*Día de la fiesta y el accidente*
Narrador omnisciente
"¿Dónde miércoles se supone que está Ana?" Pensaba la rubia mientras se deslizaba dentro de una muchedumbre de cuerpos sudorosos y bebidos.
Que bueno que eso era una fiesta sin alcohol (supuestamente).
Ya tenían un rato de haber entrado a la mansión de los Mills, un lugar lujoso, grande y bien decorado, en el que se podía notar el buen gusto.
A pesar de que entraron por la enorme puerta principal juntas, Ana desapareció al instante, poniendo al excusa de que iba a beber algo para que se pusiese el ambiente bueno.
Pero Sophie, además de que no era una fan del alcohol, no le había dicho donde reencontrarse, por lo que ahora, le tocaba buscar como tonta a, la posiblemente ya borracha, Ana.
Varias personas la empujaron, pisaron, casi le derraman el contenido misterioso de los vasitos rojos e incluso un chico incluso intento besarla.
Estaba harta, parecía que no encajaba en ese lugar, lo cual era extraño, pues ella era una fan de las fiestas.
Y lo peor de todo, es que nadie parecía recordarla.
----------------------------------------------------------
Recién salió la señorita de la habitación, Olliver intento mover sus piernas con cuidado.
Empezaba a recobrar la sensibilidad, pero no creía poder pararse del todo.
Movió los brazos lentamente, levanto los hombros, empezó a estirarse.
La adrenalina empezaba a fluir por su cuerpo, despertandolo, estaba a punto de hacer una estupidez.
Se irguió con tranquilidad, sus piernas quedando recostadas todavía sobre el colchón, pero su tronco erguido y desnudo.
Sacó sus piernas de la cama, una por una, y las balanceo un poco solo para asegurarse de que podría mantenerse en pie luego.
Y sin esperarlo, lo intentó.
Bajó de la cama y aterrizó sobre sus extremidades. Se tambaleó un poco, sus piernas se sacudían por el esfuerzo, pero se sostuvo fuertemente de la cama para evitar caer.
Una venda que rodeaba su torso, brazo y pierna derecha, y sabía que sí veía lo que las vendas escondían, no iba a poder seguir caminando luego, repugnado.
Por lo que hizo caso omiso a los golpes de su cuerpo y se arrastró hasta la ventana con mucho esfuerzo.
Una vez ahí, se asomó.
El sudor empapaba su frente y espalda, un malestar le inundó el estomago y le entraron ganas de vomitar.
El piso no estaba lejos, ya que al encontrarse en la planta baja, el área de emergencias, lo único que tenía que hacer era saltar por la ventana y podría ser libre.
Se mordió el labio.
Si de por sí, caminar hasta el otro lado de la habitación le había causado tanto dolor, el saltar lo mataría seguramente.
Tenía que intentarlo.
Y así lo hizo.
Guardando la respiración, sacó una pierna por la ventana. Ahogó un grito que moría por escaparse de su garganta. Dolía, demasiado, pero si hacia algún ruido, lo descubrirían.
Se apoyó de la ventana y sacó la otra pierna. Luego se impulsó para adelante y saltó.
Al caer, se dio un buen golpe, trastabillo y por poco y cae al suelo, pero sabía que sí caía, no iba a poder volver a levantarse.

ESTÁS LEYENDO
When the stars go blue
Teen FictionSophia y Olliver han sido amigos desde que tienen memoria, y juran ser fieles entre ellos por el resto de sus días. O lo que queda de ellos. Cuando una enfermedad amenaza con separarlos y romper todos los sueños y promesas que habían creado, vendr...