III| τρία

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La tensión estaba justo ahí a pesar de que no había pasado ni medio día. Apolo procuraba que a Karissa no le faltase nada. Mientras que Afrodita lo enfrentaba diciéndole que no tenía por qué ser así con ella cuando era una humana común y corriente.

—Ya basta, la chica está pasando por una situación un tanto difícil —se quejó Apolo mientras llenaba un balde de agua.

—¿De cuándo aquí te volviste su esclavo? Los humanos están para adorarnos, no para hacernos sus títeres.

Apolo suspiró. Tratar a veces con su gran amor no era nada fácil.

—Vivimos de su amor, Afrodita, de nada nos sirve si nos odian. Aunque Karissa es humana sigue siendo la hija de Hades y contra eso no podemos hacer nada.

—Dudo que sea su hija, ni siquiera tiene poderes —se burló Afrodita mientras escondía su risa burlona entre los ropas.

Afrodita no tenía nada en contra de Karissa, pero le irritaba a sobremanera que Apolo se pusiera a su disposición. Odió el segundo en el que dijeron que alguien llegaría y que necesitaría la ayuda de ellos dos para tratar de sobrevivir.

Cuando fue Artemisa quien les pidió el favor aceptó de mala gana pensando que era algo diferente, pero absolutamente no pensó que algo humano.

—¿Vas a quedarte ahí o vendrás? —preguntó Apolo a una Afrodita perdida en sus pensamientos.

Y también pudo notar que Afrodita odiaba estar parada en la tierra. Y no lo entendía.

En ocasiones simplemente no era ella.

Karissa se sentía bien a lado de Apolo porque este no le mostraba malas caras ni tampoco hacía comentarios sardónicos. No era que Karissa quisiera estar parada donde estaba, literal, huía de una mujer que no tentaría el alma o lo que tuviese para hacerle daño por una simple razón, ella era la causante de sus molestias.

Cuando Apolo le trajo un pescado asado, pudo entender el por qué Afrodita permanecía con él, él era gentil y brillaba como el mismo sol aunque cuando las nubes estaba arremolinadas una encima de la otra. Él era gentil y recordaba haber conocido esa gentileza en el inframundo en mano de alguien a quien hacía años dejó de ver.

Nunca tuvo la oportunidad de hablar con su padre aunque a veces vigilaba dicho lugar donde dormía. Nunca pudo verlo en persona porque las monjas oscuras no se lo permitían, ella no era bienvenida en algunos lugares de su mismo hogar y lloraba de frustración al sentirse sola, y de cierta manera abandonada.

Siempre se limitó a hacer lo que en ocasiones Tánatos y Hipnos le decían, sin saber realmente qué era lo que tenía que hacer con exactitud.

Sin embargo, la situación actual era un problema.

—Disculpe —se dirigió a Apolo.

—¿Sí?

Karissa no sabía cómo comenzar la conversación y aunque habían transcurrido un par de días, la situación sólo se volvía más tensa cuando Afrodita no paraba con sus malas caras y a chistar cada que la veía pasar para ayudar a Apolo con las cosas.

—Ella... —musitó incapaz de decir una cosa mala de ella por temor a cómo reaccionaría él.

—Descuida, en realidad odia estar acá, ha estado insistiéndome en que nos vayamos, pero aun no recibo noticias de Hermes, así que no dudo que en estos días aparezca algo. Fueron muy concisos en que debemos ayudarte.

—¿Quién les dijo eso?

—Artemisa.

Karissa se sorprendió. Nunca la había conocido aunque había escuchado rumores, aunque conocía prácticamente el árbol genealógico que envolvía a su padre, toparse de frente con los grandes o los de la segunda generación era algo impresionante.

—¿Cómo fue que ella sabía de mí?

—No lo sé y son cosas que olvido preguntarle —Apolo comenzó a reír cuando la cortina de la tienda se abrió estrepitosamente.

—Estoy harta —farfulló enojada Afrodita y era más que obvio— ¿Crees que puedes ir ahí con tu carita de no hago nada seduciendo hombres?

Karissa quedó estupefacta y Apolo parpadeó incapaz de creer la sandeces que salía de la boca de su mujer.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Apolo incapaz de creer lo que decía.

—Que te quede claro que eres una simple humana, ni siquiera me explico el porqué Artemisa tendría que velar por ti cuando es evidente que eres una abandonada más, los hijos de Zeus se mueren todos los días y déjame decirte culpa de quien es —Afrodita estaba colérica sin darse cuenta que disparaba palabras hirientes— Todo es culpa de tu insignificante madre que prefirió traicionar la confianza que le depositaron, una humana hecha con tantas virtudes y dones para que al final terminará en los brazos de un Dios que nunca la amó, ¿lo entiendes verdad?

»Dioses como nosotros nos mecemos en los laureles de sus tontas oraciones las cuales son elevadas a diario para que les hagamos milagros. Pero tú, tú no mereces nada de eso, no merecemos estar acá por ti, no cuando tu madre es quien tuvo la culpa de todo.

»Tú eres una sobra más de Zeus.

—Admirable —musitó Karissa viendo fijamente a Afrodita conteniéndose las lágrimas—. ¿Quién pensaría que la gran Afrodita es un monstruo al cual sólo le interesa su propio bienestar? No me ha de extrañar que tus pobres hijos tengan una guerra entre sí con una madre así de inestable.

—¡¿CÓMO TE ATREVES?! —Afrodita se abalanzó pero Apolo fue más rápido para detenerla— ¿Crees que puedes venir y hablar de mis hijos cuando tu propia madre te abandonó? —Afrodita se reía en los brazos de Apolo.

—Pobre de Eros y Anteros —cuchicheó Karissa mientras tomaba sus cosas en una bolsa que había procurado hacer a escondidas de ellos dos. Sabía que tarde o temprano tenía que enfrentarse con el mundo de afuera, tendría que ver a gente igual que ella.

—Karissa —era la voz intimidante de Apolo—. Deja de provocarla.

La mirada de Apolo era severa. Definitivamente, él ya no era tan gentil.

Injusticia.

Dicho sentimiento estaba en el aire aun cuando la opresión en el pecho no desaparecía, sin pensárselo mucho abandonó la tienda aun cuando Apolo le gritaba a sus espaldas y Afrodita desaparecía en un inmenso halo de luz hacia el cielo.

Las lágrimas cayeron. No necesitaría a ningún Dios a partir de ahora.

Karissa [Reinos de Oscuridad #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora