Sentimientos inundados.

El sol tímido.

Alan recuerda aquel preciado día y no deja de sonreír con esperanza, es muy feliz, tarde a tarde sólo piensa en ella, en esa mujer que es poco refinada, sencilla, fría y que ama la literatura moderna…

-¡Eh! No te olvides de mí hermano, ¿a que se debe tal sonrisa cada día? Dice Franck.

-Ya te lo dije, me gusta una chica, pero ella no será de tu agrado, tu eres un patán, odias leer, odias mantener una relación larga y duradera, y sobretodo odias las chicas sencillas, eres como yo hace unos meses. Responde Alan.

-Lo sé, la conozco más que nadie después de observar su rostro cada día, jamás podría ser para mí, ya me conoces bastante, como has dicho, yo soy yo, un desastre queriendo, pero tranquilo, nunca me enamoraría de ella. Dice Franck.

-¡Ya lo sé! Hablando de ella, hace poco me dijo que tenéis que ir a un campamento, y en dicho campamento debéis dormir en parejas, y da la casualidad que te toca con ella. Dice Alan cubierto de celos.

-¿En serio? No lo sabía, quizás sea una buena oportunidad para hablar con la afortunada que te trae loco, vale, tranquilo, no pasará nada malo. Franck responde entre sonrisas.

Lucia y Alan se ven casi todos los días, invierno es la fecha de felicidad para algunos, en especial para aquellos que se aman sin secretos.

Juntos caminan observando el mundo desde el cielo, cielo literalmente ligado a sus mentes, son dos gotas de rocio bajo la misma luna, se desean innumerables veces, pero callan lo que saben y demuestran lo que necesitan.