XI

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El salón de clases vacío hacía resonar de manera amplia nuestros gemidos, nuestros cuerpos sudorosos se encontraban en pleno roce constante, nuestras manos acariciaban tanto como alcanzaban, nuestros jadeos empañaban los vidrios, el escritorio del maestro de arte era testigo de aquella indecencia, de aquel acto tan inmoral, pero tan sagrado, como lo era unir nuestros cuerpos de aquella manera. Al fin pude ver sus tatuajes, sí, "sus". Aoi tenía varios tatuajes, al fin logré ver el que estaba en su clavícula, un complejo "DISORDER" se alcanzaba a leer. En su espalda, en la parte superior derecha, llevaba escrito algo en francés. Y en sus brazos, unas rosas muy varoniles, envueltas en espinas, con una inscripción que no alcancé a leer. Oh, si ese salón de clases hablara, ambos estaríamos en problemas. Mis uñas dejaban un camino rojo al paso por su piel, mientras mis dientes mordían sus labios con pasión, dejando preso al inferior de ellos, pasando mi lengua por cada uno de sus piercings.

-Uruha... -Su voz sonaba impresionantemente parecida a la de Ruki.

-Uruha, vamos a llegar tarde... -¿Llegar tarde? ¿A qué te refieres?

-¡PATO DESGRACIADO! -Al fin el castaño había despertado de su sueño apasionado, dándose cuenta de que realmente era Ruki.

-O-Oe.. -Un tono rojizo invadió sus mejillas, dejando su rostro adormilado, aún más tierno de lo que debería ser.

-¿Qué has estado soñando, eh? Reías como doncella.- Una risa traviesa escapó de sus carnosos labios, negando con su cabeza.

-¿Qué hora es?- El intento del castaño para desviar el tema funcionó, su pequeño amigo revisó su móvil. -Tienes diez minutos para prepararte, debemos ir a la escuela.-

Aoi's POV

El pelinegro iba caminando sin preocupación. Vestía como era lo usual en él, jeans azules, playera oscura al igual que su chaqueta de cuero, del color de sus ojos y de sus hebras. Llegó al salón de clases donde se cruzaba siempre con su nueva "conquista", haciendo que en su rostro se formara una sonrisa. Faltaban minutos para que la clase comenzara. El pelinegro se ubicó en el lugar que le fue asignado desde el primer día, al lado de su deseado Shima, esperando a que viniese, que iluminase su día como sólo él sabía hacerlo... Ugh, eso suena tan... No Aoi, pero así se sentía.

La delgada figura de su conquista atravesó el umbral de la puerta, los orbes oscuros del más alto se posaron en su esbelta figura, devorándolo con la mirada, hasta que se percató que sus dedos iban entrelazados con los dedos de alguien más. Su sonrisa se esfumó y su entrecejo se arrugó. Era ese duende de jardín, el rubio que andaba pegado a él desde que amanecía hasta que terminara el día. Oh, Aoi moría de ganas de molerlo a golpes. Lo envidiaba y lo celaba.

Uruha se había sentado en su lugar como de costumbre, y el enano se sentó en su mesa, sin dejar de conversar alegremente con Shima. Aoi no apartaba su mirada de aquellos dos, no soportaba ver lo unidos que eran.

Repentinamente ese enano hizo algo que no pudo creer... Había dejado un pequeño beso en la mejilla del castaño, uno muy cerca de su comisura. Joder, mataría a ese duende.

***Minutos antes***

-¿Y bien? ¿Ya pensaste en lo que le dirás hoy?- Soltó Ruki sin cuidado, pero así era él. Era un molesto enano, con demasiada información en su cabeza.

-No pienso dirigirle la palabra. Se escapó en el medio de nuestra cita. Me plantó. No va a salir ileso de esta.- Contestó un intranquilo Uruha, mientras ambos caminaban hasta la parada del bus escolar.

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⏰ Última actualización: Nov 11, 2016 ⏰

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