2.- Peligro en el Bosque de los Geesnurs

778 50 52
                                    


Los guardias reales tomaban declaraciones a los testigos del robo, me acerco lentamente, para escuchar lo que dirán aquellos borrachos que con sus verdades a medias intentan ser buenos ciudadanos y aportar en la investigación. Alrededor de doce guardas iniciaban los interrogatorios paralelamente, debía elegir con sabiduría cual sería el borracho menos estúpido, que pudiera darme las pistas necesaria para encontrar a ese ladronzuelo. Al ver las caras de los objetivos poca era la diferencia, a uno se le caiga la baba, otro aún tenía la botella de cerveza de dragón en la mano, el siguiente estaba semidesnudo y al parecer no conocía lo que era una rasuradora, uno tenía una boca tan grande que no reconocía donde comenzaba el pecho y donde terminaba su nariz, para que hablar del que se pegaba desconsolado contra la muralla llorando tal vez por una pena de amor, ya casi en la orilla de la plaza se encontraba un mujer que no paraba de gritar buscando a su marido que al parecer le había sido infiel, lo pude notar por el bate de Granxboll que tenía en la mano, por ultimo estaba un anciano que aunque no parecía bajo un estado etílico tenía una cara de no recordar ni donde vivía. La óptima opción es obvia, me acerque al anciano mientras iniciaba las preguntas el guardia:

-Estamos investigando un robo efectuado a dos magos de la corte real de Vendaval, ocurrió en esta misma plaza, ¿podría facilitarnos algún tipo de información sobre él o los culpables? – el guardia le hablaba, pero el anciano no reaccionaba, si no fuera porque su pecho se movía arduamente, pensaría que está muerto.

-Fue un joven vestido de negro, con una navaja de 20 centímetros ajustada en su pecho, correas de cuero que afirmaban bolsas de madera y piel de buey, pelo castaño, alto y parecía atlético, corrió directamente por la avenida central en la dirección norte – el guardia quedo dudoso, más que hablar el abuelo balbuceaba palabras, pero al menos se podían entender, parecía no creer del todo la exacta versión del anciano, pero yo sabía que era cierto, describió perfectamente a David.

Camine cautelosamente por la gran avenida central de Azulesca, su grosor y hermosura, contratapa de lo que había en la plaza, me hacía pensar en los tiempos mozos de esta gran cuidad, aunque los miles de callejones y calles transversales me ponían furiosa, la búsqueda de David, se forjaba cada vez más ardua, como ya saben los ex son ratas difíciles de liquidar. Una rata que llevo acarreando hace ya dos años.

La búsqueda comenzó cuando yo vivía en las afuera de un pueblo granjero, muy tranquilo y apacible llamado Danóce, en este pueblo se cultivaban muchas hiervas medicinales, uvas para el vino, papas para los banquetes y todo tipo de crianza animal, no había otro lugar en las tierras conocidas por el hombre que pudiera comparar los festines que se daban en Danóce, por mi parte, en la pequeña cabaña donde residía en soledad, la tierra fértil y la accesibilidad a todo tipo de menjunjes, me facilitaba la creación de pociones, por aquel entonces en el descubrimiento de una que pudiera curar heridas graves en muy pocos segundos, tiempo después se le llamaría la Poción de Anthyrium Fermenta Filix. En mi investigación intentado desarrollarla, me uní a una caterva de brujas que marchaban en una expedición de búsqueda de plantas raras en las colinas de los Geesnurs, criaturas ancestrales protectores de la naturaleza que median diez metro de longitud y debido a su gran peso, no podían ponerse de pie, por lo tanto se volvieron uno con el bosque, dejando que la naturaleza creciera sobre su cuerpo. En la espalda de los Geesnurs crecían plantas únicas que se alimentaban de su sangre anaranjada y espesa como la sabia de un árbol, dotando a la vegetación de poderes únicos, que solo se podían ver en esta parte del mundo.

Las expediciones a las colinas en invierno eran casi una tradición, todos los años nuevos grupos de brujas se alzaban en campaña para investigar estos árboles ancestrales, al vivir en las cercanías era común que en el boca a boca mi nombre resonara. Todos los años era la principal invitada para guiar a las menos expertas.

En ese año, las brujas que participaban, eran; Alice, una experta en pociones, muy amable, pero desconfiada, logre entablar una gran amistad en poco tiempo, por el afán hacia las mixturas. Elly, una bruja muy arraigada a la magia prohibida, muy callada y con una personalidad atemorizante. Dorothy, con solo trece años, deseosa de participar acompañada de su madre Marie, una maestra en una escuela secreta de magia libre para aprendices de brujo en la cuidad capital de Dimetri. Las cinco, a media noche, nos encaminamos a la espesura del bosque.

Ya entre los alerces y araucarias enormes, los cuervos comenzaron a sentir nuestra presencia, sus cantos oscuros y dinámicos, se hacían cada vez más armónicos unos con otros, era la perfecta señal de que estábamos cerca de toparnos con los Geesnurs, pero de pronto los cuervos se acallaron, el viento comenzó a soplar más fuerte de lo normal y entre los arbustos, las ramas crujían rompiéndose sin razón aparente, lo que parecía ser algo fácil, se puso color de hormiga.

-¿Mami esto es normal? – consultaba afligida la pequeña Dorothy a su madre.

-Si cariño, los bosques viven y sienten al igual que nosotros – explicaba Marie a su hija, intentando acallar sus dudas pávidas – es de ahí el poder de sus hierbas, de la vida que contiene este manantial verde.

Había varias razones por las cuales el bosque puede desesperarse de esta manera, pero ninguna encajaba en esta situación. Habíamos sido respetuosas al caminar, tranquilas y observadoras, complacientes con las señales de los árboles, todo estaba en su lugar, al menos eso aparentaba. Hasta que el rugido gutural imponente de una criatura acalló todo viento, toda rama, todo árbol, hasta al mismísimo silencio.

-Dire vires nature – conjure alzando mis manos.

Poco a poco los pasos de pies gigantes se acercaban mientras el suelo se agrietaba, entre las ramas se asomaba un hocico de tal vez un metro de largo, ancho como el cuerpo de un hombre, con sus manos gigantes y de dedos afilados movió las enredaderas y cruzo hasta el pequeño claro donde las cinco nos alojamos.

-¡Nos va a ver, está muy cerca! – casi gritando con voz quedada decía la pequeña Dorothy.

-Calla a esa pendeja – susurro enojada Elly – nos van a matar a todos por tu hija, debiste haberla dejado en casa.

-No te atrevas a hablarle así a mi hija, put...

- Silencio – musite enojada – No te preocupes Dorothy, el conjuro del escudo de naturaleza nos hace totalmente imperceptibles, nadie podrá vernos mientras estemos dentro – le dije a Dorothy, mientras ella miraba hacia arriba y podía ver escasamente la energía verde del campo natural que creé al conjurarlo.

Finalmente, la criatura se dejaba ver por completo, justo al pasar el árbol que nos protegía escasamente. Por detrás de sus orejas dos cornamentas de ciervo gigantescas se asomaban, un hocico de lobo con colmillos de buey y un cuerpo humanoide, nos daban las pistas necesarias para identificar a la bestia, era un Tricornio, criaturas abismales en tamaño que se alimentaban de animales, aunque su dieta se limitaba solo a beber la sangre de sus víctimas.

-Silencio, aquí no podrá vernos – intentaba calmar a las brujas, mientras que la fiera se acercaba más y más. Su dientes por un momento rosaron mi cabello, mi respiración se agito, sentía que podía olerme y preveía que en cualquier momento me arrancaba la cabeza con su boca, sus cuernos enormes pasaron por encima de todas y la saliva cayó directamente en el rostro de Dorothy, alertando a su madre, que le abraza a su hija. El conjuro perdía efecto, mi concentración se dilapidaba, hasta que de la boca de la niña un grito sollozante emergió interrumpiendo toda paz en el bosque.

¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH! – era nuestro fin. 

Sarah, Ladrona de Hechizos: La esfera de los destinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora