El Inicio

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Vayamos a una época lejana, tan lejana que el cielo y la tierra no se distinguían y sólo reinaba el silencio. De repente surgió un extraño sonido, producido por el movimiento de las partículas de aquella masa informe primigenia. Las partículas más ligeras y la luz se elevaron mientras otras se quedaron a medio camino y otras no fueron capaces de levantarse. Así, mientras la luz subía y formaba el cielo y el sol, las intermedias se juntaron en forma de nubes y las más pesadas quedaban unidas en una masa oscura y fangosa.

En el reino de las nubes, llamado Takamagahara, surgieron tras varias generaciones de deidades primordiales los dioses que formarían las "Siete generaciones divinas". Reunidos, decidieron que había que hacer algo con ese fango que se extendía y se movía pesadamente bajo ellos. Así que encargaron a los más jóvenes, Izanagi e Izanami arreglar aquella parte del universo. Para ello se les proveyó de una gigantesca lanza enjoyada con la que removieron aquel barro para separar sus componentes. Cuando la sacaron, un poco de barro goteó y, al caer a lo que sería el mar formó la mítica isla de Onogoro.

Tanto gustó a Izanagi e Izanami aquella isla que decidieron quedarse en ella y engendrar hijos allí. Inventaron a tal efecto un rito matrimonial que comenzaba con las palabras de ella. De su unión nacieron dos hijos deformes y no buenos; fueron rechazados, considerados hijos ilegítimos y abandonados al no ser todo lo buenos que sus padres querían, al alejarse, esos hijos desaparecieron.

Al ver qué estaba ocurriendo ahí abajo los dioses exigieron la vuelta de la pareja, que contó lo que había ocurrido. Los residentes en el cielo perdonaron la acción del matrimonio y les aconsejaron que antes de volver a procrear repitieran el rito matrimonial con un pequeño cambio: esa vez el primero en hablar sería él.

Izanagi e Izanami hicieron caso del consejo y esta vez su descendencia fue perfecta. De aquellos hijos nacerían las distintas islas que conforman el archipiélago japonés y los antepasados de sus habitantes. Sin embargo, en el parto de su último hijo, Kagutsuchi, Izanami falleció e Izanagi con mucho dolor y sufrimiento la enterró en el Monte Hiba.

Lleno de cólera y furia, Izanagi asesinó a su hijo Kagatsuchi, culpándolo de la muerte de su esposa, luego lo cortó en varios pedazos y de esos trozos nacieron más deidades.

Izanagi se lamentó de la muerte de y emprendió un viaje al Yomi o "la tenebrosa tierra de los muertos". Izanagi encontró muy poca diferencia entre Yomi y el mundo terrenal, excepto por la oscuridad eterna. Sin embargo, esta oscuridad sofocante fue suficiente para provocarle dolor en ausencia de la luz y la vida en la tierra de arriba. Rápidamente busco a Izanami y la encontró. En un principio Izanagi no pudo verla por completo debido a que las sombras ocultaban su apariencia. Sin embargo él le pidió a ella que regresara con él. Izanami le escupió, indicándole a Izanagi que ya era demasiado tarde. Ella ya había probado el alimento del inframundo y ahora ya era una con la tierra de los muertos. Ella no podría regresar más a la vida.


Izanagi se quedó impactado por estas noticias, pero aun así renunció a ceder antes los deseos de Izanami de quedarse en la oscuridad de Yomi. Izanami aceptó volver al mundo superior, pero antes le pidió a Izanagi que le dejara tiempo para dormir y que no entrara en su dormitorio. Mientras que Izanami dormía, él tomó el peine que sostenía su largo cabello y lo encendió como una antorcha. Bajo la repentina explosión de luz, él vio la horrible forma de la una vez hermosa y agraciada Izanami. Ahora ella era una forma de carne en descomposición con gusanos y criaturas asquerosas que se deslizaban sobre su cuerpo destrozado.

Gritando ruidosamente, Izanagi no tuvo control sobre su miedo y comenzó a correr, intentando volver a la vida y abandonando a su esposa muerta. Izanami se despertó llorando indignada y lo persiguió. Shikomes salvajes o las mujeres asquerosas también persiguieron al asustado Izanagi, guiadas por Izanami para atraparlo. Pensando rápidamente, Izanagi lanzó su gorro, el cual se convirtió en un racimo de uvas negras. Las shikome tropezaron con éstas pero continuaron su búsqueda. Después, Izanagi lanzó su peine, que se convirtió en un grupo de brotes de bambú. Ahora eran las criaturas de Yomi quienes comenzaron a perseguirlo, pero Izanagi orinó en un árbol, creando un gran río que aumentó su aplomo. Desafortunadamente, todavía persiguieron a Izanagi, forzándolo a lanzar sobre ellos melocotones. Él sabía que esto no los retrasaría por mucho tiempo, pero él ya estaba casi libre, porque los límites de Yomi ahora estaban más cerca.

Izanagi llegó rápidamente a la entrada y empujo un canto rodado en la boca de la caverna, la cual era la entrada a Yomi. Izanami gritó detrás de esta impenetrable barricada y le dijo a Izanagi que si él no la dejaba salir ella destruiría a 1.000 residentes vivos cada día. Él furiosamente le contestó que entonces el daría vida a 1.500.

Y de esta manera comenzó la existencia de la muerte, causada por las manos de la orgullosa Izanami, la esposa abandonada de Izanagi. Al menos así dicta la leyenda.

Luego de su visita al Yomi, Izanagi se fue a purificar de su descenso al mismo, mientras se quitaba prendas y joyas, cada una al tocar al suelo crearon nuevas deidades, incluso se crearon más dioses cuando se sumergió al lago sagrado para completar el ritual. Los más importantes se crearon cuando se lavó su rostro: Amateratsu, Tukuyomi y Susanoo. Pero este último no fue deseado por Izanagi, por su arrogancia y brutalidad en el combate, aún cuando realizaba sus actos por una buena causa.

El Último diosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora