Capuchinos

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Doy el último trago a mi bebida y Consuelo hace lo mismo.

—Creo que nos la terminamos muy rápido. Tendremos que volver a pedir cuando llegue Beto. Le fascina el café.

—¿En serio? —pregunta hastiada—. No creo poder con más cafeína por el resto de la semana.

—No le harás la grosería de despreciarle un café. Se sentiría muy ofendido.

Hace un puchero y luego acepta.

—¿Y aún quiere algo contigo? —se acomoda en su silla y escucha con atención.

—Sí, Consuelo, aún está insistente en tener una relación conmigo. Ayer fue al pub, tomamos una cerveza,  bailamos y me volvió a pedir una oportunidad.

—¿Y luego...? No me digas que lo volviste a rechazar.

Niego con la cabeza.

—Le dije que en caso de que el acta estuviese anulada, la daría una oportunidad.

—Bien dicho.

—Sí. No tanto...

—¿Por qué lo dices? —suena interesada.

—No sé si estoy listo para tener una nueva relación. Christopher me lo preguntó ayer. Y supongo que tiene razón. ¿Te imaginas volver a los celos, las prohibiciones, etcétera...?

Arrugo la nariz.

—Hola —una voz varonil suena a mis espaldas y me giro bruscamente.

Carajo, es Beto. Espero no haya escuchado lo que acabo de decirle a Consuelo.

—Hola —respondo más nervioso que hace un rato.

Me pongo de pie y lo estrecho en un abrazo. Sus brazos me envuelven de una manera diferente, puedo sentir el cariño en ellos. Su perfume sale a relucir y encanta a mis fosas nasales con un delicioso aroma cítrico. Me separo de él y está sonriente, sus ojos me miran, destellantes.

¡Mierda! ¡No!
Sé qué es lo que tiene que decirme y por lo que puedo ver en su rostro, sé que no lo afecta, al contrario, está beneficiado de lo que averiguó. Siento que mi cara pierde color. Orlando lo hizo, Orlando se separó de mí. Siento que vomitaré. Triple mierda. Trago saliva y me obligo a pensar en eso depués.

—Beto, quiero presentarte a Consuelo, ella es mi mejor amiga —articulo apenas como puedo.

Miro a Chelo y su cara es un poema, tiene los ojos abiertos como dos grandes platos, su boca también cayó abierta y poco le falta para que empiece a escurrir saliva de ella. Pero no la juzgo, Beto también tiene lo suyo. Es muy atractivo. Y en especial, hoy se ve muy bien.

—Consuelo, él es Beto. Del amigo que hablabamos hace apenas un rato.

—Espero que hayan sido puras cosas buenas —dice Beto.

—Claro —decimos Consuelo y yo al mismo tiempo.

Beto le sonríe y se acerca a ella para saludarla. Planta sobre su mejilla un beso y luego se separa para ofrecerle su mano.

Mi Verdadero VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora