Capitulo 10

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*17 años*

(mismo dia de la fiesta y el accidente)

Con Sophia

Narrador omnisciente

-¡Te queda hermoso!-dijo Ana juntando sus manos y soltando un grito ahogado. Sophie se asustó y soltó un suspiro, pero luego formó una mueca en su rostro y se miro al espejo.

No se veía mal, debía de admitirlo, pero no era algo que a ella le apasionase.

Nunca había sentido una conexión extraña y demente por la moda.
Mientras todas sus compañeras (en el internado y su vieja escuela) ya usaban maquillaje, aretes, collares, pulsares y pestañas falsas, a ella apenas podían convencerla de usar algo de rímel y brillo de labios.

Es más, ni siquiera usaba cremas exfoliadores ni shampoos muy caros, pues por ser una muchacha muy espiritualista, creía que la belleza verdadera se encontraba en el interior y no en el exterior, pero de cualquier manera, no había que cubrir las imperfecciones y el cuerpo con joyas y maquillaje para ocultar nada.

Sophia se alisó el vestido y Ana chasqueó la lengua a sus espaldas. Puso una mano sobre su hombro y con un leve movimiento de cabeza, indicó a Sophie de que se veía bien.

O mas que bien diría yo.

Llevaba un hermoso vestido strapless blanco, demasiado corto para el gusto de Sophia, pero que se adaptaba perfectamente al cuerpo de esta. Estaba hecho de una tela fina y bastante suave, con algunos pliegues. Llevaba unas pocas pulseras doradas que le pesaban bastante. También llevaba puesta una corta, pero bastante moderna y elegante, chaqueta verde militar, para darle a su atuendo un toque mas "Sophie". Y claro, porque ella no era de las típicas chicas que por verse bien, no se iba a tapar del frio. Llevaba puestas unas zapatillas converse verde militar, que hacia juego con su chaqueta. Los aretes de perla que había encontrado entre sus maletas combinaban perfectamente con el atuendo, y además, eran los aretes de la suerte de la muchacha, porque su abuela se los había regalado en su decimo cumpleaños y simbolizaban para ella la paz y la armonía. Tambien llevaba un collar dorado con una llave del mismo color al cuello.

Llevaba un poco, casi nada, de maquillaje en la cara, apenas un toquecito de rimel en los ojos y un poco de brillo en los labios.

Ana tomó de la mano a Sophia y la arrastró por toda la habitación, hasta que la sentó frente a un tocador casi a la fuerza y comenzó a recogerle el cabello.

-Te voy a hacer un peinado, no te muevas-dijo, y guiñándole un ojo, comenzó a peinar su, ya larga, cabellera rubia.

Sophie resoplo y revoleo los ojos. Era una chica muy impaciente, debía decirlo, y le desesperaba mucho estar sentada en un lugar sin hacer nada.

Por eso no le apasionaba la escuela.

Miró a Ana por el reflejo del espejo, haciendo su trabajo. ¿Desde cuando Ana había empezado a quererla y extrañarla tanto? Era una pregunta que no tenía caso formular, pues no tendría respuesta. Sophie sonrió y admiró a su amiga. No se veía para nada mal. Llevaba un demasiado corto y pegado vestido tubo azul, unos tacones aguja negros y muchas pulseras y maquillaje puestos sobre su cara.

Claro, se veía bien, para ser Ana.

Sophia inhaló profundamente y dejó que el tiempo y su amiga resolvieran el de problema de su peinado...

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-¡Te ves divina!-chilló Ana, al tiempo que daba saltitos y juntaba sus manos en el aire, observando a Sophie en el espejo.

Sophie se miró en este y mordió obviamente su labio.

El peinado no le agradaba para nada.

Este estaba compuesto por diminutas trencitas, que se unían al final en un rodete demasiado alto.

-Me....encanta.....-mintió la joven y sonrió a Ana falsamente. Esta chilló, cogió a Sophia de la mano y la arrastró por toda la casa hasta su auto, no sin antes perfumarse lo necesario para la ocasión, donde subieron y emprendieron viaje a la enorme casa de los Mills, dónde la fiesta sería celebrada.

En el camino, ninguna de las dos dijo una palabra, pues Sophie pensaba en la fiesta, que pasaria o a quién se reencontraria. Estaba nerviosa.

Y Ana. Ana pensaba en que se veía fabulosa...

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Cuando Olliver abrió los ojos, la cabeza le dolía y sentía un gran vacio en su pecho.

Aunque quería, no podía mover sus extremidades, y luchaba contra el impulso de gritar como loco para que alguien le explicara que estaba pasando.

No ocurrió.

Lo único que recordaba era que había sido impactado con algo y había sido lanzado por los aires, pero por alguna razon, no había sentido dolor.

Giró la cabeza, que por el momento, era lo único que podía mover, e inspeccionó la habitacion.

Estaba en un quirófano, descamisado y cubierto de cables que conectaban su cuerpo con una máquina grande y monstruosa.

-Heyy...-gritó Olliver, pero su voz, ronca, parecía más un murmuro que un grito de ayuda.

Como por arte de magia, entró de repente a la habitación una enfermera joven y voluptuosa, que al ver a Olliver sonrió con compasión y se acercó a su camilla.

-Señor Pynes, ya despertó, ¿cómo se siente?-preguntó con voz chillona la señorita, que tenía una insignia con el nombre "Lana" sobre el pecho.

-¿Que paso?-respondió con otra pregunta el muchacho, intentando desesperadamente de mover sus piernas para incorporarse.

La muchacha sonrió y ladeó un poco la cabeza hacia un costado.

Por un momento, Olliver se sintió incomodado.

-Señor Pynes-se acercó un poco más a la camilla-, hace unas horas usted tuvo un accidente...

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-¡Hemos llegado!-gritó Ana soltando el volante y juntando ambas manos en una palmada. Le echó un a ojeada a Sophie y sonrió-. ¡Va a ser el mejor día de mi vida!-gritó. Rió y se apeó del coche. Sophie se masajeó las sienes y resopló. Había tenido que aguantarse los gritos de Ana durante todo el trayecto. Se secó el sudor de sus manos discretamente en el vestido y se apeó con elegancia del coche.

Se fijó a ambos lados y a los alrededores del auto, pero Ana ya había desaparecido.

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-¿Como?-preguntó el muchacho, aún sin poder creerse lo que acababa de escuchar. La señorita, que permanecía con el rostro impasible, asintió con la cabeza y le dedicó una sonrisa que no llegó a sus ojos.

-Así es-respondió con calma-. Usted fue atropellado cuando recién salía del hospital. Los rayos x debieron de haberle causado un descenso de la presión, debido a que el doctor no le dió las medicinas correctas. O no tomó precauciones necesarias. Por eso, creemos que perdió todo tipo de conocimientos, se desmayó y fue atropellado- Lana hablaba tranquilamente, deteniéndose unos segundos en cada palabra, como si esas cosas ocurrieran todo el tiempo. Olliver no respondió. Estaba totalmente en shock y no sabía que decir.

La enfermea le sonrió y acto seguido se dirigió a la puerta para salirse de la habitación, no sin antes dedicarle al chico una sonrisa de lástima.

-Lo siento señor, pero no podrá salir de aqui en unos días, hasta que se recupere del golpe.

Olliver apreto las manos en puño y mordió su labio inferior.

Nadie ni nada iba a detener a Olliver para llegar a esa fiesta, y menos con la guapa Jenni Mills esperándolo.

Lo que él no sabía, es que iba a tener una pequeña gran hermosa sorpresa esperándolo.

Ni ella lo sabía tampoco....

When the stars go blueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora