O N C E

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Hay amor entre nosotros, pero algo ha pasado y no sé qué es.

En el pasado no había existido aquella naturalidad, o por lo menos Young Bae no lo había sentido antes. Cada pequeña y mínima acción parecía correcta e incluso destinada.

Sus ojos se agudizaron mientras el reflejo de la ternura asomaba desde lo más profundo de su alma a la vez que observaba detenidamente a aquel hombre de anchos hombros afilados y estrecha cintura, quien yacía sobre un pequeño banquillo, sosteniendo entre sus dedos las delgadas y filosas hojas de una gruesa agenda de deberes.

Los hombros caídos y la suave respiración sólo le daban la plena certeza de la tranquilidad que embargaba a aquella pacifica criatura, quien en ningún momento apartó los preciosos ojos oscuros de aquellas importantes líneas de tinta.

Alzándose de su propio sitio, fue a encuentro de aquel otro hombre, inclinándose ligeramente sobre el hombro derecho de éste sólo para husmear aquellas importantes líneas.

—¿Demasiado ocupado?— ronroneó gentilmente mientras sus labios se atrevían a acariciar la apiñonada piel, recorriendo desde la parte por debajo del lóbulo hasta la desnuda y acentuada clavícula.

—Debo arreglar mi agenda. Los pasados días he sido un desastre.— admitió.

—Bien, pero creo que te iría bien un descanso...— sentenció mientras la amplia mano del mayor acariciaba gentilmente su rostro y una suave sonrisa teñía sus labios— Llevas horas pegado a esta cosa...— tomó la gruesa agenda y la cerró.

—Es trabajo...— se excusó.

—Sí, lo sé. Y sé que es importante, pero también importas tú y no quiero que enfermes. Ni siquiera has probado bocado.

—Sólo necesito terminar esto...

—Te propongo algo. Vas, te das una ducha y mientras tanto yo te preparo algo para comer.

—¿Y el trabajo?— el menor sonrió gentilmente.

—El trabajo estará allí para cuando termines.

Alzándose lentamente mientras un bajo suspiro abandonaba sus labios, Seung Hyun se vio frente a aquel hombre de piel morena, quien parecía conforme con su presencia. El menor había estado comportándose lo suficientemente atento como para casi hacerle creer que en verdad había cambiado. Sin embargo, él lo sabía mejor.

Young Bae tenía miedo, miedo de quedarse sólo. Muy a pesar de que siempre había tenido a alguien a su lado, él nunca lo había sentido así. Tal y como lo había dicho, el moreno necesitaba la atención de tan siquiera una persona. Vivía obsesionado con la idea de que podía perderlo todo.

Mirándole directamente a los ojos, se atrevió a regalarle una gentil sonrisa antes de inclinarse y tomar el afilado rostro entre sus palmas, acariciando entonces con sus labios aquellas suaves y esponjosas almohadillas humedecidas en dulce saliva. Murmurando una tenue advertencia, el mayor se vio prontamente encarcelado entre los fuertes brazos morenos, los cuales se ciñeron a su alrededor mientras las amplias palmas se estrechaban alrededor de sus angostas caderas.

La profunda necesidad de acariciarse había sido contenida los últimos días puesto que Seung Hyun había creído no estar listo para entregarse nuevamente, ya que sabía que se traicionaría a sí mismo. Estando entre los brazos del moreno, las cosas siempre se tornaban turbias y los pensamientos racionales se extinguían al igual que sus intentos de resistencia. Y muy a pesar de ello, esa noche se sentía cansado, no físicamente sino mentalmente.

Estaba harto de huir, y sentía la imperiosa necesidad de un cuerpo sosteniéndolo tan siquiera por un par de horas.

Respirando agitadamente, se separó de aquellos labios que se habían propuesto devorarle, simplemente para apoyar su propia frente contra la del menor, mientras éste sostenía firmemente sus mejillas y le dedicaba una hambrienta mirada junto con una galante sonrisa.

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