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Hacía una fría mañana de primavera, Charles recorría los pasillos de la gran mansión junto a Hank; Xavier, estaba tan sorprendido que aquella vieja mansión victoriana no se asemeje a las descripciones de las típicas novelas victorianas que había leído con anterioridad.

Charles estaba un poco asustado, porque a pesar de que los cuartos estaban sellados en su totalidad, podía aún escuchar los gritos y lamentos de los pacientes.

- Charles... -le volvió a hablar McCoy.

Xavier dio un sobresalto al escuchar su nombre, mientras intentaba no asustarse por el ambiente hostil del lugar.

- L-lo lamento Hank- contestó Charles un poco nervioso- ¿por qué se escuchan todos esos gritos?

- Hay muchos tipos de pacientes- dijo McCoy intentando tranquilizar a su empleado- tú te encargarás exclusivamente de Erik, quién últimamente no nos ha dado muchos problemas por lo callado y serio que es.

- ¿Entonces es la primera vez que le asignan un cuidador?

- Oh, no-. Confesó Hank volviéndose al bajito- Erik ha tenido muchos cuidadores, el problema es que él es muy especial con quienes no son como él, tú sabes como nosotros-, el más alto se encogió de hombros- un requerimiento un poco absurdo, Erik ha sido cuidado por gente sobre calificada. Pero no ha podido congeniar con ellos.

Charles tragó saliva un poco nervioso. Ahora ya entendía porque aquel hombre requería saber si era paciente y compresible con las personas, y sobre todo saber si era un mutante al igual que él.

- Por cierto- le interrumpió McCoy, quien abrió una puerta pesada de madera que develaba un ascensor secreto- sí tienes cosas de metal, te pediré que las dejes en esta caja.

- ¿P-por qué? - Preguntó Charles retirando las llaves de sus bolsillos- ¿Erik es muy peligroso que no puede ver metal?

- Él tiene poderes magnéticos. Puede controlar campos magnéticos y manipular el metal a su antojo. Así que ahora bajaremos a lo que me gusta llamar el Pentágono- Hank se rió de su propia referencia- tú sabes, es parecido al que está en Washington, pero este es uno mejor recubierto y sellado. Erik no tiene permitido salir mucho tiempo de él, así que habrán veces que debas quedarte con Erik ahí, durante el tiempo necesario.

Charles guardó silencio un momento.

- Charles, sí no estás seguro de estar aquí...

- N-no, no es eso- contestó Charles con rapidez- me intriga todo esto, después de ti.

Hank sonrió, y para cerciorarse de que ambos estaban libres de algún metal, pasó un detector de dicho material cerca del cuerpo de ambos, y al indicar que estaban limpios, Hank tocó el botón necesario y las puertas del ascensor se cerraron.

Charles observó asombrado como bajaban por muchos pisos que quizás ni existían. Gracias a lo transparente del plástico, podía notar como la arena recubría los lados donde el ascensor estaba construido. Charles tenía tantas ganas de preguntar la razón principal por la que Erik estaba ahí, ya que no paraba de cuestionarse lo absurdo y extravagante de todo esto. ¿Tan peligroso era ese tal Erik Lehnsherr?

Cuando llegaron a su destino, Hank fue el primero en salir y acto seguido señalar el Pentágono donde Erik descansaba. Charles, observó la inmensa área. Todas las paredes estaban recubiertas con plástico, parecía que había capas y capas interminables de dicho material. El Pentágono daba un aspecto muy sencillo y minimalista a excepción de un estante a la vista, con una colección de libros que estaban empolvadas, y al fondo en la cama acostado, se encontraba un joven pelirrojo. El hombre no parecía tener más de 3 años de diferencia con Charles. Erik era de complexión delgada, más alto que él, y de ojos turquesas. Al volverse de su posición, Charles observó las irises azul turquesa de su paciente.

Promesas Inquebrantables (Cherik)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora