Luego de recoger el desorden de Chris, y atender toda la noche las órdenes de las mesas, estamos por cerrar el bar. Vaya que nos las vimos negras con la falta de tarros y vasos. El Perro corrió a comprar un par de cajas en cuanto comenzaron a llegar los clientes. Pero como era obvio, no fueron suficientes, el lugar se llenó por completo y tuvimos que lavarlas y volver a servir todo en las mismas. Fue difícil.
Son cerca de las dos de la madrugada y estoy exhausto y aburrido. Quiero irme a dormir ya.Chris no volvió a aparecer. Lola me dijo que la llamó para confirmar que había llegado con bien a su departamento. Menos mal. No sé cómo es que pudo conducir en el estado en el que se encontraba.
—¡Chico! —me grita Lola desde atrás. Dejo la última mesa reluciente de limpia y me giro para encararla—. Me acaba de llamar Chris y me dijo que te regresará lo más pronto posible a tu casa. Si quieres puedes irte de una vez. Nosotros cerramos.
Asiento y voy hacia la cocina a por mi mochila y mi chamarra. Hace frío allá afuera.
Me la pongo y luego de despedirme de los chicos en el bar, camino hasta la avenida para buscar un taxi o algo en qué irme. Hubiese traído mi motocicleta.
¿Chris aún seguirá molesto? Creo que sí, si no, él mismo hubiese pasado por mí y dejado en mi departamento.
En fin, ya es decisión suya.Luego de unos cuantos minutos, entra en mí la desesperación y comienzo a caminar rumbo al departamento. El bar no está tan lejos de donde vivo, supongo que caminar un poco no me hará ningún daño. No quiero llamar a Beto, por lo menos hasta que esté a salvo en mi cama, no quiero importunarlo.
Cruzo mis brazos tratando de darme calor propio, el aire está demasiado frío y soplando con fuerza, que despeina mi cabello. Vaya que la ciudad se ve diferente a esta hora que de día, casi no pasan carros y son contadas las personas que aún están despiertas.Doy vuelta en una esquina y la calle está desierta y muy poco iluminada, que me obliga detenerme a pensar. Dudo si es una buena idea cruzar por ahí, pero es la única forma en atajar el camino y evitar darle la vuelta a la manzana completa.
La flojera vence a mi temor y comienzo a cruzar el callejón y una vez dentro me arrepiento de inmediato. De la nada comienzo a sentirme observado y volteo en repetidas ocasiones hacia atrás para asegurarme que nadie me sigue. Empiezo a escuchar pasos cada vez más cercanos, no sé si es realidad o tan solo mi nerviosismo, pero mis piernas comienzan a correr.Mi celular comienza a sonar y casi se me sale el corazón del susto. Lo saco de la bolsa de mis jeans y miro la pantalla. Es Beto. Gracias al cielo.
—Hola —respondo.
—¿Dónde estás?
—En un callejón, a una cuadra del departamento. ¿Y tú? —no quiero que se angustie.
—Estoy afuera del bar. Creí que querías que viniera aquí por ti.
—Pues, no quedamos en nada. Mejor te veo en mi departamento.
—Bien, podemos vernos ahí si quieres.
—Claro, voy para allá. ¿Pero estás bien? Suenas angustiado.
—Sí, sí estoy bien. Me siento vigilado, pero, no te preocupes, es simplemente mi paranoia. Te veo en el depa.
Acepta y cuelgo. Cuando logro salir del gran callejón, se esfuma de mi cuerpo esa sensación de sentirme perseguido. Lo sabía, era mí mente que me estaba jugando una broma.
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Mi Verdadero Verdugo
RomanceContinuación del primer libro Mi Verdadero Cielo. Después de pasar tres largos y exhaustivos meses alejado del que creía el amor de su vida, Ricardo se entera de las verdaderas intenciones de Orlando y conoce los porqués del matrimonio tan apresurad...