6. LA CENA

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- Veo que no coges las indirectas, ni las directas. ¿Qué quieres Dylan, que haces aquí, como sabes que estoy aquí, me persigues?- contesté enfadada y nerviosa.

Él estaba de pie con una camiseta de color verde lima y con una abertura en el cuello un poco ajustada, y llevaba unos tejanos también un poco justados y unas deportivas de color blanco.

- Pues la verdad, quería informarte, nueva vecina, que yo vivo en el bloque de pisos de enfrente. Así, que diría que la acosadora eres tú no yo, y como te vi por la ventana pues bajé a saludarte.- puse los ojos en blanco, le ignoré y empecé a subir hacia el piso para indicarle a los hombres donde debía estar colocado todo. Unos dejaban las cajas y los otros montaban los muebles. Dylan apareció detrás de mí.
- Vaya, ni en tus sueños te lo montas bien, un poco pequeño para mí, pero esta guay.- dijo girando la cabeza y mirando hacia mí.
- A mí me encanta, esa luz, las vistas que tengo en mi dormitorio y aparte me gusta que sea pequeño, no pasaré mucho tiempo aquí.

- Ya normal, la mayoría del tiempo estarás en mi casa.- me dijo con una sonrisa en la cara y con superioridad. Uno de los trabajadores se nos quedó mirando, negó con la cabeza y continuó trabajando. Me quedé estupefacta, su orgullo no tenía límites.

- ¿A qué has venido?, ¿no tienes trabajo que hacer? A no, espera, que tu trabajo es un misterio y te hace desaparecer a las once de la noche.- dije un poco molesta. Dylan gruñó un poco y contestó.

- Vaya, tu boca ya tardaba demasiado en contestarme. Como te vi por la ventada bajé para pedirte disculpas, por lo del otro día, así que quería invitarte a cenar o algo.

- Lo siento, pero estoy ocupada ¿no lo ves?, vete a molestar a otra y déjala colgada cuando te necesite.- dije mirando hacia el suelo, me dolía. Dylan vino, me cogió la cara con las dos manos con suavidad y me miró con ternura y fijamente. Tiene unos ojos increíblemente azules, como para perderse dentro de ellos.

- Amanda, sabes perfectamente que me hubiese quedado contigo y más en ese estado, tengo un trabajo difícil, confía un poco en mí, por favor.
- El problema está en que no se si puedo confiar en ti, hay tantas preguntas que quiero hacerte y que me respondas con total sinceridad...
- ¿Te parece si te ayudo con todo eso y luego cenas en mi casa? Podrás marcharte cuando quieras y no te lo impediré ¿de acuerdo?, responderé todas las preguntas que quieras, sin mentiras, lo juro - dijo Dylan con la mano alzada como si estuviese en un juicio y tuviese que declarar la verdad.

Me lo pensé un poco, pero necesitaba esas malditas respuestas y ese era el único modo, así que asentí la cabeza y nos pusimos los dos a trabajar.


Dos horas más tarde, todos los muebles estaban montados y en su sitio, solo faltaba poner el toque personal para que el apartamento cobrase vida. Dylan me ayudó hasta el final y ahora me estaba ayudando a barrer y a fregar todo el polvo que ha salido del apartamento y durante el montaje de los muebles.
Al terminar decidimos pedir comida japonesa de un restaurante que hay al final de la calle. Me fijé que al entrar al bloque de pisos de Dylan, era el mismo del que salí corriendo el otro día. Ya me podía haber fijado porque así ahora no seríamos casi vecinos.
Su piso era grande, una entrada que daba a un espacioso comedor, las paredes pintadas de un color blanco roto que daban grandeza y luminosidad, un sofá marrón de cuero y una tele de plasma muy grande colgada en la pared. Luego la cocina era grande y moderna con una barra de desayuno, y en la ventana una pequeña mesa con dos sillas de caoba. Para ser un hombre me gustaba como tenía la casa decorada, sencilla pero no fría. Desprendía calidez.
Mientras yo estaba observando la casa, Dylan estaba preparando la mesa y cuando terminó llegó nuestro pedido. Cogimos la comida y la pusimos en la mesa. Yo me pedí sopa de miso, tataki de atún y un mochi de postres, y Dylan un surtido de sushi. Mientras estábamos comiendo empecé a hablar.

NI EN TUS SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora