Sarah, Ladrona de Hechizos: La esfera de los destinos.

7.- Escape

El sol salió pronto esa mañana, no pude pegar un ojo, pero mi adrenalina corría como los caballos de carrera, la oscuridad y el silencio nocturno me ayudaron en ingeniármelas para poder salir de aquí. Era de esperarse que David siguiera durmiendo en su estado de inconciencia, aunque me cerciore que siguiera con vida, era parte realmente importante para el plan y además quería asestarle algunos puñetazos más en cara, para ver si así se le arregla un poco. El pilar fundamental del escape se basaba en un pequeño baúl y el conjuro Tazhar wujuh.

Tazhar wujuh más conocido como el "conjuro del baúl de objetos mágicos" es un antiquísimo hechizo de conjuración de palabra que consiste en un dejar objetos que logres recordar a la perfección, en un pequeño baúl. Todos estos objetos pueden ser transportados al instante con la magia que contiene el cofre, solo debes conjurar las palaras Tazhar wujuh mientras se piensa en el objeto deseado. Se necesita de una gran concentración y de tiempo para poder recordar el objeto en su totalidad, pero la práctica te puede ahorrar los tiempos de espera. Como ya deben pensar, puede parecer que no porte nada, pero en realidad llevo mucho más en mis manos vacías de lo que podrías llevar en una mochila gigante de viaje.

Mientras preparaba el último detalle, la puerta del sótano sonó crujiendo y chirriando.

-Mierda – dije, rápidamente volví a mi estado de simulación apresada, recostada en el suelo.

-¿Cómo estas los residentes? Lamentamos que no sea igual de bello que nuestros alojamientos en Azulesca, esperamos no... haber sido una molestia – decía Laquesis mientras mostraba su sonrisa sádica de dientes afilados como cuchillos y ojos tiritones que te miraban sin pestañar.

-Laquesis mira, el chico no está amarrado – observa Clotona. Miro hacia al lado y tarde me percato que sus brazos después del golpe habían quedado descubiertos a la vista y que era más que obvio que no estaba amarrado. Debía apurar el plan.

Lanzo de mis manos Polvo de escamas de fénix rojo, un poderoso polvo inflamable sacado de las raíces de las plumas de un fénix rojo, desde mi espalda aparece mi dragón protector escupiendo fuego en el momento en que polvo toco a las brujas y las barandas, prendiendo en fuego todo lo que se había manchado. Las ancianas comenzaron a gritar de dolor y los barrotes cedieron antes el calor, derritiéndose poco a poco, como si de chocolate se tratara, en eso le golpeo el estómago a David.

-Levántate puto zángano, tenemos que irnos – le dije mientras el estúpido intentaba respirar.

-Las detendré lo más que pueda, no creo que el fuego sea suficiente – dijo, Chimuchu el dragón guardián.

-Es hora de que camines, que te estoy sacando de aquí imbécil – levanto a David del brazo y me lo llevo casi a rastras.

Rápidamente salimos del sótano solo para encontrarnos con algo peor.

Ahisa la bruja estaba en medio de la casa, dentro de un caldero, totalmente desnuda, bañándose con un espeso líquido que parecía vómito, en un estado de inconciencia o en algún tipo de transe, porque nuestra presencia no le desconcentraba de su hecho. Alrededor del caldero dos sillas, que al parecer eran para nosotros y alrededor de todo, símbolos y dibujos pintados en el suelo con sangre animal. Sus ojos blancos tal vez sosegados por un placer oculto en el ritual, su sonrisa, su piel tersa que parecía ser suave, era tan escalofriante la escena, que David solo atino a abrazarme fuerte y a llevarme directamente a la puerta. Al salir podíamos seguir escuchando los gritos desesperados de Laquesis y Clotona, corrimos directo al bosque. Cuando escuchamos un gutural aullido desde la casa:

-Atrápenlos – gritaba Ahisa. Las brujas del sótano dejaron de chillar al escuchar los gritos de su ama, como si su voz inhibiera cualquier tipo de dolor.