*18 años*
Narrador omnisciente
El timbre de la casa sonó de súbito, haciendo que Olliver se asustara.
Reviso el reloj de su muñeca y comprobó la hora: 2:30. Era momento de que lo fuesen a buscar.
Bajó corriendo las escaleras, cogió un sweater del perchero que estaba situado al lado de la puerta principal y se lo puso antes de salir.
Le echó un vistazo rápido a la casa, que ahora estaba vacía y silenciosa, y salió de ella.
Una vez afuera, el aire, violento, golpeó su cara con fuerza, obligándolo a cerrar sus ojos. Se los frotó con el dorso de la mano, cerró su casa con llave y bajó los escalones de piedra con cuidado.
El viento revolvía su cabello y se colaba por el cierre abierto de su sweater. Olliver se encargó de cerrarlo.
Frente a su casa, se encontraba un chico de por lo menos 30 años y cabello rubio recargado en una ambulancia, esperándolo.
Olliver inhalo fuertemente, haciendo que el aire frío se colase por sus pulmones, y entró a la ambulanca por la cajuela.
El chico rubio se subió al asiento de copiloto.
-Buenas tardes señor Pynes-dijo la conductora, una chica de alrededor de 22 años y cabello pelirrojo atado en una uniforme colita.
-Buenas tardes, Sally-respondió el chico sin mucho interés. Sally se encogió de hombros, prendió la sirena de la ambulancia y pisó el acelerador.
Olliver miraba las pequeñas casitas de madera que pasaban volando a su lado. Se recargó en el vidrio y cerró sus ojos, dejando que su mente fluyese con pensamientos.
Últimamente, Olliver no se había sentido bien. Había tenido subidas y bajadas repentinas de la presión, visión borrosa, intensas jaquecas, mareos, muchos desmayos, cambios de humor, fiebre altísima y perdida del apetito y del conocimiento.
Y no era la primera vez que le ocurría.
De chico, tenia episodios como estos la mayor parte del tiempo. Se podría decir, que pasó la mitad de su infania en el hospital. Y ahora, los síntomas habían regresado, más fuertes y desgarradores que nunca.
El muchacho había estado visitando al médico en secreto, sin que nadie de sus familiares y amigos se enterasen, no quería preocuparlos.
Hoy, habían venido dos enfermeros a su casa a recogerlo, pues él, aprovechando que su mama y hermanas iban a salir, decidió hacer una cita con el doctor. Este pidió que lo fuesen a recoger por peligro de que Olliver se desmayase mientras iba conduciendo.
-Señor Pynes, ¿nos puede contar que episodios experimento esta semana-preguntó amablemente el chico de cabello rubio.
-Mmmm-Olliver murmuró-. Lo de siempre: dolor de panza, cabeza, vomito, fiebre, y...-dejó la frase sin terminar, se aclaró la garganta y continuó-. Estoy empezando a olvidar algunas cosas de mi pasado...-dijo hablando más para si mismo.
El enfermero miró de solosayo a la chica, quién se encogió de hombros y luego asintió repetidas veces.
Sacó un cuadernito de su bolsillo y comenzó a anotar algunas cosas. Luego lo cerró y suspiró. Olliver también suspiró y continuó observando la carretera.
--.--
Una media hora mas tarde, los dos enfermeros y Olliver bajaban de la ambulancia. Otros ayudantes se acomodaron a ambos lados del chico y casi como robots, lo acompañaron a la entrada del hospital. Una vez adentro, fueron recibidos por una bochornosa onda de aire falso caliente.
Olliver tosió con disimulo. Los enfermeros lo condujeron por un estrecho pasillo, hasta que llegaron a la recepción, dónde lo obligaron a sentarse en una silla de ruedas. El chico alzo una ceja en dirección a la pelirroja, quién se encogió de hombros y le señaló la silla de ruedas con la cabeza.
Olliver negó y el rubio se cruzó de brazos y le dedicó una mirada a Sally, quién se encogió de hombros.
"¿Por qué siempre se encoje de hombros?" se preguntó el chico.
Al final, terminó por sentarse en la silla de ruedas, pues sino, los dos enfermeros jamás se hubieran movido.
Ambos se miraron y luego se encogieron de hombros.
Olliver revoleó los ojos, comenzaba a hartarse.
El rubio se despidió de la chica con un movimiento de cabeza y se alejó por otro pasillo, al tiempo que Sally tomaba por las manijas la silla de ruedas y se alejaba empujando esta por el pasillo contrario.
La silla de ruedas chirriaba al ser arrastrada por los pasillos, haciendo que Olliver se le erizase la piel y tuviera unas ganas tremendas de taparse los oídos.
Varios pasillos, vueltas y salones despues, llegaron a un consultorio, con una placa metálica con las palabras "doctor Sher" impresas en él.
Sally dejó la silla de ruedas de lado y tocó con los nudillos la puerta. Varios segundos después, un hombre bajo, con el pelo canoso y lentes, se asomó a través de ella y con un gesto de la cabeza se despidió cordialmente de la chica.
Esta sonrió y acercó la silla de ruedas al hombre. El doctor Sher, agarró las asas de la silla y la introdujo en el consultorio, cerrando la puerta tras de si.
Olliver volteó la cabeza para todos lados y se interesó bastante en el consultorio, que estaba compuesto por un escritorio con una silla detrás, unos sofás rojos, un armario enorme, con varios trofeos y fotos dentro de las puertas de cristal.
-Hola señor Pynes, ¿cómo se encuentra hoy?-preguntó el señor con voz grave fingida.
-Hola-dijo Olliver con una mueca y un leve encogimiento de hombros. El señor lo examinó dando vueltas alrededor de el, apuntó algo en un cuadernito que llevaba en mano y agarró la silla de ruedas por las manijas, sacándola del consultorio.
-¿A donde vamos?-preguntó Olliver curioso. El doctor Sher no dijo nada, continuó empujando la silla de ruedas.
Olliver suspiró.
Después de recorrer más pasillos blancos, llegaron a una puerta de madera obscura, donde el doctor pidió a Olliver que se incorporase, y él lo hizo. Pasaron ambos a través de la puerta, a un consultorio de paredes beige, con una gran aparato sobre una camilla a mitad de este.
"Un escáner" pensó el muchacho. Y no estaba muy equivocado.
-Quítate la camisa y recuéstate en la camilla-dijo el doctor sin siquiera voltearlo a ver, caminando hacia un mueble con aparatos electrónicos y pastillas de colores.
El joven, obedientemente lo hizo.
Una vez acostado sobre la cama, pudo apreciar que el techo estaba pintado de azul, y tenía muchas nubes blancas y esponjosas sobre el.
"Parece que estoy volando"
El doctor oprimió varios botones del tablero de mando del mueble, y la camilla comenzó a vibrar.
La maquina se posicionó sobre el cuerpo de Olliver, y cuando se accionó, hizo caer una especie de mascarilla de gas.
El doctor, cuidadoso, le colocó la mascarilla sobre nariz y boca, y al estar perfectamente colocada, un gas comenzó a salir por unos orificios de dentro de la mascara.
-No te va a doler, es un narcótico -Dijo el doctor.
Pero el joven ya no lo escuchaba. Había entrado a una faceta somnífera.
"Que lindo cielo". Pensó, la vista comenzando a nublarse.
Y antes de caer, dormido por los tranquilizantes, imaginó una cosa: Un pequeño pájaro amarillo, de grandes ojos verdes, surcando el cielo con velocidad, al tiempo que silbaba una melodía que el joven conocía bastante bien: "When the stars go blue", la canción favorita de Sophia.
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When the stars go blue
Teen FictionSophia y Olliver han sido amigos desde que tienen memoria, y juran ser fieles entre ellos por el resto de sus días. O lo que queda de ellos. Cuando una enfermedad amenaza con separarlos y romper todos los sueños y promesas que habían creado, vendr...