~15~Afecto

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El doctor hizo que le administrasen pastillas para la esquizofrenia de inmediato, pastillas, inyecciones, sedantes todo esto la dejó débil, con el rostro inexpresivo, ojeras, cansancio en la mirada.

Pero su atención dispersa se calmo al recibir aquella visita.

—Hija...
 
  Esta fue la única palabra que logró articular el hombre cansado cuando entró a la blanca habitación acompañado de una enfermera.

—¿... Padre?

  El hombre se aproximó a la joven la cual se veía muy cansada, sus ojos reflejaban un asombro débil y su boca medio abriera con los labios resecos, no, no podía creerlo, no podía creer que esa a la que estaba viendo en ese momento era la misma Raquelle, la misma niña que sonreia ladina, y lloraba cuando hablaba de su madre, bella ahora destrozada, pálida con los ojos sin esa luz que tanto los adornaba, le destrozó el corazón, no lo era, no podía serlo, pequeñas gotas rodaron por sus mejillas mientras estrechaba a su hija entre sus brazos, brazos cansados que ahora estrechaban a un ser querido, un ser importante, un ser que no fue valorado como merecía.

—Te extrañé... Padre...

  Así replicaba la que había sido tachada como esquizofrénica, mientras cerraba los ojos con fuerza marcando una sonrisa de alivio.

—¿Por qué nunca me dijiste lo que te ocurría?

—Padre... Toda la vida te he respetado, pero sentía miedo, no te guardé rencor, pero tampoco te tuve mucha confianza, pero ahora  que has venido siento que eres otra persona, asi que sólo te diré que lo único que hice fue sonreír, era como si mis temores se difuminasen en una sonrisa, así nadie se preocupaba por mí, lo oculté durante, casi 7 años...

  Su padre lloró, lloró por ella, lloró por su difunta esposa, lloró por el pasado al que hubiese querido volver, lloró por Melody, lloró por la sonrisa falsa de Raquelle, pero sobre todo, lloró por la vida que había hechado a perder, lloró por su ambición y por su indiferencia, pero de nada le servía, ya había pasado, Raquelle estaba mal, Melody destrozada y él con el corazón roto en una mano y su indiferencia en la otra, solo quería volver, rebobinar al pasado, dar marcha atrás, borrar cada mal paso, aunque supo muy bien que era totalmente imposible, no importaba, soñaba con hacerlo y eso era suficiente.

––Te amo padre...

  Esas palabras fueron suficientes para que su corazón latiese un poco más, el hecho de saber que su hija no lo odiaba le devolvía la vida, pero algo seguía roto, habló con ella el resto del día, tuvo que irse al caer la tarde, se despidió de ella prometiendo verla pronto, un abrazo, un adiós y una lágrima, en eso terminó la visita de padre a hija.

  Un jóven castaño tocó la puerta de la habitación.

––Tu hermana te envía estas galletas.

  Extendiendo una caja a las manos de la chica replicó:

––Dice que no puede venir ahora por su doctorado, pero que cuando  encuentre tiempo estará aquí sin duda.

––Gracias... Will...

  La joven se aproximó a su ventana con ojos de esperanza viendo como la luna comenzaba a abrirse paso, como los pájaros alzaban vuelo hacia sus nidos en las copas de los árboles.

––El día que los pájaros ya no vuelen o la luna ya no brille ¿Qué será de los soñadores?

  Will la miró con una pequeña sonrisa, ya no le impresionaba, era Raquelle siendo Raquelle, esas medicinas que le hacían tomar, ese rostro cansado y con ojeras no cambiarían su mente y eso lo tenía claro.

La enfermera interrumpió la escena.

––Disculpe, el doctor ha dicho que quiere ver la reacción de la señorita Jones fuera de la clínica, ya sabe, para analizarla, ¿Podría llevarla a tomar aire?

  Will pensó en que aquél doctor tenía una forma muy peculiar de analizar a sus pacientes, de todos modos no mostró reproche.

––¿Quieres salir un rato?

  Los ojos desolados de la joven se emocionaron.

––¿En serio puedo?

La enfermera respondió por Will con un leve movimiento de cabeza, lo cual hizo que se emocionase, tomara un pequeño abrigo que Melody le había dejado y salir junto con Will al pequeño jardín que se encontraba frente al hospital. Ella se sentó a contemplar el horizonte, pero él se sentó a contemplarla a ella, como cuando la vio por primera vez, en esa banca contemplando el horizonte, era casi la misma historia, pero había una diferencia, cuando la vio por primera vez, estaba llena de vida, sus ojos, tan verdes que brillaban como dos esmeraldas, sus labios reflejaban una sonrisa triste y sus mejillas con un tono rosa la hacian verse pura; ahora no, ahora su mirada era cansada, sus hermosos ojos habían perdido su brillo y estaban sombreados con ojeras, sus labios estaban secos y sus mejillas pálidas, pero la esperanza en su mirada era la misma, eso no cambió ni cambiaría jamás.

––Esto es lo mejor que he podido hacer aquí encerrada...

  Su voz, voz dulce que antes era delicada y con un ritmo especial que solo ella podría darle, ahora era débil, su dulzura se había ido, apenas podía escucharse. Esa misma voz lo sacó de sus pensamientos.

––¿Pasa algo?

––No, no te preocupes, no es nada... Estaba... Recordando el pasado...

Raquelle sonrió levemente.

––Me ha pasado constantemente también, ahora no puedo ver a la gente que amo, mi rutina es, comer comida con sabor horrible, tomar pastillas, sedantes inyecciones, platicar con el psicólogo, tomar más pastillas y si tengo suerte tal vez logre dormir una o dos horas...

  El jóven la escuchó con atención, pensando en como pudo llegar a eso, de una vida casi tranquila llegó a ese martirio.

––Eso es malo...

  Fue lo único que Will se atrevió a decir respecto a lo que Raquelle relataba.

––Nada de lo que sucede es bueno ni malo, todo depende de como lo quieras ver tú, digamos que despertamos una mañana y es un día lluvioso, algunos se alegran ya que la naturaleza se está nutriendo, hay agua, en fin, mientras que otras se frustran porque no podrán salir, tal vez arruinaron algún plan. Lo mismo pasa conmigo, la medicina me pone mal, tú y yo lo vemos como algo malo, pero los doctores lo ven como algo bueno, ya que cumplen con su trabajo.

  Will lo repasó unos cuantos minutos y con una sonrisa pequeña se volvió hacia ella.

––Tienes razón...

  Contemplaron la noche que los acompañaba hasta que la chica comenzó a hablar de nuevo.

––Will...

––¿Si...?

––El poco tiempo en el cual hemos convivido, eres la única persona que me escucha sin reflejar aburrimiento o inconformidad en los ojos, me has tomado en cuenta, te  has tomado tu tiempo para venir a verme, solo... Gracias...

  Soltó con una sonrisa, se sentía bien porque sabía que aquella no era una sonrisa falsa como las que mostraba antes a la mayoría de las personas, esta sonrisa era real, nacía del corazón y eso era algo que la alegraba mucho.

––No, gracias a ti, si no te hubiese conocido no hubiese abierto los ojos, no hubiese logrado ver la realidad como la veo ahora, tú me has enseñado tantas cosas, y nunca dejarás de hacerlo porque,  Raquelle... Eres la persona más especial que he conocido, tu imperfecta perfección te hace única Raquelle, espero que tu luz brille por siempre, porque lo mereces.

––Will...

  No se dijo más, sus ojos se miraban fijamente, hasta que la distancia se cortó y sus labios se juntaron en un dulce beso, el primer beso, y estaban seguros que ese primer beso, no seria olvidado por ninguno jamás, cuando la luna los acompañaba, primer beso, parecia eterno, pero inolvidable.

***

Ojos De Esmeralda, Mente De PerlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora