Luego de varias navidades, se podía ver por medio del cristal del penúltimo piso de un edificio a un hombre alto de ojos castaños y cabello cano observando el cielo nocturno sobre el mecánico paisaje de Boston, el telescopio ocultaba su ojo derecho, el cual era apoyado por unos pequeños lentes para la presvisia, observando cada estrella, cada constelación formada, el cuarto menguante de la luna que desde lejos le cuidaba pacífica, mientras enviaba informes a la empresa astrónoma para la cual trabajaba, tras el un lujoso departamento, con una repisa llena de inventos y descubrimientos, en la pared se notaba un paisaje de diplomas ganados por sus logros y esfuerzos, pero a pesar de todo el triunfo y trabajo ganado, faltaba una presencia más en aquella vivienda, algún compañero de vida, no, no lo tenía, el astrónomo estaba sólo, su compañía eran las estrellas de aquel precioso cielo, y aquel telescopio que le daban paso a las maravillas del universo. Entonces se levantó con un dedo tembloroso señaló entonces algún lugar del firmamento y por primera vez en años sus ojos brillaron como sólo brillaban en las épocas doradas de su juventud, se trataba de una constelación que no se encobtraba en ninguno de sus libros, una nueva constelación descubierta que nadie mas ha osado ver, extraña, imperfectamente perfecta, preciosa y con las estrellas más brillantes que nunca se hubiesen visto, formando un ojo con una perla en su iris, tomó entonces una fotografía y la envió a su empresa, «Nunca hemos visto nada parecido, se puede decir que es algo exótico» Le contestó su líder «Usted tiene el privilegio de haber encontrado esta constelación, cono recompensa podrá nombrarla como quiera y así será llamada en las investigaciones» El hombre pensó en su juventud y recordó cada lágrima al igual que cada risa, recordó el porqué de su estadía en Boston, lágrimas amargas cayeron pero no le hizo abandonar la expresión de firmeza en su rostro, tomó entonces su dispositivo, decidido contestó «Tengo el nombre que quiero para esta constelación, debido a que parece un ojo pacífico y soñador con una expresión de nostalgia en el, pero que en lugar de iris parece tener una perla, perla de alguien que se ha ido pero sigue con nosotros, me hace recordar los años de mi flor de vida, de allí he elegido este nombre, deseo que está constelación sea llamada Raquelle, esa es mi desicion».
Desde entonces este el recuerdo de la juventud y el «Romance esquizofrénico» de la juventud de William O'connor, la compañía que nunca ha de tener: La rara, especial y exótica Raquelle.
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Ojos De Esmeralda, Mente De Perla
Non-FictionTodos estamos locos, pero pocos lo demuestran Todo empezó con un rumor... Un rumor que lleva a otro y a otro, dicen que no se debe juzgar por la apariencia... ¿Tambien cuenta esto con la apariencia del carácter? De todos modos... No podrá ser nada m...