Centro comercial

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—No creo que sólo haya estado buscando un papel... Ese hombre es serio y se nota a leguas que te quiere.

—Yo sólo repito lo que Renata, Beto y Chris, dicen.

Me encojo de hombros y bebo el último trago de té que me queda. Cielo santo, creí que se lo tomaría a mal, pero no.

«Te complicas la vida. Yo te lo dije» mi subconsciente reclama.

Sí, sé que a veces me pongo un poco paranoico, y me adelanto a los hechos.

—Pues verás que ese muchacho regresará por ti. Y si no lo hace yo misma lo llamaré, me gusta como yerno —sonríe la hermosa mujer frente a mí.

Mi ceño se funce y río instintivamente.

—¿Ahh, sí? —digo sonriendo.

—Sí. Iré hasta Monterrey si es preciso.

Ambos reímos juntos. Hace tanto que no reía de esta manera. Me gusta ver a mamá feliz.

—¡Llegué, mamá! —resuena la voz de Jade por toda la casa.

—Pasa hija, estoy en el comedor.

Cuando Jade entra por la puerta, me ve, abre sus ojos sorprendida y grita como loca.

—¡Cielo santo! ¿a qué debemos tu visita?

Me levanto y la estrecho entre mis brazos. Mamá nos mira feliz.

—No exageres —nos separamos—. Pues vine a ver a mamá,  pero no sabía que ibas a estar tú, si no, mejor no hubiese venido —bromeo.

—Grosero —me golpea el hombro y nos sentamos—. ¿De qué hablaban? —pregunta curiosa.

—Pues ya sabes... Hombres —enarco una ceja.

Su boca cae abierta y nos mira perpleja a ambos.

Ya había hablado con Jade de todo esto un par de semanas atrás. Después de Beto, Consuelo, Renata y hasta Chris, Jade fue la última persona a quien se lo conté. Sabía que no podía dejarla sin el menor de los detalles o no podría contentarme con ella jamás; y ella, al igual que mamá, lo tomó muy relajada. La noticia no la sacó de órbita, es más, me dijo que ya lo veía venir.

—¿Se lo contaste todo? —dice Jade con voz incrédula.

—¿Así que ya lo sabías? —mamá pregunta seria—. Y no me dijiste nada, ni por que te pregunté qué pasaba con tu hermano.

—Sí, pero él me obligó a callar, todo fue culpa de él —dice Jade en su defensa, mientras me señala.

—Sí, mamá, yo se lo pedí, pero fue por que tenía miedo. No creí que lo tomarían tan bien como ahora.

—¿Qué voy a hacer con ustedes? —mamá niega con la cabeza.

Jade y yo nos encojemos de hombros.

—¿Y qué pasó? ¿has hablado con él? —pregunta Jade.

—No, y creo que por el momento estoy bien así —miento.

Mi Verdadero VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora