Capítulo 14

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Contemplo la figura humana que tengo parada delante de mí. Raúl tenía razón ¡Maldición! De haber sabido que esto pasaría le hubiera pedido un consejo. ¿Cuál es la mejor forma de golpear a una persona?

Recuerdo que una vez mamá me dijo que el peor daño que se le puede hacer a una persona, es un daño verbal, destruir su espíritu es lo más perjudicial para el ser humano, rebajar su fuerza de voluntad e incluso su autoestima a nada puede ser el golpe fatal de una persona.

En este momento todas las palabras desagradables hacen un desfile con su mejor vestido de gala en mi cabeza, todas quieren ser reinas en mi boca, todas quieren salir y lo peor es que si él abre su grande y estúpida boca, creo que todas quedaran coronadas como reinas. Tomo una gran bocanada de aire agradeciendo que Johan no está ni por asomo cerca de aquí y me concentro en la mejor manera de mandar a la mierda al que creo que ya no me puede regresar a uno de mis mejores amigos, Jesús.

-¿Qué quieres? Creo que fui muy clara contigo la última vez que hablamos, y lo que hiciste hoy claramente refuerza todas y cada una de las palabras que salieron de mi boca ese día.

-No vengo a que te retractes, vengo que escuches una historia.

-¿Y si no quiero?

-Es la última vez que me acercare a ti de esta manera, no vengo a pedirte nada porque ya comprendí que si lo hago me mandas al mismísimo infierno y por ahora quiero seguir conservando mi puesto de trabajo y tener al menos un trato cordial contigo –Me controlo mentalmente para no abrir la boca del asombro y carraspeo.

-Quiero dormir temprano, te has encargado de hacer de este uno de los días más agotadores de mi vida –Él asiente y pasa cuando se lo indico, se queda parado en la mitad de la sala, esperando que yo llegue. Hago lo mismo que él y me planto delante de él cruzándome de brazos- Adelante.

-Conocí a Vanessa cuando tenía quince años y ella tenía catorce, era una niña muy linda y lo sigue siendo, no tengo porque negarlo. Si te soy sincero, veía a Vanessa y veía todo lo que quería en una mujer, era hogareña, sumisa, hacia todo lo que yo le pedía, era dulce y sincera.

-Toda una cosa linda –Me burlo. Él sonríe de mala gana.

-Sí, una cosa linda. La mujer ideal para cualquier tonto que quería una mujer que si él le dice salta, ella le pregunte desde qué altura. Así la formaron sus padres y así se dejó formar ella. Quería apartarla para mí y así lo hice, estaba seguro que esa era la mujer que me convenía, mamá me lo decía, papá me lo decía, la abuela me lo decía, todos me lo decían, ella era de esas mujeres que se te mete por los ojos con solo verla. Estuve conforme con la idea de hacerla mía, incluso cuando me acostaba contigo y con otras pensaba que ella era la mujer que quería, la mujer que nunca haría algo como lo que tú hacías.

-Eso está resultando ofensivo.

-Lo sé, pero vine a ser sincero contigo. Eso era lo que pensaba hasta que empecé a ver en ti cosas que me gustaban. La libertad con la que te manejabas me dejaba asombrado, como te defendías de críticas e incluso atacabas es fascinante y no me di cuenta en que momento, todo lo que tú eres y representas se convirtió en lo que quería de la mujer que se casaría conmigo. La cosa es que ya estaba comprometido y seguía acostándome contigo, lo vi fácil y simple sabes. Me casaba con ella, pero me acostaba contigo, así tenía lo que quería y lo que había querido en un pasado. Ese era mi plan y estaba todo definido de maravilla hasta que la estúpida llego a mi casa y se desnudó delante de mí. No podía decirle que no ¿Sabes por qué? –Niego con la cabeza- Porque llevaba dos semanas insistiéndole para tener sexo, era como un experimento que quería hacer para saber si ella era igual que tú en la cama. Error. Sosa y aburrida son los sinónimos de esa mujer en la cama. La cosa es que por esa insistencia ella se me ofreció y lo vi como una mala movida decirle que no, me toco y luego de eso lo eche todo a perder. El resto ya lo sabes, sabes mis sentimientos y no me disculpo por ello. Me disculpo por haber roto tu corazón al ser yo uno de los hombres que no podía sentir por ti otra cosa que no fuera cariño de hermano. No puedo cambiar mis sentimientos y tampoco podría pedir otra oportunidad cuando ahora lo que quieres es mandarme a la mierda. Fue bueno tenerte como amiga, pero ahora y mientras lo quieras, somos colegas –Extiende su mano hacia mí. Miro por un momento su mano sabiendo que si la tomo todo acabara aquí, que este es el adiós de nuestra amistad. Respiro hondo dándome cuenta que al menos sé lo que realmente pasaba por su cabeza. Alargo mi mano hasta la suya y la estrecho.

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