—¡Liz! ¡Liz! Regresa, Ailiz. Por favor...
Escuchaba mucho voces que no lograba reconocer. ¿Acaso me estaba volviendo loca? ¿Es mi imaginación? Si no lo es... entonces ¿Es un sueño? Será que... ¿Estoy recibiendo visiones?
No. No puede ser.
Sigo pensando eso, pero no me puedo despertar. O es que yo no quiero despertar. Ag, lo que sea.
Siento que mi cuerpo está enchufado. ¿Dónde demonios estoy? Ahhh, no puedo moverme. «¿Y si estás secuestrada y drogada?» me dice una vocecita en mi cabeza. «No. No lo estoy. No lo creo.»
—Ya está fuera de peligro...
¿Quién está fuera de peligro? Y, la pregunta del millón ¿quién dijo eso? Supongo que no lo sabré ya que no puedo ver nada aún.
...
Intento abrir mis ojos, y logro ligeramente ver una borrosa línea blanca a medida que se van abriendo mis ojos.
Los abro completamente, pero aún veo un poco borroso. Quiero llamar a alguien pero la voz no me sale. Uhm, supongo que, por la situación en que me encuentro, estoy en un hospital. Paredes blancas, ventanas grandes, una mesita de noche al lado de la cama, una silla a mi lado, un cuarto de baño. Así que en conclusión es un cuarto, no tan pequeño ni tan grande, pero agradable.
Está girando el pomo de la puerta. Se abre y entra una enfermera. «Cómo no.» Me ve y sonríe, mostrando su dentadura blanca perfecta. Y sus ojos negros me miran muy cautelosamente, evaluandome. Anota en su registro sus evaluaciones y se dirige hacia mí.
—¿Sientes dolor? ¿Ardor? ¿Mareos? —dice mientras acomoda el suero que me mantiene viva.
—N-no... —logro decir.
La enfermera nota que me siento débil para hablar.
—No te fuerces. Poco a poco cada cosa. —sonríe.
Asiento, y ella se va.
Y caigo en la cuenta de que estoy completamente sola en este cuartillo. Como que alguien me escuchó, y ahora alguien está abriendo la puerta silenciosamente, como si tratase de no despertar a nadie.
Su cuerpo entra antes que su cabeza, y cuando la veo completamente me doy cuenta que es mi madre.
Una lágrima pequeña cae por mi mejilla, y ella corre hasta mi lado, llorando de emoción. Toma mi mano y comienza a acariciarme el cabello.
—Pensé que no te despertarías... —susurra.
—Pero ya desperté, mamá. —le sonrío débilmente pero feliz.
Nos quedamos así juntas un rato y luego nos separamos para conversar.
—Hija, ¿recuerdas cómo pasó el accidente? —me mira curiosa.
Mmm... ¿Recordar? ¿Recuerdo algo? No sé. Cierro mis ojos y trato de recordar algo. «Trata, Ailiz, trata.»
Nada.
—Mm. Mm —niego—. Nada.
Ella se pone a pensar y asiente.
—Bueno, el doctor dijo que esto iba a pasar —me mira—. Ya que en el accidente te golpeaste la cabeza, no recuerdas lo del accidente ni lo que pasó antes —cubre mi mano con la suya—. Pero poco a poco lo harás. No tan deprisa, nena. —me acaricia el cabello y me besa en la frente.
—Vale —y sonrío.
Aunque a veces me molestan ciertos comportamientos de ella, la quiero mucho. Siempre está conmigo, y me consuela.
『Pasados unos minutos.』
Tengo ganas de ir al baño.
Me levanto suave y lentamente de la cama, y me dirijo al baño.
Para cuando salgo del baño la puerta que conecta con el pasillo está abierta. «¿Quién la habrá abierto?» No sé, me contesto yo misma. Me asomo y observo. Nada. Ninguna persona. Cuando estoy a punto de cerrarla siento un peso encima de mí. Es un chico. Y ambos nos hemos caído al suelo.
«Esto es algo incómodo.» El chico se da cuenta y me mira avergonzado. Lo miro y en lugar de sonreír, suelto un quejido con una mueca de dolor. Inmediatamente el chico se levanta y me ayuda a levantarme, y se disculpa.
—Lo siento, no era mi intención tumbarte —sonríe avergonzado y ladea su cabeza tiernamente, mirándome.
«Aww, que lindo se ve así.» Sacudo mi cabeza. ¿Cómo puede ser que ya me parezca lindo? No, Ailiz, nada de pensamientos aniñados e inmaduros.
—Ah, sí. Me molestó mucho tu "inmadurez", nena.
Llegaron esas palabras de golpe a mi mente y mi cuerpo no puede evitar tambalearse. De no ser porque el chico me agarró entre sus brazos, hubiera caído sin piedad.
—¿Te sientes mal? —me pregunta preocupado. Niego— Eso hay que asegurarlo. Vayamos con el doctor.
—De verdad estoy bien —«ni tú misma te lo crees.» Me tambaleo, nuevamente, tratando de zafarme de su agarre—. Yo puedo sola, por favor no me lleves con el doctor. De verdad estoy bien—lo miro y le suplico con la mirada que no me lleve con el doctor.
—Está bien —asiente mirándome, y yo festejo para mí misma—. Pero... —deja de hablar y pone una mirada más seria— tienes que estar con alguien. Así que me quedaré contigo hasta que realmente estés bien.
«¡Siiiiiii!» digo «¡Ayyyy!»
—Vale —y asiento.
Ambos nos dirigimos hacia la cama. Llegamos y me recuesto en ella, mientras que el chico «¿?» se sienta en la silla de al lado.
Pasa un rato en completo silencio; y de repente el chico me mira y sonríe avergonzado. «¿Y éste qué tiene?»
—Perdón, no me he presentado —«Ahhhh, verdad.» Le sonrío levemente mientras él juega con sus manos; y luego me mira—. Soy Mark.
—Soy Ailiz —le sonrío y le extiendo mi mano. Me la estrecha y ambos nos reímos.
Él se ríe con ganas. Su risa es muy contagiosa y no puedo evitar reír más fuerte. Es muy risueño, y se ve muy lindo riéndose así.
«Otra vez pensando en eso, Ailiz.» Sacudo mi cabeza y Mark me mira extrañado ladeando su cabeza.
—Tengo pensamientos incoherentes —le sonrío y él también lo hace.
Seguimos sonriendo y comenzamos a hablar de nuestras vidas, mientras pasan los minutos.
—Y dime... ¿Por qué estás aquí? —me pregunta con curiosidad.
—Ehm... —titubeo, un mal comienzo. Me aclaro la garganta y me aclaro las ideas— No recuerdo el porqué, pero creo que fue por un accidente automovilístico —le explico.
Asiente entendiéndolo.
—¿Y tú? —le pregunto— ¿Qué haces aquí?
Se lo piensa un poco. Creo que trata de aclarar sus ideas, así que lo espero.
—Ah, pues yo estoy aquí porque mi hermana está en cuidado médico —me mira y, creo que por mi cara inexplicable, me responde—: pierna rota.
No hago ningún sonido, sólo abro mi boca señalizando que lo entendí. Y él asiente.
Nos quedamos mirándonos hasta que el sonido de la puerta abriéndose nos saca de nuestros pensamientos; y giramos a ver quién es la persona que abrió la puerta.
Mi madre.
ESTÁS LEYENDO
Distant memories
Random¿Era un sueño? No. No lo era, y lo sabía. ¿Que quién lo sabía? Ella. Ella lo sabía perfectamente. ¿Cuándo comenzó? Comenzó cuando todo terminó. ¿Muchas incógnitas? Ah, eso. Se resolverán en cuanto la conozcas. Es como tú y como yo, pero a la vez no...