Felino

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Felino.

Capítulo 10


Desperté mirando el techo rustico de la casa del primo de Frida, Francisco, alguien que es muy atento y hospitalario. Según mi mejor amiga, él es gay pero aún no lo acepta dado que sus padres son muy conservadores, teme decepcionarlos. Una historia que se parece en ese final a la mía.

Me levante a bañarme y arreglarme, después de todo estaba en un pueblo que desprendía magia en cada lugar y por lo mismo quería conocer todo lo posible. Apenas me salí de la habitación mire a la casa vacía y en la mesa habia un pequeño recado con la letra de Frida.

Acompañe a Paco por unas cosas al súper, llegaremos tarde, te vi tan dormida que me dio cosa despertarte, espero verte en un rato y no metas hombres guapos a la casa... no sin decirme:3 te quiero.

Ese mensaje me hizo reír. Últimamente está peleando mucho en las noches y por teléfono con ese estropajo que tiene por novio.

Olvide el tema y decidí ir a pasear por mi cuenta. Tome un mapa de la ciudad y camine por las calles tan bellas que adornaba el paisaje. Nada más que verdadera belleza en aquellos momentos. Llegue hasta la parroquia principal y seguí caminando, no muy lejos se hallaba un cerro donde estaba escrito en grande el nombre del pueblo. Supe que tenía que tomarme una foto cerca de aquel lugar y camine hasta la faldas monumento a la naturaleza, pequeñas casas se veían y cada vez se veía más solitario; no temía a nada pues me encantaba la soledad y paz que te inspiraba hasta que mi suerte no duro mucho, por accidente metí el pie en un agujero de mala fe y, por ende, me torcí.

Un grito salió de mi garganta mientras miraba la hinchazón que aquejaba mi tobillo, estaba rojo, raspado y leves gotas de sangre salían de la pequeña herida que me habia provocado por mi baja precaución. Apenas me levante y mire a un par de niños que me miraron asustados, después miraron mi tobillo y salieron corriendo.

— ¡No!, ¡Ayúdenme!, ¡Les pagare! —les grite pero se fueron y no escucharon mis palabras, realmente me estaba doliendo el tobillo y no tener ayuda no servía. Revise mi celular y no habia señal... maldita suerte.

Trate de levantarme ayudada de un cacho de rama que encontré pero justo en ese momento se rompió haciendo que cerrara los ojos a causa del golpe que me daría; golpe que nunca llego pues unos brazos me sujetaron de la cintura, abrí los ojos y mire hacia quien sea que me haya tomado viendo a un hombre guapo, de unos 28 años, güero pero de ojos café obscuro arrolladores, barba algo larga pero recortada, un rostro suave y cabello despeinado y poco largo daba a notar que hace tiempo no se lo cortaba.

Me levanté con su ayuda y pude mirar sus fuertes brazos. No era fornido, solo tenía lo necesario. Así como me levante trate de sonreír y seguir mi camino pero el dolor en mi tobillo pudo más; apenas flaqueé volvió a tomarme para después sujetarme de las piernas y cargarme en sus brazos como si mi cuerpo fuera una simple pluma. Suspire cansada.

— Perdona las molestias pero puedo caminar sola —dije tratando de bajar de sus brazos.

— Acabas de confirmar que no —dijo con un acento español que identifique apenas hablo.

— Sea como sea, no es tu responsabilidad cargarme y...

— Lo es —me interrumpió. ¿Qué acaso todos los hombres que conoceré tenderán a interrumpirme? — sois una bella damisela en peligro y es mi deber ayudarle.

— No soy una mujer indefensa —me defendí.

— Eso lo noto pero eso no me quita el cargo de médico, así que te revisare en mi consultorio. Piensa que este viaje es ir en una ambulancia muy estrecha y cómoda —sonrió haciéndome ver las pequeñas arrugas en sus ojos y su blanca sonrisa, cosa muy atractiva sumado a esos ojos.

Tres Centavos De Felicidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora