Escucho que la caída del agua cesa y entonces camino rápidamente hasta mi habitación y me siento en la orilla de la cama y pongo los calzones de Orlando a un costado mío.
Luego de un par de segundos después, lo tengo parado en el umbral de la puerta totalmente desnudo. Ni si quiera hace lo más mínimo por tapar su enorme erección que apunta hacia el techo.
El agua corre por su pecho y abdomen.
Parece el mismísimo Priapo.
Mis ojos se abren y pierdo el control de mi quijada.¡Madre de todo lo sagrado!
¿Pero qué mierda pasa por su cabeza?—¿Has visto mis calzones? —pregunta con completa seriedad, como si no estuviera pasando nada.
Tardo un par de segundos en que mi cerebro procese su pregunta.
—¿Qué no tienes un poco de vergüenza? —exclamo molesto—. ¡Tápate!
Me pongo de pie y de la cómoda saco una toalla. Camino hasta él y se la entrego sin siquiera mirarlo.
Él la toma y cuando la envuelve en su cintura, vuelvo a verlo a la cara.—No entiendo por qué te pones así. No hay nada nuevo, ya lo has visto todo.
No puedo creer su cinismo.
—Eso no te da derecho a andar desnudo por todo el departamento.
—¿Por qué no? —pregunta.
—Porque a Beto no le gustará.
Se queda un rato en silencio y luego me mira.
—No estoy desnudo por todo el departamento —camina hasta el tocador y comienza a ponerse crema en todo el cuerpo—. Sólo que pensé que la habitación estaría desocupada. Además, no encuentro mi ropa interior. Juraría que la había dejado frente a la puerta del baño.
En cuanto dice eso, miro hacia la cama, justo en donde estaba sentado y él me imita.
—¡Oh, vaya! Ahí están —anuncia contento y luego de deshacerse de la toalla, camina hasta ellos y se los pone, sin separar su vista de la mía—. Lo siento, esta es la última vez que me ves desnudo. No vaya a ser que tu novio se enoje.
Oh, Beto, lo había olvidado. Podría llegar en cualquier momento.
—No quiero tener problemas con él. Así que esa será una de las reglas.
Me mira y alza una ceja. La expresión y en su rostro me dice que no exagere.
—¿Una regla...? ¿No caminar desnudo por el departamento? —ríe despacio—. Okay. Creo que puedo con eso. ¿Podrías dejarme a solas? Necesito cambiarme y no creo que a tu novio le guste que estés mirándome mientras lo hago.
Siento coraje y tengo un par de respuestas para aventarle, pero decido darme media vuelta y quedarme callado.
—Ah, y gracias por recoger mi ropa del suelo —grita.
Azoto la puerta por detrás de mí y camino furioso hasta la sala.
¿Por qué siento coraje cada vez que nombra a Beto?No lo sé.
Necesito un cigarro. Camino hasta el mueble cerca de la entrada y cojo un cigarro de la cajetilla. Lo enciendo y le doy una calada profunda.
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Mi Verdadero Verdugo
RomanceContinuación del primer libro Mi Verdadero Cielo. Después de pasar tres largos y exhaustivos meses alejado del que creía el amor de su vida, Ricardo se entera de las verdaderas intenciones de Orlando y conoce los porqués del matrimonio tan apresurad...