pestañas. Rebuscó en su neceser y sacó la barra de labios Ruby Woo de Mac. Sí, perfecto. La deslizó por sus labios evitando salirse. 

Se alborotó un poco el pelo, el cual había alisado anteriormente. Había que ver lo largo que lo tenía. se puso las Vans, una sudadera y se tapó con la capucha. Antes de salir por la puerta, cogió la mochila y se la colgó al hombro.

Estaba lista.


******

NAUGHTY GIRL HA VUELTO ♥

Sophie

Naughty girlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora