*18 años*
Con Olliver
Narrador omnisciente
Cuando el muchacho despertó, una luz encegueció sus ojos, haciendo que tuviese que tapárselos con el eje interno de su codo.
-Bueno hijo, parece que ahora va a estar todo bien-dijo el doctor Sher, retirando con cuidado el brazo de Olliver de sus ojos.
El muchacho gruñó cuando la luz blanca volvió a pegarle directo en las retinas, por lo que tuvo que girarse sobre si mismo para quedar apoyado sobre su abdomen, evitando así, que la luz lo molestase.
El doctor rió fuertemente, pero luego le sobrevino un ataque desesperado de tos, Olliver se giró sobre si mismo rápidamente, dispuesto a incorporarse por si el doctor hubiese necesitado su ayuda, pero cuando se volteo, descubrió al doctor, recargado tranquilamente contra la pared, respirando lenta y acompasadamente, como para recuperar el aire perdido.
Olliver soltó un resoplido que se había quedado atorado en su pecho por el susto y se incorporó completamente.
-¿Que me hicieron, doctor?-preguntó el muchacho curioso, frotándose los ojos con los talones de la mano.
-Bueno, señor Pynes-el doctor se acercó lentamente al muchacho, tabla medica en mano, y con voz pausada dijo:-. Le hicimos un escáner de su cuerpo y órganos internos, como para poder descifrar el origen de su enfermedad.
-¿Y pudieron encontrarlo?-pregunto, esperanzado, con la voz desbordando alegría.
-Me temo que no señor. Y peor aun, porque no tenemos identificada esta enfermedad y podría ser mortal. Pero no se preocupe, estamos haciendo todo lo posible para contactarnos con los científicos prestigiados de Japón y Alemania, para ver si nos pueden ayudar con los análisis y...-se interrumpió a si mismo y cambio de tema-. Solo necesita tener un poco de paciencia y ayudarnos con una pequeña suma de dinero y...
-Lo que pasa doctor, es que ya no tengo paciencia. Ni dinero-dijo el joven con los ojos nublados por las lagrimas, encorvado y sosteniendo su cara entre sus manos. Levanto la cara y el doctor mostro una mueca de compasión al ver los hinchados y azules ojos del muchacho. Este, al sentirse débil, gruñó y con el dorso de la mano, se limpió las penosas lágrimas que resbalaban lentamente por su rostro-. Ni tiempo. Acaba de decir que mi enfermedad podría ser mortal, ¿y cree que voy a tener tiempo como para esperar los resultados de China y Alemania? Lo siento, pero tengo mejores cosas por las que vivir.
-Pero...-tartamudeo el doctor-. Puede que la enfermedad no sea peligrosa, era una opción, ¡no sabemos!
Olliver sacudió la cabeza con desaprobación y acto seguido, se levantó de la camilla y caminó por la habitación en busca de su camisa. El doctor soltó un resoplido de derrota y sacándola de un cajón se la tendió al muchacho, que le agradeció en voz baja y la tomó.
-Por lo menos...-continuo el doctor-, toma estas medicinas, para retrasar cualquier problema que pueda traer la enfermedad-le tendió una nota firmada por él, con varios medicamentos escritos con letra extraña sobre esta.
Olliver la tomó y ya con la camisa puesta, hizo con la cabeza un gesto de despedida, alejándose de la extraña habitación.
Caminó por varios pasillos blancos, oyendo a lo lejos, chillidos de dolor, gritos agudos, risas y lloriqueos.
Se le encogió el corazón al pensar que algún día estaría así, llorando por la muerte de algún ser querido o riendo por el nacimiento de alguien.
Se encogió de hombros y, despejando su mente, salió completamente del hospital, ignorando completamente los gritos de advertencia de las enfermeras y gente desconocida. Se detuvo en la acera y echo otro vistazo rápido. La ira tomo su cuerpo.
"Solo quieren retrasar lo que es inevitable" pensó, la mandíbula apretada y los ojos húmedos.
"Ya saben que voy a morir, y no hay nada que lo pueda impedir"
Volvió a ver la lista y la arrugo en su puño, aplastándola tanto, que sus nudillos quedaron blancos y sus dedos adoloridos.
-Ni las medicinas podrán salvarme-dijo en voz alta y con zancadas, se acerco al bote de basura mas cercano y tiró la lista. Gruñó y se echó a correr por las calles, con los gritos agudos y chillidos, que se fundían a sus espaldas, con los pitazos del claxon, ruidos de las llantas en el frío cemento y llamadas telefónicas provenientes de todos lados.
-¡Olliver!-gritó Sally a varios metros a sus espaldas. El muchacho, en un intento desesperado de acallar el ruido de las calles y un pitido que había empezado a sonar en su oído, tiró de sus cabellos negros y cuando divisó a la chica, borrosa, en la lejanía, e intentó acercarse.
De pronto, oyó un gran estrepito atrás suyo y cuando se dió vuelta para ver que sucedía, una gran luz de muchos colores atrapo su campo de visión y llevado por la magia de aquella luz, no vió lo que se encontraba unos pasos adelante.
Hasta que fue demasiado tarde y un algo gigante impacto contra su cuerpo, lanzándolo lejos. Cuando chocó contra otro algo y oyó un crack, supo que estaba perdido.
"Sophie, lo siento mucho" dijo y sonrió.
Ya no veía la ciudad, sino, un gran campo verde, lleno de flores y en medio de este, dos niños agarrados de la mano. Una niña de cabello rubio y ojos verdes y un muchacho de cabello negro y ojos azules. Ambos felices y sonrientes, riendo y contando chistes absurdos.
Pero el recuerdo desapareció tan rápido como llego, llevándose consigo toda la felicidad, dejando a Olliver con la mente en blanco y el cuerpo roto y adolorido.
Soltó un grito de dolor que no escucho.
Su sentido del oído se rompió. Al igual que el de tacto. No podía sentir ni oír nada.
Y poco a poco, también dejo de ver. Así que cerro los ojos y quedándose en la misma posición, se dejo llevar por la luz que lo guiaba al final del túnel...
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When the stars go blue
Genç KurguSophia y Olliver han sido amigos desde que tienen memoria, y juran ser fieles entre ellos por el resto de sus días. O lo que queda de ellos. Cuando una enfermedad amenaza con separarlos y romper todos los sueños y promesas que habían creado, vendr...