Guía Rápida de Espíritus para Principiantes

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ALAIA

Módena, Italia. Una ciudad hermosa, llena de lujos e historia. Me encanta caminar por sus calles y perderme entre sus barrios más antiguos, pero ni siquiera tenía unos minutos para contemplar el cielo estrellado. Era tarde, demasiado tarde y estaba segura de que él no estaba listo. Aterricé frente a un taller de reparaciones abandonado, la fábrica de Masserati no estaba lejos de allí. La cortina estaba baja y la luz de afuera apagada, pero golpeé de todas maneras. Mientras esperaba a que alguien responda alcé la mirada y apreciar por un instante el cielo salpicados de pequeñas luces. Pocas veces me quedaba despierta de noche, prefiero el sol, y lo disfruto tanto como me es posible, pero hoy no era el caso. 

Impaciente volví a golpear, nadie respondió, así que tomé el picaporte y descubrí que la puerta estaba abierta. Lentamente me adentré, conociéndolo podría haber cualquier cosa esperando del otro lado. Por suerte, ninguno de sus locos experimentos me atacó apenas cerré la puerta, pero dentro todo estaba apagado y en silencio. Hice una mueca ¿Desde cuándo había silencio allí?... ¿Dónde estaba el ruido de las máquinas, el estruendo insoportable de los engranajes girando? Ni siquiera se escuchaba un martilleo... algo andaba mal. De repente, el inconfundible sonido de pequeños pasos apareció detrás de mí, rebusqué en el bolsillo de mi vestido y saqué mi varita.

—¿Hola...? —murmuré a la oscuridad— ¿Fixer, eres tú? ¡Sabes que detesto que me asusten! —exclamé irritada. 

Instintivamente mi pelo comenzó a brillar.. debo reconocer que es algo útil en estos casos, pero me siento la perfecta cruza entre un fenómeno y un árbol de navidad. Un circulo de un metro se iluminó a mi alrededor. El suelo estaba sucio y pegajoso, había faltado muy poco para que no pise un charco de aceite. Los pasitos se propagaron por todo el lugar, como si algo estuviese rodeándome... si un ejército de arañas mecánicas aparecía para atraparme juro que iba a asesinarlo. Pero entonces dos pequeñas luces amarillas brillaron en la oscuridad frente a mí.

—¡Mousie! —dije molesta— ¡Casi me das un infarto!

De entre las sombras el ratoncito mecánico salió chillando feliz y se acercó a mí. Sonreí y coloqué mi mano para que suba, él la trepó alegre para saludarme. A pesar de que lo quería como si fuese un animalito de verdad Mousie era una máquina, un autómata para ser más exactos, Fixer la construyó para que sea su ayudante. Suspiré, no podía enfadarme con Mousie, era... adorable, a pesar de estar hecho de bronce y engranajes era la cosita más dulce que cualquiera podía imaginar.

— Hola pequeño, ¿sabes dónde está Fixer? —pregunté. Él emitió una serie de chillidos y crujidos y saltando de mi hombro se internó en la oscuridad del taller.

En la parte trasera de la tienda había una pequeña habitación y un baño, además de una oficina. Adentro de esta última había una gran mesa de trabajo y un atril de dibujo. La lámpara extensible estaba encendida y en un taburete alto, con la cabeza sobre un plano estaba nadie menos que Fixer, profundamente dormido.

—¿Hace cuanto que no para de trabajar? —pregunté preocupada. Mousie se subió por una de las patas y se quedó junto a su dueño mirándolo con tristeza. La mesa estaba llena de prototipos de autómatas, algunos humanos, otros animales. Había varios planos colgados y en el suelo había restos de engranajes y metal. Fixer era así, caótico y quizá un poco descuidado, tenía alma de inventor y su mente trabaja demasiado rápido para la realidad. Siempre estaba inventando algo y, mientras lo hacía, iba pensando en sus siguientes cinco proyectos... era algo de nunca acabar. Cualquier cosa mecánica le resultaba fascinante, entendía de circuitos y conexiones mejor que nadie, para él la ingeniería mecánica era un juego de niños. Se pasaba días encerrado en ese taller, sin hablar con nadie, solamente trabajando en un nuevo aparato. Aunque si no hubiese sido por eso nunca nos habríamos conocido.

¿Vuelas conmigo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora