Capítulo 02

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Son las dos de la mañana cuando abro mis ojos; todo está a oscuras, seguro Jesús manipuló el panel táctil instalado en la mesa de noche y cerro las ventanas, sabe que me gusta dormir a oscuras­. Todavía estamos abrazados el uno con el otro, la calidez que me transmite me agrada y hace que no quiera separame de él; es la segunda noche que duermo en esta casa, pero, es la primera noche que duermo con Jesús. Es una sensación extraña, nunca había tenido estos sentimientos con respecto a él, al hombre que se me dice que soy como su hermana y de igual manera él lo es para mí. Me separo con cuidado de él, cerciorándome de que siga dormido, me levanto y salgo de la habitación.

Conozco casi que de memoria la casa de Jesús desde hace un año, cuando José Luis, Charlie y yo vinimos a hacer la instalación para la casa inteligente; un día muy agitado para realizar todas las instalaciones de los paneles y los sistemas de apertura y cierre de cada una de las puertas y ventanas. La casa de Jesús es de dos plantas; cuando se entra por la puerta principal se accede a una sala de estar muy cómoda, a la derecha hay un pasillo con unas escaleras que bajan medio metro dando acceso a un corredor donde están ubicadas de manera precisa cuatro habitaciones, tres a la derecha y una a la izquierda y al final del pasillo una puerta que da a la terraza trasera; un espacio confortable con sillas y una vista del jardín que Jesús ha conseguido cultivar. La habitación de la izquierda es la de Jesús, la habitación principal, es una recamara grande, no como la mía, pero podría decir que es dos tercios del tamaño de mi habitación. Las habitaciones de la derecha son un cuarto de huéspedes, un estudio y una sala de televisión, las tres habitaciones muy cómodas, aunque todavía no están del todo amuebladas. Las escaleras que están a la izquierda de la sala de estar conducen al segundo piso donde se encuentra la cocina y en medio de esta un comedor de seis puestos, al final de la cocina se observa un pasillo que conduce a una terraza de unos siete metros cuadrados y al final de esta se observa un cuarto de lavado. Es una casa grande, Jesús me ha dicho que tiene una empleada pero nunca la he visto, quizás se va cuando él llega del trabajo. Mientras recuerdo con detalles la casa he llegado a la cocina hambrienta, manipulo el panel ubicado en la pared de la cocina y enciendo una luz tenue, saco de la nevera un poco de jugo de naranja y tres de las galletas que Jesús guarda con tanto recelo; se va a enojar cuando se dé cuenta de que le faltan tres galletas, espero que no piense que fue la señora Doris, su empleada.

Me ubico en una de las sillas del comedor y al acariciar la mesa de madera recuerdo la primera vez que estuve con Jesús.

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-Bienvenida a tu casa. Adelante.

-Gracias. Con permiso.

-Creí que no te gustaban las formalidades.

-¿Ehh? ¿Por qué lo mencionas?

-Acabas de entrar de una manera ceremoniosa a la casa.

-Mmm ya veo. Es un mal habito.

-Con que es así. Pasa, no te quedes ahí.

-Sí.

Jesús me tiende su mano y me conduce por toda la casa, mostrándome cada una de las instalaciones, sin entrar a los cuartos, solo me muestra el estudio y la sala de televisión, la cual no me interesa de mucho, para lo único que utilizo el televisor en mi estudio es para video conferencias, le doy un uso útil en vez de jugar y ver caricaturas como hacen José Luis y Jesús. Cuando llegamos a la cocina Jesús me ofrece un lugar en el comedor y yo lo tomo. Me sirve un poco de jugo y me enseña el escondite donde tiene sus galletas favoritas, saca doce y las coloca en la mesa ofreciéndomelas.

-Son mis galletas favoritas. Adelante pruébalas.

-Gracias. Tienes una casa muy amplia y hermosa.

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