"Aquí voy"

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Trago saliva, siento mucha incomodidad y no sé qué decirle.

—No puedo, Beto. Aún no sé si soy una persona libre —trago saliva, disimulando mis nervios.

—¿Cómo que no sabes si eres libre?

—Hay que regresar a la mesa y te lo explico mejor.

Su agarre en mis manos disminuye y con él, su entusiasmo. Caminamos hasta la mesa y nos sentamos, él frente a mí, sus ojos viendo fijamente a los míos.

—Sí, aún no lo sé. En la mañana cuando fuimos al centro comercial, nos encontramos con Iker, mencionó algo acerca de que Orlando anuló el acta de matrimonio. Todavía no sé si sigo casado con él o ya no.

El brillo en sus ojos vuelve y me arrepiento de habérselo dicho.

—Eso déjamelo a mí. Mañana mismo tienes la respuesta —sus manos toman a las mías de nuevo y sonríe—. Entonces..., eso quiere decir que si el acta está anulada, ¿me darás esa oportunidad?

Oh, no. Tuerzo el gesto, disgustado. No quise darle a entender eso.

«Estás a nada de decirle que sí» susurra mi subconsciente.

—Beto..., ¿cómo me vería si a primeras de cambio, acabo de divorciarme y ya tengo un nuevo novio?

—Tú mismo has dicho que no te importa el qué dirán. No me vengas con eso ahora —suena enojado. Tiene razón—. Por favor, Ricardo. Jamás le he rogado a nadie, solo a ti, por que eres el único por el que vale la pena hacerlo.

Por David, este hombre no se rendirá jamás. Suspiro y por más que le doy vueltas en mi cabeza la idea no me parece tan descabellada.

«Orlando debe estar pasándosela de lo lindo» mi subconsciente habla y la espina en mi corazón se clava más hondo. Ese dolor cesa, y da lugar a un sentimiento de furia.

—Está bien, Beto. Si soy soltero de nuevo, aceptaré tu propuesta.

Beto sonríe y se lleva mis manos a los labios y planta un casto beso en mis nudillos.

—Gracias, en serio. Muchas gracias. No tienes idea de lo feliz que me hace oír eso.

Se levanta de la mesa y se lanza sobre mi rostro intentando besarme, pero me retiro de inmediato. ¡Cielos!

Mi cara de perplejidad lo hace alejarse de mí.

—Un paso a la vez, Beto. Por favor.

Sonríe y se sienta de nuevo.

—Me parece bien. Un paso a la vez —repite mis palabras.

Sonrío y miro a la bola de personas bailando. ¿Qué acabo de hacer?

—¿Podemos irnos? —pregunto y asiente mientras se levanta de la mesa—. Ahora vuelvo.

Me giro, camino hasta la barra y pregunto a Lola dónde está Christopher. Me dirijo hacía oficina de Chris que está en el segundo piso del bar. Aunque odie hacerlo, tengo que subir las estúpidas escaleras por segunda ves. Las detesto. Toco y entro luego de escuchar su voz autorizarme la entrada. Cierro la puerta detrás de mí y recargo mi espalda en ella.
Está sentado leyendo un par de hojas sobre su escritorio.

Mi Verdadero VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora